A las pocas semanas de haber sido elegido el señor Rajoy como Presidente de España se produjeron gigantescas manifestaciones, donde una de sus consignas fundamentales era: “Rajoy: eres un inútil”. El término “inútil”, es lógico interpretarlo, como una actitud de gobernar contraria a los intereses esenciales de la mayoría del pueblo español. Eso, sin que fuese Presidente el señor Rajoy, no era nada extraño para esos miles de miles de manifestantes que ahora lo gritan a todo pulmón o cañón. Nadie de los manifestantes puede decir que descubrió el agua tibia y, tal vez, pocos quedan exonerados de culpabilidad por no haber hecho mucho o poco responsabilidad para haber evitado que el señor Rajoy ganase la Presidencia de España. La abstención política, a mi juicio y respeto la posición política de los indignados, favoreció al señor Rajoy para que gobierne en provecho de la oligarquía española, los monopolios imperialistas y la monarquía de España.
En este tiempo, como en cualquier otro, de muy poco sirven las protestas, por muy multitudinarias que sean, si no se tiene un programa definido por el cual luchar con un objetivo final específico; pero ello igualmente implica, necesariamente, un sistema de organización política que lo abandere, que esté al frente de la lucha por conquistarlo y, al mismo tiempo, tenga claridad en las consignas como expresión de su línea política concreta de las realidades. Los sucesos en el Medio Oriente nos enseñan que se puede derrocar un Gobierno dejando intacto el status socioeconómico imperante. Eso es una solución política chucuta que no rompe con los órdenes de la explotación y opresión de clases, aunque traiga algunas mejoras de democracia burguesa que siguen corriendo riesgo, mientras no exista socialismo en el mundo, de ser nuevamente arrebatadas al pueblo por el Estado burgués.
La consigna “Rajoy: eres un inútil” es más abstracción que concreción aunque las multitudes que protestaron en varias ciudades importantes de España la hayan usado al mismo tiempo o de manera simultánea. Y eso es así mientras las manifestaciones sean simples demostraciones de descontento y no de fuerzas activas en el proceso de la lucha de clases. En España, son millones los trabajadores divididos, esencialmente, en tres tendencias que al final coinciden –sin andar siempre juntas y con diferencias por supuesto- en la defensa del status capitalista: una, la que apoya al Partido Popular (PP); otra, la que asume la línea política del Partido Socialista Obrero Español (PSOE); y la tercera, la que gira en torno a los factores de la Izquierda Unida, incluyendo al Partido Comunista Español (IU), y que viene siendo la minoritaria. Los Indignados agrupan a una importante masa de desempleados que viene siendo mayor, por separado, que la masa de trabajadores del PP o del PSOE o de la IU.
El término “inútil” abarca un sentido contrario al de “útil”. El señor Rajoy será un inútil en el sentido de no producir políticas económicas que traigan como consecuencia una satisfacción masiva de las necesidades de las mayorías sociales; en no generar empleos para reducir los niveles de injusticias y desigualdades que caracterizan a la sociedad española; en no crear un sistema de verdadera seguridad social para el pueblo español; en no garantizar fundamentales servicios públicos, subsidiados por el Estado, para las clases y sectores más afectados por la economía capitalista. Pero nadie puede negar que el señor Rajoy sea útil para los intereses de la oligarquía española, los intereses del imperialismo foráneo y de la monarquía de España.
Ahora no basta con lanzar o gritar la consigna “Rajoy: eres un inútil”. Así se puede llegar a una esquina o una plaza pero no más. El Estado posee mecanismos para hacer que los protestantes se cansen, se dispersen y hasta se silencien, tal como está aconteciendo actualmente en España y en otras regiones donde protestaron millones y millones de indignados.
Ya las plazas quedaron desoladas, las calles con los transeúntes de siempre, las fábricas bajo la normalidad de la explotación al obrero, las universidades ocupándose sólo de su academia, los campos sembrados donde dominan los latifundistas, y los millones y millones de indignados guardando reposo en espera que el “inútil” señor Rajoy llame a algunos para abriles puertas de empleo. Mientras tanto, de manera clandestina, seguramente el Rey continúe cazando animales que están a punto de extinción.
Si no entendemos que el mundo actual sigue estando regido por una lucha de clases más sofisticada que antes; que la propiedad privada sobre los medios de producción continúa siendo un factor decisivo en la economía y el Estado, que sobre ella se levanta, decisivo en la política, seguiremos dándonos tropezones como la danta o metiendo la cabeza entre las piernas como el avestruz y de esa manera pasaran lo acontecimientos frente a nuestros ojos como si fueran duendes sobre nuestras cabezas sin darnos cuenta de ello.
El señor Rajoy no es el “inútil” que gritan los indignados, porque si no nos organizamos, si no nos proponemos crear un programa de lucha política y no tomamos decisiones de combate en la lucha de clases, tengámoslo por seguro, que los inútiles seremos nosotros los que ansiamos un nuevo mundo y nada concreto hacemos por verlo hecho realidad. Sólo una lucha de clases (especialmente del proletariado contra la burguesía), del pueblo contra el capitalismo, puede convertir a los gobernantes burgueses en inútiles cuando ya no puedan seguir gobernando como antes y el pueblo no quiera que lo sigan gobernando como antes. Entonces, los vencedores serán los útiles. Mientras un Gobierno burgués sea estable, no corra riesgo de caer, tenga el mango de la sartén agarrado con su mano, no será inútil en la práctica aunque lo grite una consigna. Sólo cuando se tambalee, se le doblen las rodillas y las masas populares lo ponga en jaque mate, será verdaderamente inútil.
Podemos estar seguros que el camarada Chávez es tildado de inútil por oligarcas y políticos conservadores pero por la mayoría del pueblo venezolano y de otros pueblos lo reconocen como útil por sus políticas de beneficio social. La política de clases es así y no de otra manera.