La derecha y el mundo entero, empezando por su héroe mayor el Sr. Barack Hussein Obama, presidente de USA, hizo hincapié en la pasada cumbre de Panamá que no le gusta que le hablen de historia. Pues esa historia si se repitiera estaría plagada de atrocidades de todo tipo. Nosotros decimos que a la historia no hay que lanzarle un manto de olvido; sino debe ser rescatada y ser reescrita. Hoy le traemos algunos de los entretelones de la vida de uno de nuestro próceres que fue llevado al cadalso producto de unas acusaciones que todavía ante la historia no está muy claras.
Nacio el Coronel Leonardo Infante en Chaguaramal, estado Monagas el 28 de junio de 1798, afrodescendiente, de cuna humilde y desde pequeño conoció la pobreza y los rigores y privacidades del campo. Acostumbrado a ese trabajo duro de sol a sol, fue formando con temple una personalidad para las acciones riesgosas; poseedor de una especial astucia y valor heroico. Entre las batallas más notables donde participo fue la Campaña del Centro (1818); Orden Cruz de los Libertadores, Campaña de nueva Granada; Queseras del Medio, Batalla Pantano de Vargas. En una emboscada al frente del Coronel José María Obando en una hondonada en el rio Quilcase en el Cauca, recibió una herida que lo dejo renco y hecho prisionero; posteriormente fue liberado en Pasto (1820) para regresar luego a Santa Fe de Bogotá donde fijo residencia.
Recordemos que la valentía y ese desprendimiento por la vida jamás lo abandono. En el Rincón de los Toros cerca de Calabozo (27/04/18); se presenta cerca de la media noche unos confederados con la intensión de asesinar al Libertador; en ese momento no se encontraba en el sitio donde solía dormir lo había abandonado para compartir alcoba con una agraciada joven que vivía en las inmediaciones; cuentan los cronistas que Bolivar llega a pie y divisa a quienes venían a asesinarlo; pero también lo observa Infante; que en ese momento se apea de su caballo y se los da a Bolivar para que huya; mientras que Infante lanza en mano les hace frente y logra liquidar al Coronel realista Raimundo Loéz; los acompañantes al ver caer a su jefe huyen del lugar.
El coronel Leonardo infante escogió como su residencia a un suburbio de Santa Fe de Bogotá, cercano a un barrio llamado San Victorino. Era un sórdido lugar de taguaras, lupanares y fritangas; visitados a veces por individualidades que bajo la ingesta alcohólica se armaban peleas callejeras. Estos lugares era frecuentado por el coronel Infante; quien con sable encima se paseaba toscamente y algunas veces con algunos palos encima narraba con fluidez a quienes se le acercaban; como lo señalaremos más adelante, algunas anécdotas del general Francisco de Paula Santander; llamado por sus coterráneos “el hombre de las leyes”, que lo dejaban muy mal parado, en medio del fragor de algunas de las batallas que participo junto a él. Estos corrillos llegaban con cierta frecuencia a oídos de Santander, lo que fue despertando un particular rencor hacia el venezolano.
Decíamos que el coronel Infante visitaba al barrio San Victoriano y con especial interés a una casa de lenocinio habitada por Carmen Espejo y su hija Marcela Espejo; que además de vender bebidas espirituosas, preparaba platos de comida para sus mas asiduos visitantes. Infante cortejaba tanto a la madre como a la hija. Con similares intensiones hacia sus visitas esporádicas el teniente venezolano Francisco Perdomo, conocido por Infante y a quien no miraba con buenos ojos. Una noche en una de las tantas visitas a la casa de la Sra. Carmen Espejo, coincide con la llegada del teniente Perdomo, en esta oportunidad Infante estaba acompañado de uno de sus inseparables amigos llamado Jacinto Riera. Hubo entre aquellos dos militares un escarceo verbal que obligaron a Perdomo abandonar el lugar bajo la conseja de una de las damas presentes. Sino lo hizo a la carrera lo hizo a paso rápido. Este acontecimiento se dio el día 23 de julio de 1824; al día siguiente localizan el cadáver en las aguas del rio San Francisco e inmediatamente fue detenido el Coronel Infante. Sin adelantarnos en las interioridades del juicio plagado de inconsistencias; podemos observar la presencia de dos elementos que debieron tomarse en cuenta. Primero que el teniente Perdomo, sino salió corriendo lo hizo a pasa ligero; mal puede pensarse que fuese alcanzado por Infante quien sufría de una cojera vitalicia y solo caminaba a duras penas ayudado por un bordón; también hay que agregar que fue detenido y luego dado en libertad su fiel acompañante para esa noche Jacinto Riera, que bajo juramento señalo que no sabia nada del asesinato de Francisco Perdomo.
