España es
un Estado complejo. Con una monarquía que nadie quería, puesta por
el anterior dictador a expensas del legitimo heredero, el padre del
actual rey, pasó de la más absoluta invisibilidad (impuesta por un
pacto de silencio) a estar en todas las páginas de sucesos de los periódicos.
Ningún miembro
de esta familia española ha destacado por nada especial o inteligente,
aunque todo hay que decirlo, tienen muchos hijos y eso requiere su «esfuerzo».
Las dos infantas, Cristina y Elena, no tienen oficio conocido y sus
cónyuges no hablan muy bien de ellas sobre todo por sus aficiones superficiales
y caras. El príncipe parece una frase hecha por un muñeco al que mueven
los hilos. El rey, además de vago e indolente, jamás ha rendido cuentas
ante el pueblo español, a pesar de ser su empleado más caro. Aquella
que tenía el perfil más trabajado a fuerza de visitar pobres y besar
niños, la reina Sofía, acaba de darse un baño de ineptitud mental
al salir sonrriente con el yerno delincuente, Iñaki Urdangarín (alias
«chequemano»), en la portada de la revista más tonta entre
las tontas: ¡Hola!
Aunque parezca
difícil de entender es el Partido Popular (PP) y los media de la derecha,
principalmente El Mundo, los que están desnudando a la la familia
real española. A años luz de esta actitud está un sibilino PSOE que
siempre tapó la ineptitud y el dispendio de la familia real (es habitual
ver al rey en la Fórmula 1 o de caza en cualquier lugar del mundo sin
estar de vacaciones) y periódicos como El País totalmente plegados
al sistema imperante del cual son cómplices necesarios.
La estrella del rey «jodedor»
Juan Carlos viene cayendo desde el día que mandó callar al presidente
venezolano Hugo Chávez, a ver a quién manda callar ahora que le exigen
rendir cuentas del dinero público que se le asigna.