Desde el Asalto al Cuartel Moncada, en aquella Cuba cañaveral del mes de julio de1953, se está matando a Fidel. En aquella oportunidad, una vez fracasada militarmente la toma del más importante cuartel de Santiago de Cuba en aquel entonces, la muerte de Fidel fue anunciada por el oprobioso golpista Fulgencio Batista. Fidel, estaba vivo y coleando. Su muerte ha sido el gran sueño estratégico, después del asalto histórico del Cuartel Moncada, de sus grandes enemigos internos y externos. Fidel ha sido un hueso demasiado duro de roer.
La historia humana es, entre otras cosas, unas generaciones que mueren y otras que nacen, unas personas que mueren y otras que nacen, unos líderes que mueren y otros que nacen. Sin duda, Fidel tiene que morir como morirán, cada uno en su momento, todos los que sueñan que el gran líder y estadista revolucionario muera o le han deseado la muerte. Nada es eterno en la vida. Todo lo que nace es digno de morir, lo dijo Goethe y no Marx. Jesucristo resucitó en la mente de personas pero no en la realidad. Todo lo que muere se descompone y nunca jamás se vuelve a componer para resucitar. Fidel, cuando muera, no va a resucitar en la vida material pero sí resucitará espiritualmente en cada Revolución donde el proletariado conquiste el poder político para construir el socialismo. Esa es la gran ventaja histórica del camarada Fidel. De los que le desean su muerte, la aplastante mayoría a los nueve días de sepultados nadie se acordará de ellos. Así es la muerte para el común y corriente que anda deseando la muerte de líderes revolucionarios.
Son pocos de los grandes líderes históricos de la Revolución Socialista que pueden decir como Neruda: “Confieso que he vivido”, en el sentido del tiempo, de la edad. Por lo general, suelen morir por debajo o un poco más de los 60 años de edad. Fidel tiene 86 años pero a diferencia de otros grandes líderes, por lo menos a nivel de América y para juzgarle en el tiempo, habría que tomar en consideración que durante, por lo menos, medio siglo durmió un promedio de cuatro a cinco horas por día. Y también, a diferencia de otros grandes líderes, a Fidel le tocó no sólo concentrarse durante horas y horas al día en las múltiples y complejas problemáticas que le tocó vivir a la sociedad cubana en los comienzos de la Revolución y en muchos años posteriores sino, igualmente, invertir gran parte de su pensamiento y su acción en una lucha constante contra el intervencionismo imperialista para derrocarlo, en salir airoso de los centenares de atentados que le hicieron para matarlo, en dirigir a los internacionalistas cubanos que tuvieron que entrar en guerra en varias regiones del planeta por la liberación de pueblos hermanos. Na guará. A Fidel le tocó un tiempo de papa dura, muy dura, durísima. Y eso que no sumo o agrego su dedicación a resolver situaciones difíciles en períodos especiales.
Me encontraba escribiendo, no recuerdo el día de la semana pasada, cuando recibí una llamada de un camarada y amigo. Me dijo: “Camarada: prepárese un buen artículo, porque el comandante Fidel está agonizando”. No me sorprendió la llamada, sino lo que me dijo. Me quedé por un momento pensativo y reaccioné buscando a través de internet alguna información pero no encontré. Luego, me levanté del asiento frente al computador y fui a pedirle el favor a Geraldine, una hija de 4 años que estaba viendo un programa de comiquitas, que me permitiera poner el canal 45 para buscar una información. Lloró de rabia pero logré quitarle el control y poner el canal y nada. Después le envié mensaje al camarada Felipe Rocha preguntándole si sabía algo sobre la agonía del camarada Fidel, porque lo que él no sabe –valga la redundancia- no lo sabe nadie. Me respondió inmediatamente diciéndome que había leído la última reflexión de Fidel, por lo cual deducía que la noticia era tan falsa como farsa.
No sabía que Fidel no aparecía en público desde marzo. Y cuando un personaje de la Historia tan importante, como lo es él, no aparece en público durante algunos meses continuados sus enemigos –esencialmente- comienzan a maquinar sus sueños deseando se les hagan realidad. Y esa realidad es la muerte. Una vez más los sueños se les vuelven utopías. Es allí cuando le dan rienda suelta a la imaginación, a la fantasía y anhelan el milagro que Dios decida quitarle la vida a Fidel. Le dan un giro de 180 grados a la canción y en vez de cantar “Si Dios me quita la vida” tararean “Que Dios le quite la vida”. Ni lo uno ni lo otro. Fidel es un hueso durísimo de roer.
Fidel cumplió 86 años de edad y eso no es cualquier cosa si tomamos en consideración cosas dichas más arriba. ¿Cuántos de los que desean su muerte, sin invertir ni siquiera un cuarto del tiempo que ha invertido Fidel en pensar y en actuar, tendrán el privilegio histórico de llegar a los 86 años de manera tan lúcida como lo ha logrado el líder indiscutible de la Revolución Cubana?
Para finalizar, convencido que la naturaleza sabrá darle otros años de vida al camarada Fidel, me remito a copiar textualmente dos párrafos que tomo de dos artículos que leí: uno de Patricia Barba Avila en su “Carta abierta al comandante Fidel, desde México”, donde destaca, refiriéndose a los que matan a Fidel o le desean la muerte, lo siguiente: “Cuando la mediocracia internacional aventura sus estultos libelos en los que llevan décadas enfermándolo y matándolo, pasan por alto que hay una cosa en el mundo contra la cual la muerte es inútil: la presencia indeleble que hombres de su calibre tienen en la memoria de millones de millones de seres humanos. En la insufrible estulticia que caracteriza a todos estos mercachifles de la desinformación, piensan que algo tan fijo, tan permanente e invencible como la Revolución Cubana puede debilitarse por la ausencia física de su líder y con eso, desconocen la profundidad de las convicciones y grandeza del hermano pueblo de Cuba”.
Y el otro párrafo pertenece a Carlos Rodríguez Almaguer en su artículo “Fidel Castro y los heraldos de la muerte”, donde señala: “A ellos, más allá del desprecio que provoca su morbo, habremos de agradecer acaso el volver a verlo, leer otra vez sus textos, saberlo “entero” como siempre, y también ¿por qué no?, el recordarnos que Fidel como criatura biológica un día cualquiera de los próximos años dejará de respirar, entonces aparecerá una Nota Oficial del Gobierno Revolucionario de Cuba comunicándonos el triste suceso, pero nadie nos obligará a creer jamás que él ha muerto porque los hombres como Fidel no mueren”.
Fidel: no les des el gusto a tus enemigos de morirte. Vive… vive… vive como vivirás para siempre en la memoria de los pueblos de este mundo.