Aquella muerte despertó en una población de 40.000 almas cualquier tropel de comentarios; una mayoría incriminaba a Infante y otros en forma soterrada apuntaban la mirada hacia el propio Santander por la ojeriza que le tenia al coronel. Otros señalaban que era producto de un caso fortuito de asalto para robarlo.
De todas formas este asesinato le cayo a Santander como anillo al dedo para incriminar a como diera lugar al militar venezolano. Fueron llamadas a declarar tanto Carmen como Marcela Infante; quienes se limitaron a narrar, primero la presencia del coronel y luego el encontronazo verbal con el teniente Perdomo, luego la retirada del lugar de este ultimo. También fue llamado Jacinto Riera, señalo que era testigo de la presencia de los dos militares y de la retirada apresurada de Perdomo. Pero que nada tenía que ver con el asesinato. Fue liberado sin hacérsele ningún cargo.
Ya para el 10 de agosto de 1824, habían transcurrido 21 días; se conoce la sentencia a muerte. Sin testimonios fehacientes, sin pruebas y en todo momento el inculpado negando la autoría del crimen; que lo sostuvo hasta en los momentos que era fusilado. Veamos como estaba compuesto los jueces. El doctor Miguel Peña Presidente de la Alta Corte de Justicia, venezolano y conocido jurisconsulto; dice en su defensa posterior en el Senado, que la votación por parte de los tres ministros y de los dos jueces militares, tuvo el resultado siguiente: Coronel Encinoso por la absolución; Doctor Azuero a muerte, Coronel Obando a muerte, Doctor Restrepo a degradación y diez años de presidio. Doctor Peña, absolución.
La votación como acabamos de observar resulto un empate. El voto del Doctor Restrepo fue considerado como de vida. Quienes se empecinaban por la muerte no lo consideraban así, planteándose una controversia jurídica, que tuvo como salida el nombramiento de un Conjuez, que lo fue el Doctor José Joaquin Gori, quien se pronuncio por la muerte.
En este juicio hubo mucha premura y sobre todo a la posición cerrada desde un comienzo de los doctores Francisco Soto y Vicente Azuero; quienes obedeciendo las órdenes del mismísimo “hombre de las leyes” pedían la pena capital para el indiciado a grito pelao. Esta ligereza en aplicar “justicia” les permitieron cometer algunos errores, entre ellos, la violación a un reglamento de San Felix por tratarse de un Coronel, se exigía la presencia de dos Generales, requisito que pasaron por alto en el Consejo de Guerra. Esta falla al ser impugnada por el Doctor Peña, permitió la nulidad del proceso, que fue devuelta al Comandante General, procediéndose a superar esta anomalía con el nombramiento de los Generales Federido Eben y Jose Miguel Pey; quienes se pronunciaron por la pena de muerte. Asi de sencillo.
El Doctor Peña como presidente de la Alta Corte, mantuvo la invalidez de la sentencia, por considerar que lo que había existido era una pluralidad relativa, debiendo ser por simple mayoría, y no por pluralidad absoluta que requiere de la mitad mas uno de los votos, según el articulo 19 de la Ley de Tribunales y el 188 de la Constitución Nacional. Debido a esto se negó a firmar.
Los abogados Soto y Azuero que tenían entre ceja y ceja que a Infante debía ser fusilado, no se sabe por ignorancia o ante la presión de Santander, mezclaron leyes y disposiciones de la Colonia Española a la que acabábamos de dejar atrás, con normas de la naciente Republica de 1821. Una ensalada legal, de donde se agarro el Doctor Peña para no firmar la sentencia, la cual estaba obligado a firmar.
Todo este enmarañado proceso agarro rumbo cuando la Alta Corte de Justicia, ratificó la sentencia del Consejo de Guerra de Oficiales Generales, disponiendo para el dia 22 de marzo de 1825, fecha para cumplir la sentencia acordada el dia 11 de noviembre de 1824, y dar traslado del auto al comandante General del Departamento para la ejecución inmediata del condenado.
