Una anécdota-enseñanza del comandante Tomás Borges

No recuerdo ni el año ni el mes pero bajo el Gobierno del doctor Luis Herrera fue Ministro del Interior el doctor Montes de Oca, un larense muy conversador y de trato muy respetuoso y afable. Esa es la verdad, que debe ser reconocida independiente de su vocación ideológica socialcristiana. El Gobierno del doctor Luis Herrera invitó a visitar Venezuela al comandante Tomás Borges, al célebre comandante Cero (Edén Pastora) y al poeta y sacerdote Ernesto Cardenal. La Revolución Sandinista estaba en su pleno apogeo. Los contras aún no habían salido al ruedo con sus tropelías y servilismo incondicional al imperialismo estadounidense.

 Entre las diversas actividades del comandante Tomás Borges, un poeta prestado a la política en tiempo de guerra y también en tiempo ni de paz ni de guerra, estuvo un diálogo con todas las organizaciones, partidos o fuerzas de la izquierda venezolana. El vocero de de éstas fue el maestro Luis Beltrán Prieto Figueroa.

 El diálogo estaba pautado para las diez de la mañana. El salón de cita estaba completamente lleno de camaradas de ambos sexos, edades y colores. Llegó la hora prevista y no apareció el comandante Tomás Borges. El protocolo quedó roto, pero los camaradas decidieron esperar otro rato. No era la Caracas de entonces un escenario de tráfico insoportable. Se hicieron las doce y nada del comandante Tomás Borges. El maestro Prieto leía y leía con una paciencia del que sabe que las cosas llegan en su momento. Los demás camaradas conversaban en grupos y entre ellos la incertidumbre actuaba sin convencer a nadie para que se retirara de la cita que todavía no se había producido. Ningún camarada argumentó tener hambre para abandonar el salón. El maestro Prieto seguía leyendo y enriqueciendo sus múltiples conocimientos.

 Como a las dos de la tarde alguien anunció: “Viene haciendo su entrada el comandante Tomás Borges”. Todos los camaradas nos pusimos de pies y aplaudimos a aquella diminuta figura física pero inmensa en valores y conocimientos. El comandante Tomás Borges se presentó con su traje verde olivo de guerrillero y al colocarse al lado del maestro Prieto Figueroa se notaba una enorme diferencia de tamaño físico. El comandante muy pequeño y el maestro muy alto. Todos los camaradas, luego de aplaudir emocionados, nos volvimos a sentar bajo un silencio ansioso de escuchar al distinguido invitado.

 Hizo uso de la palabra una camarada que no recuerdo su nombre. Su misión era darle el saludo de bienvenida a nombre de todas las organizaciones políticas reunidas en el salón para el diálogo antes de que el maestro Prieto Figueroa hablara políticamente en nombre, igualmente, de todos los asistentes, quienes representaban a las fuerzas revolucionarias venezolanas. Sólo faltaban representaciones de aquellas organizaciones políticas que en ese tiempo se mantenían en la clandestinidad.

 La camarada comenzó a nombrar una por una las organizaciones políticas de izquierda presentes. No recuerdo cuántas fueron, pero –valga la redundancia- fueron muchísimas. Luego habló el maestro Prieto y sus palabras fueron emotivas. El sabía hablar con un a enorme capacidad o dominio de la ciencia política. El comandante Tomás Borges lo miró, casi sin pestañear, escuchándolo. Al concluir, lo aplaudimos como se merecía: con mucha admiración.

 Le tocó el turno al comandante Tomás Borges. Nos miró a todos. Parecía como si desde los adentros de sus ojos nos pulverizaba con fuego. Ni siquiera la más leve sonrisa se dejaba ver en sus labios. Parecía como si en ese momento todo el pensamiento del mundo cabía en un grano de maíz. Hizo un gesto: levantó su mano derecha y comenzó a dejar salir palabras de su boca. Nos dijo, más o menos esto: “Yo quería conversar con la izquierda venezolana, pero al escuchar nombrar tantas y tantas organizaciones, ya no tengo ese deseo y prefiero decirles unas pocas cosas sobre la experiencia de Nicaragua. Nosotros fuimos a una guerra revolucionaria, vencimos luego de muchos sacrificios y ahora estamos en el poder. Las pocas organizaciones, tres, existentes nos unimos en el Frente Sandinista y eso nos hizo la lucha mucho más fácil y mucho más exitosa. Si en Nicaragua hubiese existido la cantidad de organizaciones revolucionarias que tienen vida política en Venezuela, jamás hubiésemos logrado el triunfo. Para nosotros, los nicaragüenses, el enemigo exterior es uno: el imperialismo y el enemigo interno era la burguesía nicaragüense y su Gobierno, el de Somoza. No entiendo el por qué la izquierda venezolana está tan dividida si el enemigo externo es el imperialismo y el interno la burguesía venezolana…”

 Todos los presentes nos miramos como queriéndonos decir unos a los otros y los otros a los unos: nos han regañado porque estamos errando sin inventar. Algunos de los camaradas presentes llegaron a pensar que el comandante Tomás Borges, desde allí en adelante, tendría alguna influencia en el pensamiento de la izquierda venezolana. Estamos en el 2012 y no ha sido así. Ni siquiera el comandante Chávez, verdadero líder de la izquierda en este tiempo, ha podido lograr que los centenares de grupos u organizaciones de izquierda que existen en Venezuela, se cohesionen y se cree una sola organización política. El futuro demanda la unidad orgánica de las fuerzas revolucionarias, pero ya el comandante Tomás Borges no vive para apreciarlo con sus propios ojos. ¡Gloria eterna al comandante Tomás Borges!



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Freddy Yépez


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