Son como los gatos, decía no recuerdo qué película italiana: nacen para tigres, pero se quedan chiquitos. Se llama reformismo. Le pasó al MAS: no hagamos la revolución para que no nos repriman para poder hacer la revolución, que no debemos hacer para que no nos repriman y así hasta este menos del 1% en que languidece. Es la justificación que invoca el perfecto saltador de talanqueras (http://j.mp/mXfC4Z), luego de años y años de ademanes y muecas destemplados. «Si te comportas como el enemigo, eres el enemigo» (Luis Alberto Lamata). Sí, es triste. Pasan el final de su vida justificándose, haciendo más señas que el Penado 14 (http://j.mp/IUM96N).
Lo vivimos en Venezuela. Luego de décadas de pataletas, malcriadeces, faltas de respeto, Acción Democrática terminó entregándose a la tan odiada oligarquía que la derribó en 1948, cuando ignominiosamente depusieron a Rómulo Gallegos. Y al Imperialismo, que fue quien guio aquellas acciones, «parecidas igualitas» a las actuales, como el mismo Gallegos declaró a su llegada a La Habana. Betancourt se instaló en Washington para negociar su regreso a cambio de lo que ya sabemos. Así y todo le alcanzó el armisticio para encargar a Juan Pablo Pérez Alfonzo de armar la OPEP. La historia es compleja, niños.
Pero para hacerse perdonar su pasado comunista e izquierdoso, tuvo que torturar y matar a sus viejos compañeros de viaje, incluso algunos de su propio partido. Hubo convulsión y drama, porque la juventud se fue del partido, formó el Movimiento de Izquierda Revolucionaria y se fue a la guerrilla, donde fue derrotada, se fusionó con el MAS y hoy es polvo cósmico. Se fue de AD también el petulante movimiento ARS, llamado así por el lema de esa agencia publicitaria: «Permítanos pensar por usted». Hoy está en notas al pie, si acaso. Algo queda del Movimiento Electoral del Pueblo. Y de Acción Democrática sobreviven un residuo y los sandungueros insultos de Henry Ramos Allup.
¿Qué va a pasar con François Hollande? Ha dicho que tiene un enemigo sin cara y no electo: las finanzas. Ha tomado algunas medidas simpáticas y quiere ser un presidente «normal», es decir: «No me gustan los honores, los protocolos ni los palacios. Reivindico la simplicidad, que no es modestia, sino la marca de una auténtica austeridad. Me gusta la gente, cuando otros están fascinados por el dinero». No está mal pero aún le falta para ser un proyecto político.
Por eso digo a mis amigos franceses que lo rodeen y lo protejan del engranaje financiero e industrial militar, del que Francia es uno de los centros mundiales.
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