La Derecha acepta solamente una Izquierda testimonial, pero jamás a una Izquierda con fuerte presencia en el Parlamento o en el gobierno. Con escenario ad portas complicado y de mal pronóstico para el conjunto de la derecha (Alianza) y la centroderecha (Concertación), la situación no se resolverá electoralmente en la gastada dicotomía derecha o ‘progresismo’.
Arturo Alejandro Muñoz
ES DIFÍCIL SUSTRAERSE a los análisis y recuentos propios de todo final de calendario, y en esta ocasión ello tampoco podía ser soslayado, menos aun si luego de siete meses de movilizaciones estudiantiles pareciese que ha quedado una hilacha colgando, la cual –seguramente- volverá a encender la pradera en marzo del 2012 dando inicio a un año electoral que habrá de ser particularmente activo.
Desde hace ya varios años –décadas, quizá- la Derecha ha diabolizado a la Izquierda tejiendo en la mente de la población variadas fantasías horripilantes al estilo de novelas de Stephen King, inyectando temores severos en algunos estratos particularmente ingenuos (y en otros claramente interesados) respecto de supuestos intentos “marxistas” por negar la identidad y la libertad a quienes se dejen gobernar por un régimen “no católico pro-occidental”. Y con esa palabra –‘marxismo’- la Derecha fabricó el saco dentro del cual intenta meter a todos los impíos…incluyendo a ecologistas y ambientalistas.
En palabras simples, los derechistas hacen esfuerzos permanentes por impedir que la Izquierda deje de ser solamente testimonial, aunque incluso en esa perspectiva también les resulta odiosa, y para ello han contado con la presencia de tres elementos que –siendo franco y objetivo- permitieron alzar un muro de contención a las aspiraciones gubernamentales y legislativas de una fraccionada cantera otrora ‘izquierdista’.
Tales elementos son: la democracia protegida, el libre mercado y la globalización… o si se prefiere: el sistema binominal, el consumismo y la pérdida de identidad nacional, todo lo cual puede leerse también como “dictadura perfecta”, “endeudamiento feroz” e “individualismo”, respectivamente.
Es sabido que liberales y conservadores apuestan al mantenimiento de ese statu quo, por lo que incluso han llegado a provocar sangrientos golpes de estado a objeto de imponer por la fuerza de las armas la sujeción de una sociedad entera a las normas clasistas y predadoras preestablecidas por los mandantes y dueños del dinero.
En la otra cantera, la izquierda mueve sus piezas en orden a aproximarse a una igualdad social que aún hoy –como política de gobierno- se observa más en lontananza que en las cercanías de lo posible Desde la caída del muro de Berlín, el año 1989, el llamado “progresismo” se negó a sí mismo como portador de algún cambio. Esto fue lo que facilitó la elección de Sebastián Piñera. El ex poderoso bloque Concertación de Partidos por la Democracia gobernó durante veinte años sin cambiar nada sustancial. Por eso ahora logra menos del 20% de la aprobación ciudadana. Peor (¿o mejor?) aún, el número de electores que considera a esa coalición como un obsecuente apéndice del bloque derechista-patronal aumenta día a día.
Convengamos también que el grupo gobernante, Alianza por Chile o Coalición por el Cambio, ha descendido vertiginosamente en la aceptación de la ciudadanía, y sus niveles de aprobación no superan el 25%. La política al estilo del ‘antiguo régimen’ se está derrumbando.
Es cierto; la política al estilo del antiguo régimen” se está desmoronando y una nueva forma de encarar desafíos y problemas ha comenzado a surgir desde el seno del pueblo, específicamente desde las tribunas juveniles cuyos noveles dirigentes sorprenden cada día a la prensa -y a los mismos perennes politicastros- con opiniones, propuestas y análisis de mayor enjundia y realidad que los lenguajeados por viejos esperpentos de la demagogia y el aprovechamiento.
No sólo mayor fuerza hay en esas propuestas juveniles, sino también total representatividad de lo que la mayoría de la gente desea…por ello el poder de convocatoria de los dirigentes estudiantiles es un asunto que causa envidia y temor en los políticos de viejo cuño, o del ‘antiguo régimen’ bicameral binominal, pues estos intuyen que tarde o temprano (ojala más temprano que tarde) la rueda de la Historia dará paso a una nueva forma de estructurar nuestro desprestigiado Poder Legislativo, tal vez a través de una Asamblea Constituyente o, ¿por qué no?, redactando y aprobando una Constitución Política verdaderamente democrática que permita contar con un sistema parlamentarista que ponga término a este presidencialismo arcaico e inoficioso.
Resulta inútil luchar contra el avance de la civilización y la modernidad, tan inútil como intentar detener el paso del tiempo clavando los punteros del reloj. Todo político, sociólogo, periodista y experto en ciencias públicas tiene claro que una vez despejado el temor y la comodidad en una sociedad, la ola de cambios reales, profundos, históricos, comienza a avanzar creciendo día a día, haciendo estériles los devaneos demagógicos oficiales, e inútiles las represiones policíacas, ya que tal cual lo afirmó hace años Volpone, “el pensamiento no se multa ni se encarcela”.
Pero no todo es miel sobre hojuelas para este nuevo renacer popular, ya que nuestra juventud, cuya ingenua comodidad traducida en una ‘no participación’ que se extiende por más de dos décadas – y que permitió en gran medida el anquilosamiento de la política a través del duopolio Alianza/Concertación- aún no se convence del todo cuán relevante es su inserción en el sistema electoral…pues ella es la única (léase bien por favor), ÚNICA forma democrática y pacífica para provocar los cambios de fondo que las mayorías impetran.
Por cierto, esa forma debe ir acompañada de educación política, o educación general, especialmente hincando el diente en los aspectos de la cultura cívica que tanto han esquivado los políticos del antiguo régimen, del viejo cuño duopólico, los vástagos de la dictadura y sus mayordomos…una verdad que duele a muchos por ser precisamente eso: una verdad.
Si los jóvenes se niegan a
insertarse en el sistema electoral es porque desconfían, con justa
razón, de las tiendas partidistas. La crisis de representatividad de
los partidos políticos, su falta de enraizamiento en la sociedad real,
es una cuestión universal. Pero esos jóvenes tampoco aceptan seguir
viviendo bajo los dictámenes de este actual sistema de dictadura perfecta
delineado por patrones y mayordomos; entonces, ¿qué les queda como
opción? Sólo tres caminos, que yo sepa y entienda: bajar la cabeza
y seguir aceptando ser aherrojados por quienes no se acepta como mandantes,
o irse del país y buscar horizontes nuevos lejos de la patria, o…simplemente,
tomarse las calles y dar la lucha ‘a uña’ desde el interior del
país.
No queremos jóvenes sumisos, no queremos que se vayan… Queda la lucha. Las tareas son claras: participar,
inscribirse, crear nuevos referentes, darle un puntapié al ‘antiguo régimen’, hacer avanzar a Chile en el camino
de un desarrollo con armonía
y justicia social. Lo claro es que el 2011 termina con una batalla al
parecer ganada por el duopolio, pero con un escenario ad portas
muy complicado y de pésimo pronóstico para el conjunto de la derecha
(Alianza) y la centroderecha (Concertación). La juventud y el estudiantado
contarán con la compañía, el apoyo y la fuerza de múltiples actores
sociales que hasta ahora se han mantenido al margen de las movilizaciones.
Es lo que se viene, es lo que
susurra el 2012, año electoral. No habrá que esperar los acontecimientos.
Hay que provocarlos, acompañarlos, ser parte de ellos.
arturoalejandro90@gmail.com