Alrededor de un pequeño radio viejo, un grupo de compañeras y compañeros del pueblo, escuchábamos el discurso de posesión del presidente Juan Manuel Santos.
¡Puro bla bla bla!, murmuro el compañero indígena, Eloy Izquierdo Solís.
¡Los mismos con las mismas!, grito la negra Juana Julia desde la cocina.
En esas estábamos, cuando de repente ¡Oh, sorpresa!, aparecieron como por arte de magia, dos hermosas palabras: CONCORDIA y PAZ. Palabras que no son cualquier palabra. Ellas expresan el sueño de vida de un pueblo, que por siglos, ha sufrido la explotación y la opresión.
¡Ver para creer!, exclamo desde el taburete de sus dudas el viejo Tomás y dándole el último jalón a su tabaco, se fue alejando con un suspiro de ironía: ¡amanecerá y veremos!
No alcanzo el amanecer. El frágil cascaron de la demagogia no resistió la fuerza de la realidad, terrible realidad del capitalismo: Filas de millones y millones de colombianas y colombianos hambreados, desempleados, enfermos, sin tierra, mal vestidos y sin educación. Detrás, de ese mi pueblo indefenso, cual endemoniados perros enfermos, soldados, policías y paramilitares con fusiles y motosierras persiguiéndolo, encarcelándolo, torturándolo, desapareciéndolo, masacrándolo, falsopositiviándolo, desplazándolo y despojándolo. Entre tinieblas, flotando en la nube de billetes ensangrentados de su egoísta crecimiento económico, festeja la oligarquía. Luis Carlos Sarmiento Angulo, en un año, logro amasar una fortuna de 6 (seis) millones de dólares, mientras ese mismo año el pobre Juan albañil debió “hacer tripas corazón” para sobrevivir con miserables tres mil dolaritos.
En Colombia, canturriaba un borrachito, “todos somos iguales ante los ojos de Dios, pero cuando esta dormido… toc toc toc toc toc toc ¡DESPIERTA PAPA DIOS QUE TE COGE EL DIA!”
La Paz es posible. ¡Claro!, pero, para que esa posibilidad se haga realidad debe darse una condición fundamental: LA JUSTICIA SOCIAL. Éste elemento en el sistema de producción capitalista no aparece por ningún lado.
Mi abuelo solía decir: ¡Quien no quiere a la mamá, no quiere a la hija! Pues bien, ¡La Justicia es madre de la Paz!
Ojalá en mí país ocurra el milagro, porque así como van las cosas, en palabras de Simón Bolívar, podemos decir: ¡Salimos de la Zorra y entramos en el Cuervo!
A propósito del discurso presidencial, recordemos las palabras con que el Doctor Jorge Eliecer Gaitán finalizó su célebre Oración por la Paz: “Os decimos finalmente, Excelentísimo Señor: Bienaventurados los que entienden que las palabras de CONCORDIA y PAZ no deben servir para ocultar sentimientos de rencor y exterminio.
¡Malaventurados los que en el gobierno ocultan tras la bondad de las palabras la impiedad para los hombres de su pueblo, por que ellos serán señalados con el dedo de la ignominia en las páginas de la historia!”.
En cuanto a mí, a pesar del odio que me tiene el Imperialismo y la oligarquía por mi canto de pueblo, quiero en vez de un fusil en mis manos llevar una flor: La razón de ser de mi vida es la lucha por la Paz, pero la Paz con JUSTICIA y AMOR. Cualquier otra Paz: NO ES PAZ.
¡Amando Venceremos!
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