Hay acontecimientos que desconciertan porque o son incomprensibles o son demasiado comprensibles.
La destrucción de países completos es uno de ellos. ¿Para qué desmantelar Afganistán, Libia, Irak, Siria, Ucrania y la Franja de Gaza? Se nos ha querido hacer creer que el Imperio es una entidad diabólicamente lúcida, capaz de construir la minuciosa conspiración que terminó con la experiencia de Salvador Allende en Chile. Pero es que ahora o ponemos en duda esa lucidez o hay que convenir que precisa y objetivamente su propósito es la devastación pura y simple. Caotizar el mundo para que solo quede el Imperio como sociedad viable. Aunque no demasiado, porque ahora se subdesarrolla otra modalidad: la quiebra de ciudades, cual nada menos que Detroit, que llegó a ser la cuarta urbe de los Estados Unidos y ahora es la 18˚ y sigue bajando.
Exterminar la población de Gaza a base de bombardeos que dejan a unos 30 muertos diarios tomaría más de 160 años, sin contar crecimiento vegetativo. El objetivo parece más nazi. El proyecto hitleriano de invasión de países del Este europeo fue desplazar sus poblaciones hacia el este del Este para repoblarlos con alemanes, espacio vital, destino manifiesto. No contaron con la resistencia de la Unión Soviética, obligada a luchar por su existencia. Gaza no cuenta con los países árabes, muchas de cuyas monarquías góticas son aliadas del Imperio que destroza a Gaza.
Pero ¿para qué sirve masacrar a unos niños que juegan fútbol en una playa? No me ocupo del argumento grotesco de que Israel se defiende del terrorismo, argumento cuya trágica bufonada queda al descubierto con este ataque a estos y otros niños en razón de su niñez. Pero este acontecimiento puede asistirnos en la compresión de lo incomprensible.
No es defensa militar de un territorio. Tampoco genocidio clásico de hornos crematorios o exterminio de poblaciones al estilo de Ruanda. Lo que viene ocurriendo en Palestina es un desplazamiento nazi-terrorista de vecindarios ancestrales por población trasplantada, para instalar asentamientos ilegales, procesos de urbanización vandálica de territorios palestinos patrimoniales. Así vemos cómo lo que queda de Palestina se ha reducido como piel de zapa desde 1948.
El pretexto importa poco, como todo pretexto. Y no vale la pena ni refutarlo, como todo pretexto, por más que haya gente perversamente tonta que se lo crea y medios de comunicación mercenarios que lo repitan. Este nuevo capítulo comenzó con el asesinato de tres muchachos israelíes, perpetrado por sionistas, según informó el gobierno israelí. La cosa no llega ni a pretexto, como no sea el lanzamiento de pirotecnias caseras a territorio israelí. No justifico la muerte de un israelí que cayó víctima de esos ataques artesanales, porque no justifico el asesinato de nadie, pero me parece como un poquito desproporcionado matar a más de 250 personas en Gaza, incluso antes de esa sola muerte israelí (hasta el jueves).
El mundo asistió indiferente al Holocausto en que mataron millones de comunistas, gitanos, judíos y otros indeseables para los nazis. Ahora asiste impasible a este enorme Ghetto de Varsovia.