Si Víctor Hugo viviera, tengámoslo por seguro, Sarkozy apareciera en las páginas de su famosísima obra de literatura histórica “Los miserables” como sinónimo de los Thénardier y no del señor Magdalena. Sarkozy es de ese género de políticos que una vez gruñe con rabia y toma decisiones sin pensarlas (lanzando balas a diestra y siniestra contra objetivos premeditadamente seleccionados en desproporcionada ventaja para su estrategia) y en otra, ríe como su expresión satánica de la burla escondiendo su mano para que no lo precisen lanzando piedras. El sabe que una trinchera de ideas vale más que una de piedras, pero donde las ideas están confundidas o la mayoría de una población no posee una doctrina prendida en la conciencia hecha práctica social, las balas de la muerte juegan un papel de terror y hasta de silencio sepulcral en determinados períodos de la historia alargando la opresión de los pocos sobre los muchos.
Sarkozy sabe que no está en capacidad de lograr, en su tiempo, ninguna conquista sublime porque no posee el don del atrevimiento. Ningún imperialismo puede mirar a través de los pueblos y por eso, con la mayor frecuencia y descaro, caen en la mentira negándose a reconocer verdades. Para su ventaja, cuentan los imperialistas, con las armas más sofisticadas de esta época; con poderosos medios de comunicación que se encargan de crear una matriz de opinión internacional haciendo ver a las víctimas como victimarios y a los victimarios como víctimas; con organismos internacionales y continentales incapaces, por múltiples razones o motivos, de ponerle un freno al espíritu guerrerista e intervencionista de los imperialistas; y, además, con un proletariado encasillado en el pragmatismo que defiende los intereses nacionales de sus Estados y no los internacionales que identifican el sueño de la emancipación de todos los explotados y oprimidos en la Tierra.
Sarkozy fue, por lo menos en apariencia, el artífice de la intervención militar de la OTAN en Libia. Orquestó campañas sucias haciendo que columnas de mentiras disfrazaran por poco tiempo las verdades que identificaban la esencia de su estrategia política y de sus tácticas militares. Logró que la OTAN concentrara su operación militar de arrase, genocida, intervencionista y mercenaria contra Libia publicitando sólo como epicentro la “salvación” de la población civil amenazada de exterminio por el dictador Gadhafi. Delante, lo sabe la mayoría del mundo, iban, sin necesidad de disfraz, los intereses económicos de los imperialistas indicando el norte para la custodia y control del nuevo reparto ya sacando del juego político a Gadhafi que, por cierto, ya no aplicaba políticas que afectaran los intereses imperialistas en el planeta.
Todo el arrase de infraestructuras producido en Libia por los bombardeos de la OTAN como todos los muertos producidos por los mismos fueron justificados argumentándose que Gadhafi era un dictador como si los señores Sarkozy, Obama, Cameron no lo fueran en sus naciones de acuerdo a las categorías históricas por las cuales se rigen las ciencias sociales y, especialmente, la política. Esta nos dice con mucha claridad que mientras haya lucha de clases y necesidad de Estado, ningún gobierno como ningún jefe de Estado se desenvainará de la potestad de ser dictador. El dilema es saber: ¿a favor de cuáles clases sociales gobierna el dictador?
Para que exista un dictador es imprescindible que existan las clases sociales y el Estado. Y éste, lo dice Lenin, es “…producto y manifestación de la inconciabilidad de las contradicciones de clase. El Estado surge en el sitio, en el momento y en la medida en que las contradicciones de clase no pueden, objetivamente, conciliarse. Y viceversa: la existencia del Estado demuestra que las contradicciones de clase son inconciliables”. Pero, además y entiéndase muy bien de acuerdo a la enseñanza de una ciencia política correcta y, especialmente, aquellos que juegan con los términos y confunden las misiones de las instituciones en los países. Engels nos dice lo siguiente: “Siendo el Estado una institución meramente transitoria, que se utiliza en la lucha, en la revolución, para someter por la violencia a los adversarios, es un absurdo hablar de Estado popular libre: mientras el proletariado necesite todavía el Estado no lo necesitará en interés de la libertad, sino para someter a sus adversarios, y tan pronto como pueda hablarse de la libertad, el Estado como tal dejará de existir...”. Entonces, dejémonos de pendejadas y no andemos buscándole una quinta pata al gato. La guerra de los Estados imperialistas contra Libia no fue jamás para dotar de libertad al pueblo libio sino para derrocar a Gadhafi, que fue considerado por la OTAN el adversario a vencer. Lleguemos a la inequívoca conclusión: los dictadores del capitalismo sirven a los intereses socioeconómicos de la burguesía y, muy especialmente en el tiempo actual, a la más poderosa oligárquica financiera mientras que los dictadores de una transición del capitalismo al socialismo sirven a los intereses socioeconómicos de los pueblos. Cualquier término medio, en uno u otro caso, ni es chicha ni es limonada.
Vayamos ahora a Sarkozy, quien con su mano derecha le dispara balas de la muerte a los pueblos y con su mano izquierda lanza petardos de palabras de verdadera hipocresía. Pero, es bueno aclarar, que con sus dos manos siempre actúa buscando favorecer los intereses económicos del imperialismo y no de la humanidad.
Para derrocar a Gadhafi, que según la OTAN no era su objetivo político, Sarkozy propuso y lo logró el uso de la fuerza militar de forma terriblemente desproporcionada destacándose el terrorismo de Estado imperialista. Armaron a buena parte de los libios, les despejaban las vías de comunicación, destruían la infraestructura libia, enviaban a mercenarios para cometer genocidios e imponer el miedo y terror en la población que apoyaba a Gadhafi y con descaro y cinismo negaban su participación en el derrocamiento del coronel. Todo eso lo hizo Sarkozy con su mano derecha.
Aquí viene ese maquiavelismo político del cual Sarkozy es una expresión vulgar, terrorista y sádica. En el caso de Siria, cuidando los intereses económicos del imperialismo francés, Sarkozy, a través de su Ministro de Relaciones Exteriores, le dice al mundo: que no está de acuerdo con una intervención militar desde fuera, es decir, ni de la ONU ni de la OTAN, argumentando que “Eso agravaría la situación, tanto más cuanto que no habrá decisión del Consejo de Seguridad”. Eso lo hace Sarkozy con su mano izquierda, la hipócrita y demagógica. Pero en todo caso, ojalá que los gobernantes imperialistas pensaran siempre así, aunque sea hipocresía, y no den el paso de su intervencionismo armado en los asuntos internos de otras naciones, pero esto es una utopía incluso pensarlo.
Muy pronto se realizarán las elecciones para elegir al nuevo Presidente francés. Sarkozy lo sabe y quiere repetir. Como no existe, de manera visible, ningún síntoma de que arda Paris, Francia se encuentra aparentemente tranquila lo que deja ver el éxito de la derecha política en los procesos electorales en Europa. Mientras tanto en el mundo se produzcan rebeliones que no traspasen las fronteras del nacionalismo el imperialismo no sufrirá de fuertes dolores de cabeza.