Nada cuadra, ni política ni ideológicamente, para creer que el Presidente de Irán sea el símbolo de una concepción revolucionaria de la vida. Más bien, todo indica que es un gobernante de la extrema derecha política y de la extrema derecha religiosa. Un político, en condición de Presidente de una nación, que se atreva a decir que Israel debe ser borrado del mapa geográfico de la Tierra, no sólo es imprudente, subjetivo, aislado mentalmente de las realidades del mundo sino, principalmente, expresa una política profundamente reaccionaria y fuera de toda órbita terrestre. Que haya millones de islámicos que consideren al Presidente de Irán como el más sagrado ejemplo de una política revolucionaria contra el imperialismo y el sionismo, hay que respetárselos y solicitarle o implorarla a Alá que eso se convierta en una realidad irrefutable. Sin embargo, el gobierno del Presidente de Irán, con todo el respeto que se merece y merece el pueblo iraní, no cuadra, por ningún ángulo, en un contexto de socialismo verdadero. Que me perdonen Alá y el pueblo iraní, si miento. Un régimen, por ejemplo alegando elementos religiosos, que juzgue y hasta mate a pedradas a una mujer por una infidelidad sexual mientras el hombre puede darse el lujo de disfrutar de varias mujeres nada, absolutamente nada, tiene que ver con una orientación socialista. Para Fourier, como para los marxistas, la emancipación de la mujer es la medida verdadera de la emancipación social. La prostitución, bajo ningún alegato, puede ser justificada para avalar la conducta del hombre en perjuicio de la mujer o viceversa. ¿Acaso un hombre tener varias mujeres o una mujer tener varios hombres no es prostitución?
Lo que no se puede negar debido a que el sol no puede taparse con un solo dedo, lo que debe reconocerse independiente de que no se esté de acuerdo con las políticas del gobierno iraní, es que el discurso de su Presidente fue muy realista, se ajustó a las grandes verdades que han caracterizado este mundo capitalista, precisó y denunció a los culpables de las guerras imperialistas, habló de la violación del derecho a la autodeterminación de los pueblos por parte de las grandes potencias capitalistas, señaló la responsabilidad en las crisis que sacuden al mundo y destacó el papel que deben jugar los gobiernos que quieren hacer valer su soberanía para impulsar el desarrollo de sus pueblos. Pero a los gobernantes imperialistas no les gusta que los critiquen, que les señalen verdades y, mucho menos, de su protagonismo en el caos que vive el planeta. Y si alguien, como gobernante de una nación subdesarrollada, habla de la imposibilidad de alcanzar la redención humana bajo el dominio del capitalismo, se ponen furiosos, se sienten ofendidos, se alteran y los nervios se les ponen de punta, echan fuego por sus ojos, mueven la cola de un lado a otro sin detenerla, pelan los dientes como hacen esas fieras cuando cazan a las presas más débiles de la selva. Las verdades suelen ser un arma mortal para la conciencia de los gobernantes y los representantes del capitalismo desarrollado, porque están acostumbrados a beneficiarse sólo de las mentiras que lanzan al aire para que sea la única fuente de respiración de los pueblos.
Los voceros y representantes de los países de Europa, Estados Unidos e Israel, fúricos por lo dicho por el Presidente de Irán, agarraron sus carpetas, sus lápices y se marcharon del salón de sesiones de la ONU para no seguir escuchando lo que para ellos eran ofensas y perogrulladas del mandatario iraní. Fue un verdadero acto de insolencia, de irrespeto, de grosería, de irresponsabilidad, de prepotencia, y hasta de ridiculez. No es que no sepan, sino que nunca quieren escuchar las verdades de gobernantes que ya están cansados de las tantas tropelías que cometen los imperialistas con otras naciones o pueblos. Creo, que hasta le suspendieron el permiso al Presidente de Irán para seguir teniendo presencia en Estados Unidos, lo que refleja que la ONU continúa siendo tratada como un brazo político del gobierno imperialista estadounidense. En el mundo, los grandes medios privados de la comunicación, se encargaron de justificar la insolencia de los gobernantes o representantes del capitalismo europeo, israelita y estadounidense haciendo ver que el Presidente de Irán es mucho más que un monstruo de mil cabezas malignas o diabólicas.
Por otro lado, los representates de Estados Unidos e Israel, cuando hablaba el Presidente de Palestina, dejaban salir por sus ojos todo el odio que sienten contra una causa de justicia y de hacer valer el derecho a la autodeterminación de un pueblo. Cuando el discurso del Presidente de Palestina era interrumpido por los aplausos de casi todas las delegaciones en la ONU, los voceros de Estados Unidos y de Israel y, tal vez, en menor escala las de Colombia y México, sufrían, se ponían amarillas como si les atacase el paludismo, querían salir corriendo pero no tenían la orden desde arriba de sus gobiernos, se quedaban inmóviles como si estuviesen viendo a un ser extrarrestre. Sabían que esos calurosos aplausos significaban el apoyo a Palestina y el rechazo a la política imperialista y sionista de los Estados de Estados Unidos y de Israel. Cuando terminó su discurso el Presidente de Palestina y las delegaciones se levantaron de sus asientos para aplaudir, los voceros de Israel y Estados Unidos parecían unas momias más solitarias que Robinson Crusoe en una isla del Diablo.
¿Qué significaría para bien del mundo que un día casi todas las delegaciones abandonaran la ONU como un gesto de desaprobar las políticas intervencionistas que deciden los cinco Estados que gozan, injustificablemente, del derecho de veto? Ese día será de una nueva primavera para el planeta.