Fue así como la clase media, algunos de traje y corbata, marcharon al lado de quienes consideran la chusma. En ese momento todos eran pueblo. Camino a la Plaza de Mayo cuando las fuerzas represivas disparaban, los vecinos de los edificios les abrían las puertas para que se protegieran. Al mismo tiempo desde los balcones le lanzaban agua caliente a los policías y militares.
Una nota del diario Página/12 describe el romance en una de las marchas: "En muchas esquinas los porteños esperaron a los piqueteros con jarras de agua fresca, frutas, pan, y hasta sandwiches. Se vio acercarse a jubiladas para dar un paquete de galletitas de agua, y los porteros de los edificios sacar una manguera a la vereda para refrescar a los que marchaban".[1]
Esta unidad fue un espejismo. La clase media estaba mamando, estaba arruinada, y utilizó a los pobres para recuperarse económicamente. Luego en el 2003, una vez recuperada, vuelve a atacar a los pobres como siempre. Después de la marcha del 8N, el jueves pasado, la clase media drenó su odio visceral por las redes sociales con mensajes como: "Esos cabecitas negras son unos vagos que viven de nuestros impuestos". "A esos negros de mierda hay que matarlos a todos".
El desprecio por los excluidos en Argentina es tal, que hace unos días la presidenta Cristina Fernández le tuvo que pedir a la clase media y alta que recuerde su pasado. Esto dijo: "Yo muchas veces observo que los argentinos, o una parte de ellos, tuvieran un desprecio por otros argentinos que no tuvieron posibilidad de crecer". ( ) "La segunda oleada [de inmigrantes], la mayoría de los que estamos acá, bajaron hace poco más de 100 años de los barcos muertos de hambre".[2]
[1] http://www.pagina12.com.ar/diario/elpais/1-1321-2002-01-29.html
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