Durante décadas, la banca española absorbió la mayor parte de la riqueza del Estado español, obteniendo fabulosos beneficios. Pero en 2008 el sistema financiero euro norteamericano quebró. Entonces se acudió a su rescate, saqueando las arcas públicas para salvar a los bancos –y que estos pudieran seguir repartiendo beneficios a sus accionistas-. Ello provocó que quienes entraran en “números rojos” fuesen los propios estados, cuyos déficits se dispararon.
Pero ¡no hay problema! Los bancos prestaron a los gobiernos el dinero que les hacía falta para seguir funcionando. ¿Qué de dónde sacaron ese dinero a prestar a los estados? Muy fácil: de los propios estados, bien directamente con los “rescates” a la banca, bien a través de la “barra libre” del Banco Central Europeo (BCE). El negocio es redondo: consiguen miles de millones públicos al 1% y los prestan a los gobiernos al 4%, al 6% o al 17%. Y sin despeinarse. Con lo que las deudas de los estados crecen y crecen sin parar, y ya tienen que pedir prestado a los bancos (alias “los mercados”) para poder pagar los intereses a esos mismos bancos.
Se preguntarán ustedes por qué no presta directamente el BCE a los gobiernos al 1%. Razonable pregunta que le convierte a usted en “antisistema” (un jodido comunista, para entendernos). El truco está en una directiva (ley) europea que prohíbe expresamente que el BCE pueda prestar dinero a los estados. ¿A quién se le ocurriría semejante cosa? Efectivamente: es lo que está pensando.
Pero claro, el BCE no puede seguir “imprimiendo” billetes (virtualmente) de forma indefinida. Eso devalúa el euro. Y los banqueros quieren dinero que valga, no unos papelitos de colores cada vez con menos valor real. Así que hay que seguir sacando dinero de donde hay, esto es, del común de los mortales y de sus arcas (públicas). Para pagar a los bancos hay que dejar de pagar a empleados públicos. Hay que dejar de gastar en Sanidad o Educación. Y en servicios sociales. No, en armamento no recortan, que siempre les puede hacer falta.
Lo malo es que apretando el cuello a la gallina de los huevos de oro, ésta no va a poner más huevos. Queriendo cobrar a toda costa, estrangulan los países. Cae el consumo, cae la producción, se genera menos valor, hay menos de dónde sacar. Se les da igual. Como Shylok en El mercader de Venecia, exigen su libra de carne.
Mientras tanto, los estados siguen funcionando como máquinas implacables al servicio de los bancos. El Estado español, por ejemplo, ya les lleva avalados 100.274 millones de euros, lo que representa el 10% de su Producto Interior Bruto (PIB). Lo malo es que, cuanto más se destinan recursos públicos a los bancos, más empeoran los problemas de liquidez de estos. En sólo un año, los avales españoles a la banca han crecido un 33%. El actual Gobierno tuvo que ampliar el programa de avales del Estado durante todo el año 2012 hasta un máximo de 196.043 millones de euros.
En conjunto, y desde 2008, la Unión Europea (UE) ha destinado cuatro billones de euros a salvar sus bancos. ¿Va mejor la cosa? ¿Alguna perspectiva de salida de la crisis? Al contrario: semejante volumen de ayuda ha conducido a la recesión a la mayoría de los países europeos.
La mayoría de los dirigentes de la UE es consciente de que el barco se hunde, y de que las medidas de salvamento de la banca a base de ajustes solo agranda la vía de agua. Pero como su ideología les impide ver más allá, se autoconvencen de que, aunque “a corto plazo” están hundiendo cada vez más el barco, “a largo plazo” esperan que éste salga a flote. ¿Cómo? No saben. Pero confían en un milagro. En palabras del ministro español De Guindos, “de todas las crisis se sale”.
Claro que, como decía Pedro Brenes, “de todas las crisis se sale, menos de la última”. O sea.
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