Los Santos guerrilleros de Colombia

Los tiempos cambian, las personas también. Todo está en movimiento, todo tiene su contradicción por dentro y también su tercer excluido, todo cambia menos la mentalidad del que explota a otros para disfrutar de los dolores ajenos. A esos son los que hay que arrancarles el poder de las manos para que la historia marche por la ruta de un porvenir próspero para toda la humanidad.

 El Presidente Santos, por un lado como echándole fuego a la candela, dijo a los inversionistas españoles: “Aquí no expropiamos”. Cualquiera con medio dedo de frente se percata que es tirándole balas a Chávez, a Evo y un poquito a Cristina. Y por el otro, como contrariándose a sí mismo sin darse cuenta, le narró al periodista Cala que su familia fue guerrillera, lo cual lo hacía sentirse muy orgulloso y feliz. Ciertamente, el Presidente Santos es tataranieto de la heroína colombiana, muy famosa por cierto, Antonia Santos, cuyo nombre y apellido identifica varios lugares de Colombia (especialmente de carácter popular) y llenó de gloria muchas páginas de la historia colombiana.

 Doña Antonia Santos, la heroína de la Independencia colombiana, pertenecía a una familia con sangre independentista aunque en ese tiempo, como es lógico, desconocía que posteriormente nacerían Santos de mucha fidelidad a los imperialistas capitalistas, como nuevos colonialistas del planeta.

 Doña Antonia Santos jugó un papel importante en la solidaridad con la guerrilla de Coromoro que apoyaba al Ejército de los patriotas en la Campaña Libertadora de 1819 contra España. La hacienda El Hatillo, propiedad de doña Antonia Santos, era un verdadero centro neurálgico donde se debatían y se fortalecían las ideas independentistas y, fundamentalmente, aquellas que se materializan como gesto de solidaridad revolucionaria. Entre los comandantes de la guerrilla de Coromoro estaba el hermano de doña Antonia Santos, Fernando Santos. Precisamente, esa guerrilla fue la que se ocupó de cerrarle el avance a las fuerzas enemigas en Pantano de Vargas y Boyacá de manera que las tropas españolas en esos lugares no recibieran auxilio de sus compañeros. Eso contribuyó de forma esencial al triunfo de los patriotas en las batallas antes mencionadas.

 El 12 de julio de 1826 es hecha prisionera doña Antonia Santos, su hermano Santiago Santos, otros familiares y personal que trabajaba en su hacienda, por los guardianes de los verdugos de España, bajo el mando del capitán Pedro Agustín Vargas. Era un tiempo en que los colonizadores realizaban juicios sumarísimos para evitar, por un lado, estallidos rebeldes inmediatos en procura de liberar a los cautivos y, por el otro, generar terror que motivara sumisión en el pueblo ante los designios del opresor.

 Doña Antonia Santos fue condenada a muerte el día 16 de julio y materializada su ejecución el 26 del mismo mes en una plaza pública. Junto a ella, igualmente, fueron ejecutados o, mejor dicho, asesinados los próceres Isidro Bravo y Pascual Becerra. Los verdugos creyeron que iban a aterrorizar a la población y garantizarse un silencio eterno de la misma, pero en verdad lo que lograron fue estimular nuevos estallidos sociales, creación de más movimientos guerrilleros que, incluso, algunos actuaron en nombre de doña Antonia Santos.

Lo cierto es que el Presidente Juan Manuel Santos enarbola y justifica la lucha de sus familiares en guerrilla contra los explotadores y opresores españoles de ese tiempo en que la Independencia era el gran objetivo estratégico y político de las naciones o pueblos de América Latina y el Caribe. Jamás saldría de la boca del Presidente Santos términos para descalificar a sus familiares que fueron insurgentes o guerrilleros en la lucha contra España, tales como: bandoleros, terroristas, delincuentes, asesinos o mercenarios como lo hace constantemente contra los guerrilleros que luchan contra la oligarquía colombiana y contra el imperialismo, fundamentalmente, estadounidense.  De esa forma la salsa que es buena para la pava no es buena para el pavo, según el Presidente Santos. Aunque los tiempos se parezcan en algunos hechos importantes de la historia, la mentalidad de los hombres y mujeres para juzgar a aquellos siempre será muy variable. Habrá que esperar, tal vez, décadas o hasta más de un siglo para saber cómo los hombres y mujeres de ese tiempo juzgarán a los insurgentes actuales de Colombia. Quizás, habrá algún Santos encaletado que los tilde de delincuentes, terroristas, asesinos, bandoleros sin percatarse que el mundo ha cambiado casi por completo gracias, entre otras cosas, al sacrificio de los guerrilleros de este tiempo.



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Freddy Yépez


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