El último debate del estado de la nación de esta legislatura se resume en un debate sobre si el Reino de España ha salido o no de la pesadilla de la crisis.
Según Rajoy, no ha habido rescate, se ha frenado la destrucción de empleo, somos un ejemplo en la UE, se lucha denodadamente contra la corrupción y, si se le reelige, y solo entonces, creara 3 millones de puestos de trabajo en la próxima legislatura.
Es difícil que Rajoy se crea este cuento de la lechera. Los ciudadanos, según la encuesta del CIS, desde luego no. Y con la excepción vergonzante de UPN y CiU, toda la oposición compitió para ver quién demolía mejor semejante patochada.
Pedro Sánchez, el nuevo dirigente del PSOE, aprovechó para anunciar que, si de él dependía, de entrada, gobierno PP-PSOE no y se ofreció a reformar sólo el régimen del 78. Tras citar a Barcenas y la corrupción con insistencia consiguió sacar de sus casillas a Rajoy que, tras recordarle la herencia del gobierno Zapatero, sentenció a su posible socio de coalición a una muerte política fulminante, a pesar de que implicaría la suya.
Alberto Garzón, convertido en portavoz de la izquierda plural, sacó lo mejor de IU y de si mismo en un duro discurso que solo mereció el desprecio irónico de Rajoy de echarle en cara unas menguantes expectativas de voto, como si las del PP no estuvieran en caída libre.
La durísima negociación del gobierno de Syriza con el eurogrupo sirvió para telón de fondo: “yo o el caos de una oposición dividida” daba a elegir Rajoy. Para a continuación asegurar que si los ciudadanos optaban por el caos daba igual, porque en la UE es imposible salir de la austeridad de la Troika aunque lo digan las urnas.
Un día después, Pablo Iglesias ofreció su propia réplica a Rajoy. No solo volvió a desmontar la narrativa de las maravillas que hace la austeridad, sino que presentó un detallado programa, inspirado en Syriza.
El largo ciclo electoral que comienza con las elecciones andaluzas en marzo, continua en mayo con las municipales y autonómicas, sigue en septiembre con las catalanas y termina a fin de año con las legislativas se abre, por lo tanto, una clara disyuntiva: continuar o acabar con la pesadilla de la austeridad.
Y a esa disyuntiva solo cabe una opción política: construir la unidad más amplia de las izquierdas, tanto federalistas como soberanistas, para derrotar al PP.
Aunque la situación electoral tras las autonómicas y municipales esté determinada por la necesidad de mantener unos perfiles programáticos claros en las elecciones generales, la cuestión del frente único y del gobierno de izquierdas serán determinantes para materializar un cambio en la correlación de fuerzas y el inició de procesos constituyentes que nos permitan salir de verdad de la pesadilla.