Santa Bárbara Bendita: golpe de Estado en Colombia

 

Todas las naciones de América Latina y el Caribe, por lo general, han sido víctimas de golpes de Estado y de intervenciones armadas del Gobierno de Estados Unidos. Unas más que otras. Colombia ha sido una de ellas y de muchas guerras intestinas. Sin embargo, desde Rojas Pinilla hacia acá, como fruto del incremento constante de la violencia social interna y de un fuerte movimiento insurgente con una vasta experiencia de lucha política-militar, los oligarcas y los militares colombianos se han cuidado de no andar preparando e inmiscuyéndose en golpes de Estado. Por lo demás, desde la Casa Blanca les han orientado en no caer en la tentación inmediata del golpe de Estado como recurso político-armado para solventar contradicciones con el gobierno de turno, porque eso podría favorecer tendencias políticas que cuestionan, esencialmente, a los liberales y conservadores que gobiernan a Colombia incluso bajo ropajes aparentemente demás izquierda que de derecha.

 Los gobiernos en Colombia han sido muy incondicionales a los intereses del imperialismo y le han garantizado a éste negocios súper millonarios en detrimento del pueblo colombiano. Por eso la Casa Blanca ha dejado de estimular el golpe de Estado y, además, le tiene temor a un incremento cuantitativo y cualitativo de la insurgencia para evitar influencia más allá de las fronteras colombianas. Por eso en Colombia un Presidente de derecha y oligarca de la nación se puede dar de la mano con un Alcalde de Bogotá que pregona supuestas ideas izquierdistas. En Colombia se combina cierto liberalismo político con el conservadurismo ideológico. Eso le garantiza el statu quo socioeconómico que le caracteriza actualmente.

 El expresidente Uribe, sin duda, goza de mayor influencia en los militares que el propio Presidente Santos, aun cuando éste nació en cuna oligárquica. El haberles otorgado tanta impunidad para matar, hizo creer –fundamentalmente- al generalato que era especie de villa de dioses naturales intocables. Ciertamente, el expresidente Uribe se cuidó siempre de no colocar a un Ministro de Defensa que tuviera cara de niño como sí lo ha hecho el Presidente Santos. Eso choca con las arrugas de los generales que tienen, incluso algunos, hijos mayores de edad que el Ministro actual.

 No han ladrado los gatos ni han aullado los perros en Colombia pero si se han producido rumores de movimientos clandestinos de sables. Y esto refleja, por lo menos, un anhelo de golpe de Estado. Los generales, especialmente ya retirados, le tienen arrechera al Presidente Santos no porque éste haya dejado de combatir militarmente a la insurgencia (cosa que no es cierta) sino, especialmente, por sus relaciones diplomáticas con el Presidente y camarada Chávez. Los generales colombianos, en su mayoría siguen amando la guerra en la misma proporción en que odian la paz. Si ésta triunfara, casi todos serían sentados en el banquillo de los acusados, donde se darían de la mano con algunos obispos, políticos y empresarios, para ser juzgado por crímenes de guerra.

No han bastado los festejos, las orgías y celebraciones de victorias por parte del Gobierno del Presidente Santos para estar conformes muchos generales, activos y pasivos, de que con la muerte por bombas y balas de tres miembros del Secretariado y de forma natural el comandante en jefe Manuel Marulanda, sea suficiente para cantar loas de visto bueno al mandato del oligarca. Quieren más muertes, más sangre, más llanto en el campo insurgente y menos sudor en las fuerza armadas colombianas. Los generales golpistas quieren contar el incremento de sus riquezas sobre una abultada suma de cadáveres de la insurgencia. Si Diderot planteaba que había que colgar al último rey con las tripas del último cura, muchos generales y oligarcas colombianos  piensan que hay que asesinar al último guerrillero con las balas del último insurgente desmovilizado.

El mayor general en retiro Eduardo Santos Quiñones expresa el sentimiento de varios generales y oficiales tanto en condición de retiro como activos. Creer que es una locura su opinión sobre la necesidad de cambiar al Presidente Santos mediante un golpe de fuerza es un gravísimo error, porque más bien se corresponde con la verdadera idiosincrasia de militares venidos de cunas muy ricas. El general, en representación de otros que se mantienen ocultos, se siente herido en su alma por el fallido atentado al exministro Fernando Londoño, apellido muy influyente en la reducida “sociedad” que determina, junto a los señores imperialistas, las políticas que son aplicadas por el Estado colombiano y, más concretamente, por el Presidente de la República. El grupo de militares adversos a Santos y, seguramente, fiel admirador del expresidente Uribe, quieren un mandatario de verdad como si Santos no fuese un fiel expositor de los intereses de la oligarquía financiera de Colombia. Quieren poner las cartas sobre la mesa y sacudirse de Santos, porque es imprescindible que la línea de mando en el Estado sea respetada siempre de abajo hacia arriba.

Critican que el Presidente Santos no está haciendo un buen gobierno. ¡Santa Bárbara Bendita: ¿qué será un buen gobierno para militares como Santos Quiñones? Un ejemplo basta para ilustrarnos la perversión mental de militares como Santo Quiñones: en sus alegatos contra el Presidente Santos, que por cierto no es santo de mi devoción, expresa el general su odio y su irracionalidad demoníaca contra los indígenas y llama a reprimirlos y juzgarlos para que no se atrevan a luchar por sus intereses populares mientras que por otro lado elogia a los campesinos y no deja de hacer un llamado para acabar con mucha gente. ¡Santa Bárbara Bendita!

Bueno, toca al pueblo colombiano decidir su destino sin desconocer las circunstancias internacionales que influyen en las nacionales. Desde hace algún tiempo he venido exponiendo que se está acercando el momento en que los sables volverán victoriosos como bonapartismo en países subdesarrollados, avalado por nazismo en las naciones imperialistas, pero no se olviden ni los bonapartistas ni los nazistas que de seguro les saldrá el tiro por la culata y las rebeliones populares izarán la bandera del socialismo sin fronteras. Y entonces se acabarán para siempre, mientras la sociedad aprenda a administrarse por sí misma, los Santos, los Uribe y los Santos Quiñones como políticos y como militares.



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Freddy Yépez


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