El título de este artículo no trata de hacer caer a nadie por inocente ni tampoco es una trampa para pescar lectores. No, lo considero llamativo por la importancia que tiene, para los latinoamericanos y caribeños que ansían revolución y –especialmente para los jóvenes lectores-, conocer aunque sea brevemente parte de la obra y el pensamiento de ese gigante revolucionario del siglo XIX. Por eso del Antonio que trata el artículo es, nada más y nada menos, que el Titán de Bronce, el general Maceo Grajales, uno de los próceres fundamentales de la lucha revolucionaria cubana por la Independencia y, además, una de las figuras más relevantes de la historia de América en sus luchas contra del colonialismo europeo.
Para nosotros los venezolanos y venezolanas la obra y el pensamiento del Titán de Bronce tiene importancia singular, porque en sus venas llevaba sangre venezolana. Fue hijo de un mulato venezolano (Marcos Maceo) con una mulata liberta cubana (Mariana Grajales). Esta era hija de dominicanos. Eso quiere decir que además de la sangre cubana y venezolana también el Titán de Bronce llevaba la dominicana.
El venezolano internacionalista Marcos Maceo con sus hijos se incorporó al Ejército Libertador Cubano bajo el liderazgo de don Carlos Manuel de Céspedes. Las cualidades de jefe militar del Titán le hizo que escalara grados con mucha rapidez incluso rompiendo con obstáculos racistas que se evidenciaban en el mismo campo de los patriotas. El mambí Maceo era una victoria segura en los combates en que participaba. Su corpulencia le permitió salir airoso en alrededor de 25 heridas en combates. El Titán sentía un gran afecto y respeto por eso otro internacionalista y general en jefe del Ejército Libertador Cubano, don Máximo Gómez.
Cada día que pasaba, después de cada combate, el prestigio del Titán crecía como lo hacen los ríos cuando mucho llueve en sus cabeceras. Y al mismo tiempo, siempre rechazó los llamados que le hacían quienes querían participara en sediciones militares para desconocer el liderazgo de don Carlos Manuel de Céspedes. En una guerra de patria contra colonizadores las contradicciones que se agudizan por ambición de mando comienzan a mermar la fortaleza de los revolucionarios. El León de las Tunas, general en jefe Vicente García, por su afán desmedido de querer ser el jefe de todos los jefes del Ejército Libertador Cubano contribuyó a debilitar la unión y sin unión toda lucha encuentra obstáculos muy difíciles de superar. Así fue como el Ejército español, bajo el mando del general Arsenio Martínez Campos, encontró un escenario ideal para proponer garantías de paz, amnistía y reformas a cambio de la desmovilización y entrega de armas de los patriotas.
El Titán de Bronce se negó a firmar el Pacto del Zanjón que dio por concluida la Guerra de los Diez Años. Para el Titán todo proceso de diálogo con la metrópolis que dejara sin discutir la abolición de la esclavitud y la independencia de Cuba, no era aceptable ni valedero. Y así se lo hizo saber el Titán de Bronce al general Arsenio Martínez Campos en lo que históricamente se conoce como “La Protesta de Baraguá”. Los mismos patriotas, por la importancia del general Maceo para la causa, le recomendaron que saliera al exterior a reunir recursos para una futura expedición militar a la Isla.
El Titán en ningún momento y en ninguna circunstancia dejó de pensar en regresar a Cuba a luchar por la independencia de la Isla. El Gobierno español trató de explotar una sicología xenofóbica queriendo hacer ver que el Titán lo que quería era hacer una guerra racista. Pero cuando la idea de la independencia prende en la conciencia de una gran parte de la población no existe guerra sicológica que evite la victoria final. No pocas veces intentaron asesinar al Titán. Siempre los contrarrevolucionarios piensan que matando al líder esencial de un movimiento revolucionario, con su muerte se sepulta también la causa que representa. Fue en Costa Rica donde el Titán hizo contacto personal, nada más y nada menos, que con el gran José Martí, creador del Partido Revolucionario Cubano. Ese encuentro acerca lo que se conoce en la historia cubana como la “guerra necesaria”.
En 1895, junto a otros patriotas, el Titán desembarca cerca de Baracoa. Combatiendo logró alcanzar llegar a la estepa verde (la montaña). Santiago de Cuba, la siempre heroica, tenía gente cargada de espíritu de lucha para incorporarse en las filas comandadas por el Titán. Este logra entrevistarse con el grande José Martí y el general en jefe Máximo Gómez en la finca denominada “La Mejorana”. Allí ese trío de gigantes discutieron pero lamentablemente el Titán y Martí tuvieron desacuerdos en relación con la constitución del Gobierno civil. No hubo de pasar mucho tiempo cuando el prócer José Martí cayó en el combate de Dos Ríos. El inmenso dolor que cubrió los pechos de los patriotas cubanos elevó el espíritu de la lucha por su independencia.
El Titán de Bronce y el general en jefe Máximo Gómez de combate en combate, de victoria en victoria, produjeron elevados daños al Ejército español. Mucho pueblo decidía pasarse a las filas de los patriotas. Toda fuerza militar española y poderosa que se enfrentaba al Titán de Bronce sufría revés muy doloroso. Los generales españoles venidos a Cuba por méritos obtenidos en los campos de la guerra en Africa y en Filipinas fueron uno a uno derrotados por el Titán. Cuando éste se dirigía hacia Las Villas o Camagüey para reunirse con el general en jefe Máximo Gómez y decidir sobre el destino de la guerra, pasando muy cerca de Punta Brava (finca de San Pedro), acompañado por dos de sus escoltas, el médico del Estado Mayor, el brigadier general Miró y un grupo de no más de veinte combatientes, son vistos por tropas españolas. Era el día 7 de diciembre de 1896. El enemigo ataca y el Titán responde al frente de sus hombres y, ¡maldito sea!, recibe dos tiros: uno en el torso y el otro que le traspasó la mandíbula y le llegó al cráneo. El enemigo intensifica el fuego y evita que los camaradas pudieran llevarse el cuerpo del Titán. Sólo el hijo del general en jefe Máximo Gómez quedó al lado del Titán combatiendo luego de decidirlo por propia voluntad. También murió rematado a machetazos por los verdugos y mercenarios españoles. Así actuaban los que desde España o Europa venían a la América para llenar de dolores a los pueblos colonizados. Por suerte, para la historia de Cuba y del mundo que un día alcanzará su fase de redención social, los cadáveres no fueron identificas por los verdugos y donde murieron los dejaron. Al día siguiente el coronel Aranguren llegó al sitio y los sepultaron en una finca donde se juró no decir el lugar hasta que Cuba lograra su independencia y salieran los colonialistas de la Isla.
Hoy día, los restos mortales del Titán de Bronce y del hijo del general en jefe Máximo Gómez (Francisco Gómez Toro) permanecen en monumento el Cacahual, al lado de donde quedaba lo que antes fue la finca de San Pedro. Lugar, en honor a esas dos glorias caídas en combate, en que se llevan a cabo las graduaciones militares en Cuba. El Titán, que se sepa, era masón y por eso su lema fue siempre “Dios, la Razón y la Virtud". Más por ello no dejó de pensar y de luchar por la "libertad, igualdad y fraternidad". ¡Viva el Titán de Bronce!