Como dirigente sindical no logró sus metas. La madeja adeca en torno a la CTV y casi todo el movimiento sindical, pese la densa capa de ignorancia e inescrupulosidad de quienes ejercían el control, no le permitió ir más allá de manejar uno u otro sindicato en el área de Guayana. Eso si, como propio en él, dio cabezazos, se llenó de chichones, porque como hemos dicho voluntad no le falta, pero la pared quedó intacta. Andrés Velásquez, aquel pequeño globo repleto de gases muy livianos, dirigente etéreo, insípido y cerebro vacío, no pudo mantenerse arriba y se cayó de platanazo y con él los demás; por aquella inconsistencia a Pablo dejaron en la calle, sin muchas cosas para cubrir sus partes pudendas.
Pero Pablo, esto sí es la verdad pura, no optó por dedicarse a otras cosas que le permitiesen hacer buen uso de ese empeño, realizarse en algo, como parece estuviese encomendado, y por fuerza de voluntad suya, insistió en emerger como político exitoso en el campo de la izquierda. No pudo descifrar el significado del caracazo y se mantuvo atrás; eso sí, intentando recoger el descontento que aquello dejó, como quien reúne partes dispersas para juntarlas en beneficio propio. De repente, cuando aquel vendaval cesó, se halló con un saco en la mano lleno de cosas que le resultaron un rompecabezas indescifrable. No mucho tiempo después, advertido de lo que vendría y hasta invitado a estar de primero en las trincheras, tampoco pudo leer acertadamente el rumbo que marcaba “La Rosa de los Vientos” y sólo aquel loco tuvo que asumir la responsabilidad y decir “por ahora”, indicando el camino. De nuevo Pablo no tuvo ojos para ver ni oídos para oír y creyó suficiente, confundido en su grupo, prestar una tardía solidaridad parlamentaria.
Con los suyos, quienes no eran muchos, pues la mayoría de quienes hasta entonces les habían acompañado exigían más audacia y compromiso con lo grande, se sumaron al hombre que en la sabana había iniciado un camino en solitario y un agitar de débiles vientos que paso a paso adhería multitudes y desataba tolvaneras. Al arribar exitoso este también empeñoso soldado a su destino, Pablo, un tardío acompañante, creyó como otros ilusos, que estaba en el centro de gravitación y reclamó para sí el derecho a marcar ritmo, rumbo e intensidad de los vientos. Y se fue. Para tristeza suya, descubrió que al dar el paso de retirada, las fuerzas que imaginaba formadas a sus espaldas le dejaron marchar.
Pero ese afán no le abandona. Sus viejas prácticas de político clandestino, agitador y conspirador no le habían abandonado. Seguían con él intactas. Pero de nuevo estaba íngrimo y solo, como al comienzo. Se pasó a la acera del frente. Estuvo entre los conspiradores de abril y se le vio abandonar presuroso el palacio, al saberse que el derrocado volvía por sus fueros. Se integró al pequeño grupo 2D, coordinado por el director de El Nacional, y descubrió el placer de conspirar sin privaciones, seguro por los cuatro vientos y lleno de verdor, del mismo que toda tuerca afloja. Distinto aquel conspirar de antes, lleno de sufrimientos, andar a saltos, con la policía atrás, muchas veces sin comer ni concha, o alguna incómoda para dormir en una flaca colchoneta.
Por esos nuevos contactos y rica compañía, pudo llegar a la MUD. A esta, otra vez por esa constancia suya, impuso su precandidatura.
-“Si no me inscriben, hago como Jalisco. Voy al TSJ e introduzco una demanda de nulidad de todo esto.”
Ramón Guillermo Aveledo, razonó como suele hacerlo todo aquél que habituado está a manejar una caja registradora:
-“Coño, si eso sucede, seguro tendremos que devolver los reales a todo el mundo”.
E inscribieron a Pablo en una fingida transacción a crédito y cómodas cuotas.
En ese momento era pre candidato sin votos y con un tiro en la pata; no tenía como los demás, su visa gringa, para ir y venir como todo hombre libre.
Otra vez, Pablo puso su empeño. Habló, diligenció y lanzó aquella consigna que sirvió para que al fin inmolaran a Gadafi; llenó el país de afiches con ella. “Vamos por ti”.
Le llegó la visa justo cuando más la esperaba. Su constancia algún día debe ser recompensada. Más rápido que inmediatamente se fue a Miami, hizo las mismas cursilerías que otros, pero invirtió tiempo en jorungar en la basura. Univisión, un canal de cubanos de derecha, informó que desde México, agentes iraníes, en complicidad con funcionarios venezolanos del consulado de la ciudad que visitaba como “personaje ilustre”, conspiraban para producir un “ataque cibernético” a instalaciones nucleares gringas”.
Pablo, se dijo a sus adentros, la “ocasión la pinta calva y no puedo yo, debutar como pre candidato visitante y amigo de los gringos, dejándola pasar”.
Llamó a CNN, Univisión y otros que cual aquellos se solazan retozando en la basura, y declaró “hay que investigar a funcionario consular venezolano que conspira con Irán contra la seguridad de este país”.
Ese anunciado “descubrimiento suyo”, nada más y nada menos que precandidato de la MUD, tomó los grandes titulares y resonó fuerte en la Casa Blanca.
Ahora mismo, a Livia Acosta, cónsul venezolana en Miami, han declarado persona no grata y expulsada.
Pablo se inició con inesperado éxito en su nuevo rol. Como agente 333 y 350, preceptos constitucionales que enarboló para tumbar a Chávez, fue un fracaso. Nadie le hizo caso. Ahora como 007 gringo, se ha anotado un gol al inicio del primer tiempo.
La constancia premia sobre todo a quien dispuesto está a tirarle palos a cualquier mogote. A ese carajito, desde lejos se le veía el bojote.
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