El Maracanazo fue un drama con estatura de mito. En 1950 el Brasil quería proclamar su pujanza en el estadio mais grande do mondo, el Maracaná, inaugurado expresamente para ganar ese Mundial. Le tocó jugar con un campeón mundial, el Uruguay, que ganó siendo sede del primer Mundial en 1930, a pesar del boicot europeo para demostrar, ya entonces, que el llamado Tercer Mundo no puede y no tiene derecho ni a eso. Suena familiar.
Conocemos el resultado de aquel juego y, como todo mito, ha sido convenientemente exagerado. El Brasil comenzó ganando, pero en un momento dado el Uruguay empató 1:1. Aun así el Brasil podía ser campeón. Vino entonces el fatídico segundo gol del Uruguay de Alcides Eduardo Ghiggia, a 9 minutos del final. Batacazo de batacazos.
Cuenta mi suegro Armando Gámez, que estuvo allí hinchando por el Uruguay, que el equipo recibió la copa, de manos de Jules Rimet, en el silencio ensordecedor de 173.850 hinchas del Brasil, la mayor audiencia futbolística hasta entonces. No es verdad que la gente se lanzaba de las gradas. No hace falta añadir melodramatismo al drama. El Brasil se repuso contra el síndrome de la zorra y las uvas.
Clausewitz dijo que la guerra es la continuación de la política por otros medios. El deporte también. Los primeros mundiales de fútbol estuvieron apenados por el fascismo. Mussolini hizo su triquiñuela nacionalizando como italianos a varios latinoamericanos, lo que no fue escasa contribución a sus triunfos de 1934 y 1938. La Segunda Guerra Mundial impidió los campeonatos hasta 1950. En el Brasil, pues Europa estaba asolada.
En 2014 regresa la política. Hay protestas en el Brasil por los costos de la justa y la supuesta poca atención a salud, educación, etc. No sé. Me huele a caucho quemado (que pudiera ser de guarimba). Siempre se acusó al fútbol de evasionista, pero ahora es al revés porque la pobreza ha bajado. Y si es por pobreza no habría campeonato en ningún país. La justa se ha vuelto dispendiosa y negoción de multinacionales. Cualquier saboteo imperial chocará con el fervor futbolístico, como el Niño Jesús fue revolucionario en el Paro de 2002 en Venezuela, y el poder de las multinacionales, que más de una llamada habrán hecho a Washington. ¿Habrá Maracanazo II? No parece.