“El tristemente célebre Che Guevara”

Por ser Semana Santa en que uno anda pensando en cómo aprovechar los siete días de la semana con la familia, se me olvidó por completo en qué medio de comunicación y a quién le escuché la siguiente sentencia “El tristemente célebre Che Guevara”. Lo dijo de la forma más despectiva posible. No recuerdo si lo estaban comparando con otros personajes o si se estaban refiriendo, en lo particular, al camarada Chávez. En verdad, no lo recuerdo. Posiblemente, la culpa sea de una memoria no muy buena.

         El Che, como Jesucristo o cualquier otro hombre de la historia humana, no fue perfecto. No podía serlo porque estaba hecho de carne y hueso, de sangre y músculos, de cerebro y de pensamientos. No podía serlo. Un Sujánov, mirando la historia y –especialmente- la biografía desde un punto de vista menchevique o simplemente sin militancia política, jamás hubiese tildado al Che de “tristemente célebre”. Pero, en la actualidad cuando la globalización anunció hace algunos años que se había llegado al fin de la Historia basándose exclusivamente en la tecnología y la exquisitez de la comida japonesa, los historiadores –por lo general- prefieren más la crónica y el artículo de opinión que su propia ciencia. Esta requiere de tantas verdades como el artículo o la crónica de la imaginación para tratar de justificar una mentira o una desfiguración de un hecho o de un personaje.

En verdad, el Che no necesita que los seres vivos lo defiendan. Su obra y su pensamiento, sin excluir o exculparles sus errores, lo defienden porque fue, sin duda, un personaje histórico de mucha grandeza; estuvo guiado por grandes sentimientos de amor e, igualmente, por mucho odio contra los hacedores y sostenedores de la injusticia social; fue una elevada conciencia en su tiempo al servicio de los desposeídos, de los explotados y oprimidos; jugó un importantísimo rol de internacionalismo revolucionario aunque haya caído en combate víctima de algún error táctico pero no estratégico ni tampoco de su visión de mundo. El Che fue grande como grandísimo la obra que quiso transformar de sueño a realidad.

La burguesía –en general- y la pequeña burguesía –en lo particular- son especialistas en negocios, en inversiones rentables, en mistificar lo que no es místico, en dolarizar la imagen de sus más acérrimos enemigos ya muertos. Con la imagen del Che han hecho su agosto burgueses, pequeñoburgueses, textileros, políticos de diversas tendencias, caricaturistas, pintores, dibujantes, diseñadores y hasta astrólogos creyentes en la suerte de las cartas de oro. Convertido en ícono han sido capaces de utilizar sus frases  más moderadas y dejar las más radicales en boca de quienes estando vivos siguen manteniendo en pie los ideales del camarada Che Guevara.

El Che no dejó o legó ninguna doctrina ni al proletariado ni a los revolucionarios. Sí legó importantísimos pensamientos y, especialmente, su ejemplo que permanecerá vivo hasta que en la Tierra no quede un solo ser humano siendo infeliz por culpa de la explotación y la opresión de una clase sobre las demás. El Che profesó la doctrina marxista y nadie que la profese se ocupará de querer legar doctrina al proletariado distinta al marxismo. Ya no hay tiempo histórico para eso. Este tiempo es o del capitalismo (especialmente imperialista) o del socialismo. No habrá término medio que se prolongue por siglos sin que se tenga idea del destino de la humanidad.

Es muy fácil, para vender como cualquier mercancía, dibujar la imagen del Che en una franela. Creen, sus negociadores, que así lo canonizan y por las leyes del mercado pierde su esencia revolucionaria. Equivocados están quienes así lo piensen. Nadie podrá castrar, aunque lo intenten miles de veces por día, el pensamiento que profesó el Che, por el cual luchó y por el cual murió en combate. No se olviden, los que tratan al Che de “tristemente célebre”, que fue fusilado estando herido por temor a que su figura, su lucha y su ejemplo, se convirtieran en su tiempo en la práctica de hacer verdad uno, dos, tres, cuatro, cinco y más Vietnam. Y eso, haciéndose realidad, hubiera hecho temblar al planeta de pies a cabeza, de cabeza a los pies y nadie debe dudar que los imperialistas hubiesen tenido que declarar una nueva guerra mundial para tratar de frenar o ponerle fin al oleaje revolucionario por el socialismo. No estamos diciendo que el destino del mundo dependía de lo que pensara o hiciera el camarada Che Guevara. Pero cierto es que los hombres influyen en los acontecimientos y el Che era un hombre de esos. ¿Quién, por muy enemigo que sea, puede mellar la condición revolucionaria del Che? Nadie, absolutamente nadie.

El Che, el grande Che Guevara, no necesita que se le defienda. La historia lo defiende absolviéndolo de los cargos o las imputaciones que le han hecho sus detractores. ¡Viva el Che!



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Freddy Yépez


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