Durante los días de prisión logro conocer a una joven que visitaba a un familiar que cumplía condena en la cárcel, llamada Dolores Caycedo con quien contrajo matrimonio. Finalmente llego para Infante el 26 de marzo de 1825. Santa Fe de Bogota estaba acostumbraba a este tipo de espectáculos; o bien salía a la calle para ver el paso del condenado o a observar en hurtadillas desde los balcones. El Coronel Leonardo Infante durante el trayecto dio muestras de su pasmosa sangre fría; al observar a un grupo se aglomeraba a su paso, dijo a sus guardianes:
“Ahora me acuerdo que hace cinco años entre triunfante por estas calles y aquí voy para el suplicio”
Ya en la plaza frente al cadalso, alzo la voz y mirando hacia el palacio de gobierno dijo:
“Este es el pago que se me da. Quien lo hubiera sabido. Dicen que Infante, esta aborrecido de la ciudad de Santa Fe; levante alguno la mano y diga en que lo ofendí: Yo voy al suplicio por mis pecados y porque soy un hombre guerrero, pero no por haber matado a Perdomo. Soy el primero, mas otro seguirá detrás de mi”
En el patíbulo, se dirigió al Comandante General y le pidió indirectamente que cuidara a su esposa. Luego solicito al confesor que le fuera permitido dar la voz de fuego a la escolta. El religioso le replico que debía morir con humildad, a lo que Infante le replico:
“Yo no me mando a quitar la vida, sino que ya lo tienen asi mandado. Yo solamente mando la ejecución”
En ese momento se le acerco el General Baron de Eben y descubriéndolo le dio un saludo respetuoso de despedida.
Infante que no se quedaba con nada le señalo:
“Señor General en la otra vida nos veremos…..”
Fue denegada su petición de recibir la descarga de pies. En esos postreros momentos solo ratifico lo que siempre había repetido:
“Infante muere, pero no por la muerte de Perdomo”
A paso seguido se oyó el tronar de las balas que acabaron con la vida de tan valeroso prócer.
Cuentan los testigos presenciales de aquel crimen que “el hombre de las leyes” le temió a la lengua viperina del Coronel Infante hasta en los momentos mismos de su muerte. Don Jose Manuel Groot, fue testigo de los momentos cuando al sentenciado pasaba frente a la casa de Gobierno. Santander se hallaba ubicado detrás de las vidrieras de su gabinete; al acercarse Infante que paseaba la mirada por el sitio, dice Groote que se retiro unos pasos detrás, temiendo que Infante le lanzara alguna ametralladora verbal de la que acostumbraba cuando estaba bajo los efectos de los tragos en los suburbios que visitara en Santa Fe de Bogotá.
Una vez cumplida la ejecución, el Vicepresidente Santander, guapo y apoyado, salió a la plaza y allí frente al cadáver inerme, se tiro su discurso, dice Groot:
“Soldados esas armas que os ha confiado la Republica no son para que la empleéis con el ciudadano pacifico, ni para atropellar las leyes, son para que defendáis su independencia y libertad, para que protejáis a vuestros conciudadanos y sostengáis invulnerables las leyes que ha establecido la Nacion, Si os desviáis de esa senda, contad con el castigo, cualquiera que sean vuestros servicios” . Mayor ignominia de discurso cuando sabemos que para condenar al Coronel Infante los seguís de Santander, Soto y Azuero, mezclaron leyes y disposiciones de la colonia española para lograr la sentencia.
Antes de estas palabras había sentenciado:
“Mientras el coronel Infante empleo su espada contra los enemigos de la Republica y la sirvió con fidelidad y bizarría, el Gobierno lo colmo de honores y recompensas; pero la Ley descargo sobre el todo su vigor, el dia en que, olvidando sus deberes, sacrifico alevosamente a un ciudadano, oficial también de la Republica”.
La expresión alevosamente señalada en su discurso fue la mas errática, que hasta el mismo Don Jose Manuel Groot, cercano a Santander y compañero de francachelas y tertulias dice que lo señalado por Santander debe considerarse como fruto de la emoción que lo embargaba en esos momentos, puesto que el Vicepresidente mal podría calificar de esta forma el crimen de infante, ya que no hubo un solo testigo presencial del delito. Asi lo escribe Groot. Ya eso de calificar a Santander de “hombre de las leyes” es un error histórico; mal puede un hombre de leyes prestarse para un asesinato y luego hacer estos señalamientos.
