“Justicia con nuestra propia mano. Nos armaremos e iremos a buscar nuestros hijos”.
Así se expresó uno de los padres de los 43 estudiantes normalistas desaparecidos en el estado de Guerrero, después de participar en un sinfín de marchas y movilizaciones por todo México, una insurgencia popular que crece día y ya tiene definidos ribetes políticos, exigiendo la salida del presidente Peña Nieto, el llamado a una asamblea constituyente y la condena unánime a los partidos PRI, PAN, PRD, cómplices de la destrucción de México, como diría Benito Suárez, el naciocidio, la destrucción sistemática y paulatina de la nación por las clases dominantes, el imperio yanqui, los ejército paramilitares del narcotráfico, cáncer que hizo metástasis y se ha extendido al ejército regular, las policías y demás cuerpos de seguridad, a las diferentes instancias del Estado burgués.
Peña Nieto, al regreso de su viaje de huida al exterior, a China y Australia –porque esa visita “era más importante para México que el molesto problema de los estudiantes desaparecidos”– ¿qué planteó? Un discurso donde reivindica –y ejecuta– la represión policial: bombas lacrimógenas, persecuciones, tiros; en fin, violencia y más violencias que es y ha sido la constante de todos los presidentes que han pasado por el altísimo cargo.
¿Por qué Peña Nieto apela, de entrada, a un discurso represivo en vez de implementar el discurso de la tolerancia y asegurar que, por lo menos, investigarán hasta el fin el caso de los 43 jóvenes desaparecidos?
Todavía no ha recurrido al uso total de la fuerza bruta como ocurrió en Atenco o como la famosa masacre y crimen de lesa humanidad de Tlatelolco cuando gobernaba Díaz Ordaz en 1968, donde se impuso el más brutal terrorismo de Estado y se impuso al pueblo mexicano la política del miedo. De aquellos tristes sucesos han transcurrido 46 años, ¿son iguales las condiciones en el México de hoy donde desgobierna Peña Nieto, corrupto él y su esposa hasta los tuétanos y el Estado y toda su infra y super estructura sufre la descomposición acelerada propia de la crisis del capitalismo narcopolítico, la riqueza del país es vulgarmente negociada, privatizada al mejor estilo neoliberal y entregada a los rapaces capitales trasnacionales y a la oligarburguesía mexicana, dixi la riqueza petrolera?
El actual es un Estado débil, descompuesto, corrupto como ha sido señalado y demostrado, ¿arrastrará Peña Nieto a su clase burguesa o ésta saldrá de él como un pesado e inútil fardo ante la inminencia de la caída por la insurgencia y presión popular? ¿Pero, cómo, con un golpe de Estado donde la apariencia de cambio sea formal y a la larga todo siga igual, lo destituirá el Congreso?
Hay signos a nivel nacional e internacional que podemos leer en el sentido que tanto el imperio, verdadero amo de México, el desastroso gobierno de Obama, la mediática internacional se van deslindando del tiranuelo. El New York Times, The Economist, The Guardian, han sido ácidamente críticos con el gobierno de Peña; la mediática oligarca impresa latinoamericana, la misma que se cartelizó contra Venezuela y el gobierno revolucionario de Nicolás Maduro buscando su derrocamiento cuando el intento del golpe de las guarimbas, también se sumo con su discurso hipócrita de defensa de los derechos humanos y de críticas al gobernante por la corrupción imperante y los crímenes que se han hecho públicos. Dentro del propio México grupos de la oligarquía se van deslindando y Peña se va quedando aislado y solo políticamente. Un “todos contra Peña Nieto” se va configurando a nivel popular y a nivel de las clases dominantes, su poder mediático.
¿No configuran esas circunstancias, esas conductas de sectores poderosos, prensa, gobiernos extranjeros un cuadro que pretenda arrebatarle al pueblo mexicano insurgente una gran victoria política que se avizora como siempre ha ocurrido con la probable caída de Peña?
Como señala el analista y revolucionario argentino Guillermo Almeyra: “ Existe pues una posibilidad de que las clases dominantes tiren lastre por la borda y busquen un reemplazante transitorio para Peña Nieto con el apoyo de Washington”.
En mi trabajo anterior: “¿Ayotzinapa será el comienzo de la segunda revolución mexicana 100 años después?” http://www.aporrea.org/internacionales/a198407.html. hablaba que ya la caída de un gobierno y un presidente antipopular no era una novedad, los ejemplos de Argentina donde salieron dos presidentes por la insurgencia popular y llegó al poder Néstor Kischner; Bolivia donde el pueblo derrocó al pro norteamericano Sánchez de Lozada y le abrieron el camino a Evo Morales; Ecuador donde indígenas y todo el pueblo derrocaron tres presidentes y permitió el acceso electoral del presidente Correa; Brasil donde la insurgencia popular y de los trabajadores obligaron a Collor de Melo a renunciar; Venezuela donde la insurrección popular contra el neoliberalismo conocida como el Caracazo y la insurgencia de la juventud militar el 4F de 1992 derrocaron al corrupto Carlos Andrés Pérez y le abrieron el camino a Hugo Chávez Frías a la toma del poder en las elecciones de diciembre de 1998.
¿Quiénes perdieron en Argentina, Bolivia, Ecuador, Venezuela…?
Las clases dominantes, la oligarquía, las burguesías, los partidos que perdieron el poder político y los multimillonarios beneficios económicos que le depredaban a las riquezas de cada país, al erario público. En ese espejo se debe estar viendo la oligarquía mexicana y norteamericana de allí las críticas a Peña Nieto. Ante ese cuadro el movimiento popular mexicano, los movimientos sociales y políticos, las vanguardias políticas de la izquierda revolucionaria, el FZLN, ¿se quedarán de brazos cruzados y le dejarán el camino abierto a las oligarburguesía, a la narcopolítica, a los carteles de la droga enquistados en el aparato estatal, ejército y policías incluidos, a los gringos?
El momento es estelar, como decía Lenin en 1917, los de abajo ya no resisten y los de arriba no pueden con el empuje social. Los acontecimientos marcha a un ritmo vertiginoso, al parecer Peña Nieto no tiene capacidad –y quizás ni fuerza– para contener el tsunami social, popular que se levanta como un volcán que crece y crece, a punto del estallido total.
La unidad de las fuerzas populares y de avanzada, revolucionarias, socialistas, el programa político para implementar después de la caída de Peña Nieto, la organización férrea y el poderoso del movimiento obrero, campesino, estudiantil y popular en general y la toma de la calle serán la única alternativa para cerrarle el camino a la oligarquía y al imperialismo que están moviendo sus fichas políticas, militares y paramilitares para no perder el control de la situación y poner al frente del Ejecutivo otra ficha dócil y manejable. El problema no es sólo Peña Nieto, es el corrompido Estado burgués y la no menos corrompida burguesía mexicana, corresponsable de ese descomunal quiebre histórico. Aires de una nueva Revolución parecen soplar en el México insurgente. Unidad y más unidad, organización y lucha de todo el pueblo es la consigna. (23/11/14) (humbertocaracola@gmail.com) (@hgcaracola)