Estos optan por referirse y defender una “democracia protegida”, lo que en estricto rigor es la dictadura de la ‘política de los acuerdos y consensos’', lo cual satisface a la derecha pinochetista en tanto esta 'seudo democracia' respete el sistema neoliberal salvaje; en caso contrario, esa misma derecha regresa ipso facto al golpismo.
Arturo Alejandro Muñoz
¿CUÁNTOS MUNDOS hay en un ser humano? ¿Y cuántos tipos de personas pueden existir en ese mismo cuerpo? ¿Se moverán en una sola mente las alternativas del yin y el yang, así como aquellas ofrecidas por el caleidoscopio de cien colores y mil razones? Que el hombre es un lobo para el hombre (Thomas Hobbes) y bien puede ser también un lobo estepario (gracias, Hermann Hesse), ya lo sabemos; pero, que en el alma de un individuo yazca el deseo de exterminar o sojuzgar a sus semejantes por intermedio de la explotación, el engaño, el clasismo, las leyes amañadas, las armas y el dinero, abre las puertas a la total decepción respecto del género humano.
Pareciera que nuestra época se encuentra marcada por las teorías del filósofo y tratadista político británico Thomas Hobbes, quien en el siglo XVII sostenía un materialismo mecanicista, ya que según su opinión todo es material, tanto las cosas naturales como las artificiales e incluso las espirituales. En el pensamiento de Hobbes no hay lugar para el dualismo antropológico cartesiano. El hombre es sólo cuerpo. Y este cuerpo, como todos los demás, está sujeto al movimiento, que en su caso es generado por las pasiones, las acciones, los pensamientos.
El movimiento –siempre según Hobbes- tiene lugar de acuerdo a leyes causales y, por lo tanto, no cabe hablar de libertad. Algunas tiendas políticas chilenas, para no ser tan brutalmente asertivas optan por referirse y defender una “democracia protegida”, lo que en estricto rigor viene a ser similar a la “no democracia”.
¿Se da cuenta, estimado lector, cuán vigente se encuentra en Chile ese pensamiento nacido en la post-Ilustración que sacó a Europa de su letargo medieval? Convengamos, eso sí, que tales ideas expuestas por el británico de marras han sido manipuladas y amañadas en nuestro país por los poderosos de siempre… por ellos y por sus acólitos políticos. Pareciera que la espiritualidad y la bonhomía que deberían caracterizarnos como especie se asfixian no bien se difuminan las palabras con que las mencionamos, y permanece únicamente el goce sensual de lo físico. Es la impronta de nuestro tiempo, el cual se agota en la exclusividad de la fiesta sin fin y del placer omnímodo que entrega el dinero, asociados ambos a la esencia misma de la más profunda razón de ser de los humanos: el poder sobre los demás.
Rebelarse ante esas situaciones y optar por una vida donde la solidaridad y la fraternidad sean las columnas vertebrales de la existencia, se llama ‘socialismo’, idea en extremo peligrosa –mortal, en realidad- para la subsistencia del sistema que no sólo permite aherrojar al prójimo y arrasar un territorio sino, peor aún, lo propone como una forma “noble” de vida, entendiendo, claro está, que en esas circunstancias es dable aplicar in extremis una de las máximas que Hobbes inscribió en su obra Leviatán: “el hombre es un lobo para el hombre”.
Hace algunas semanas nada más, uno de los precandidatos derechistas a la Presidencia de la República dio a conocer un video en el cual preguntaba: ‘¿es posible?’. Las consideraciones allí insertadas son, a mi juicio, infantiles e incluso burdas, pero la pregunta-ancla que ese postulante al sillón de O’Higgins privilegió en su inicio de campaña política me permite usarla para indagar en los recovecos de las veleidades y ambiciones de una clase social que lleva siglos empinada en la cúspide del poder.
¿Es posible que existan personas quienes –en los hechos concretos- exploten a sus semejantes y consideren aquello “digno y encomiable”? ¿Es posible que haya gobernantes y legisladores dispuestos a vender el país de sus padres y de sus connacionales a manos privadas, predadoras y clasistas, asegurando que ello es “desarrollo y democracia”? ¿Es posible considerar como símbolo de “la paz y la convivencia en sociedad” que en la elección de autoridades el 30% de los sufragios sea idéntico al 60% de los mismos? ¿Es posible que individuos cuyo pensamiento y acción coadyuvaron a la más sangrienta dictadura conocida en América Latina, pretendan alzarse como ‘adalides de la democracia’? ¿Es posible que, precisamente, quienes se han enriquecido con la estafa, el robo, la evasión de impuestos y la especulación financiera, quieran constituirse en gobierno ad eternum? ¿Es posible que haya individuos autoproclamados ‘cristianos’, pero tozudamente insistentes en impedir que su prójimo tenga acceso real a remuneraciones dignas y que, por el contrario, ese mismo prójimo experimente un falso bienestar cobijado por el endeudamiento feroz que compromete el futuro no sólo de sus hijos sino también de sus nietos?
Y finalmente, la pregunta que aglutina y resume las anteriores: ¿es posible que un individuo con las características ya anotadas en las líneas precedentes, desee contar con la voluntad electoral de la ciudadanía para incrementar y perfeccionar la expoliación en comento?
Porque, en política, ¿qué se elige cuando se elige? Estoy cierto que ninguno de los filósofos más respetados y conocidos a lo largo de la historia de la humanidad hubiese aceptado que el pacto o contrato social, establecido por los individuos para estructurar gobiernos, transitase por la imposición interesada de la salvaguarda de privilegios de una clase que, precisamente, ha sido la causante de todo escozor y explotación inmisericorde de la especie humana. No obstante, algunos humanos persisten en ello y entran en crisis de indignación cuando el resto de la sociedad se opone a sus veleidades y ambiciones inacabables.
¿Alguien, en su sano juicio, sufragaría para elegir a una autoridad que arrasará el territorio, depredará bosques, mares, glaciares y recursos humanos en privilegio de intereses económicos de empresas que no reconocen ley, Dios ni patria?
Es lamentable, pero ese tipo de seres humanos sí existe… la duda estriba en determinar si tales personas (la mayoría de ellas) al autorizar con su voto esos estropicios lo hacen debido a su falta de información y de cultura, o si lo ejecutan a sabiendas de ser sólo ‘ayudistas gratuitos’ de los poderosos predadores transnacionales, algo tan extraño e inexplicable como constatar, por ejemplo, que existen algunos ciudadanos que ganan sólo el sueldo mínimo, pero que en materias políticas se declaran pomposamente ‘derechistas’.
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