Ahora si veamos que los resentimientos de Santander no eran nada gratuitos. A “hombre de las leyes” le llegaba a diario informaciones de las burlas y ofensas que el Coronel Infante hacia de su personalidad. Cuentan que en la campaña de los Llanos Orientales, Infante quiso que el “hombre de las leyes” montara un potro cerrero que aquel terminaba de cabalgar, a sabiendas que su jefe no era un avezado amansador de caballos. Santander se negó, pero Infante se solazo permitiendo que este quedara mal ante las tropas que estaban presentes.
El 18 de septiembre de 1819 cuando se celebraba el triunfo de los patriotas en Santa Fe, hizo alusiones despectivas frente a oficiales y soldados de Santander, diciendo que era un cobarde y que en las batallas de Pantano de Vargas y el Puente de Boyaca, en medio de las batallas no se le arrimaba a la candela. Cuentan algunos cronistas y el mismo Infante fue testigo presencial y lo decía en voz alta ….que en pleno apogeo de la batalla de Boyaca vio cuando Santander se apeo del caballo y se oculto debajo de un puente para seguir de vista la batalla campal, fue en esos momentos que fue sorprendido por Infante y halándolo por la solapa lo increpo, diciéndole…!ven y gánate como nosotros las charreteras!.
Vayamos ahora con el Dr. Miguel Peña, donde la negación de firmar la condena de infante le trajo consecuencias funestas; al ser acusado por el senado de la Republica de “culpable de una conducta manifiestamente contraria a los deberes de un empleo”. La Corporación condeno al jurista a la pérdida de su cargo por un año, durante el cual debería pagar el sueldo de su reemplazo. Ante esta aberración jurídica, donde estaba la sombra del “hombre de las leyes”. El Dr. Peña solo sentencio: “Al decretar mi suspensión por un año se ha dado un paso constitucional cuya política, en mi opinión, es muy perjudicial a la Republica y podría tal vez ser origen de facciones que llegasen algún dia a turbar la paz pública”. Para Peña este era un simple alegato, esta seria perpetua; señalo. No le quedaba otra alternativa sino viajar a Venezuela y con la aflicción por la muerte de Infante y el tratamiento que el santanderismo le dio; se une a Paez que estaba en los pasos de la disolución de la Gran Colombia. Recordemos que para esa fecha existe una división; pues algunas de ellas apoyan las posiciones separatistas de Paez y otros permanecen fieles a la Gran Colombia.
La misma mano que permitió que el Doctor Miguel Peña le tocara que abandonar a Santa Fe, esa misma mano se confabulo para acusar ya en nuestro país a Peña, hombre probo y de reconocidos meritos profesionales fue acusado de apropiarse de un monto que lucia ridiculo, cuando se le encomendó la conducción de una remesa de onzas de a $ 16,oo que el fueron abonadas a $ 18,oo. Según ellos se había apropiado de la diferencia osea de $ 2,oo. Nada de esto se comprobó. Todo era una vil maniobra para neutralizarlo en su participación de la separación de la Gran Colombia. Como podemos apreciar; como el fusilamiento del Coronel infante, llega a tener repercusiones en esta histórica desmembración..
Hay una anécdota, de Santander que viene al caso señalarla. Cuando Camilo Torres prócer civil de la independencia lo califico de cobarde. Ya habiéndose iniciado la Campaña Admirable en 1813, el ejército a mando del General Bolivar sale de Cúcuta, pasa por San Cristóbal llega a las alturas del Zumbador para luego bajar hasta Seboruco, allí hace contacto con los lugareños que le hacen saber lo difícil de la travesía; sin provisiones, sin ropas apropiadas y a través de montañas inhóspitas. Decidió regresar sin hacer mayores comentarios a Cúcuta donde era nativo. Este personaje guarda muchas similitudes con Alvaro Uribe un ex presidente colombiano, que luego de dejar la primera magistratura señalo sin ataduras “que le falto tiempo para invadir a Venezuela”. Alguien dijo por ahí que lo que le falto fueron bolas…La historia se repite, aunque Barack Obama no le gusta que el hablen de historia.