Algunas amigas y amigos, de esos que pueden calificarse de "voraces lectores" me han pedido que lea y comente la biografía que la periodista Elisabetta Piqué ha hecho de Jorge Bergoglio y que ha sido publicada por la editorial El Ateneo, bajo el título de Francisco vida y revolución.
Lo primero que debo confesar es que sentí un profundo prejuicio para leer un libro, de aspecto lujoso, que está consagrado a lo que pareciera una apología del papa vigente. La iglesia católica, ese imperio inquisidor y tramposo que tiene su palacio y sus riquezas más grandes en el Vaticano, lleva unos dos mil años imponiéndonos "mensajeros de dios en la tierra", fabricados a la medida de sus necesidades de sobrevivencia en el poder "celestial", que disfrutan en la tierra a nombre de Jesús el Nazareno, aquel líder humilde y revolucionario que jamás se desclasó y que, por sus luchas para la liberación de la humanidad, terminó preso, torturado y asesinado en una cruz.
Quienes me invitan a leer Francisco vida y revolución coinciden en asemejar los relatos, anécdotas y leyendas tempranas de Jorge Bergoglio, convertido en figura imperial contemporánea del Vaticano, con los del líder de la Revolución Bolivariana y libertador del siglo 21, Hugo Chávez. La incomodidad de habitar, casi "prisionero" en un palacio tan enorme y lujoso, que restringe su espíritu "callejero" y "humilde", es tan solo uno de los puntos de coincidencia entre ambos personajes.
Francisco, quien asume este seudónimo para rendir homenaje a la memoria de aquel monje nacido en Asís y quien vivió en armonía con sus semejantes y con la naturaleza, en todas sus expresiones, ha mostrado, hasta hoy, rasgos del inconformismo propio a los rebeldes con motivación social. Ha hecho pronunciamientos comprometidos, acaba de publicar una encíclica de corte e importancia social en temas que son neurálgicos para la humanidad. Laudato si, con una gran preocupación por salvar la Pachamama, parece inspirada en el Plan de la Patria que nos dejara como legado el Comandante Supremo Hugo Chávez en las luchas por la liberación de la humanidad y el orbe.
Hugo Chávez optó, con inspiración cristiana, martiana y nuestroamericana, por el hacer como la mejor manera de decir. Quizá por ello toda su vida de estricta coincidencia entre sus palabras y sus acciones que, políticamente, impactan desde su primer año de gobierno, con la convocatoria a una constituyente, al nacimiento y forma de la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela, el libro de nuestra nueva era para la vida y la salvación, entendida como independencia y Patria socialista. Su convicción proletaria de consumirse al lado de los más pobres y desheredados de la tierra, le lleva a padecer su propia pasión y muerte, auspiciadas por el imperio del gran capital. Algo muy parecido a la trayectoria del Nazareno precursor.
Francisco está hoy por el vecindario que lo vio nacer. Entre Ecuador y Bolivia ha dejado, hasta ahora, una estela de esperanzas de que el nuevo mundo posible podría continuar estando encabezado por aquel líder al que las iglesias, en su nombre, lo desdibujaron y distanciaron hasta convertirlo en un inaccesible y lastimero dios, al que se le piden milagros cuando se encuentra en su estado más deplorable de crucificado.
Es posible que Francisco esté decidido a asumir el enrumbamiento de la fe en Jesús como esperanza de liberación de la humanidad, de independencia de todo imperio y de construcción del cielo posible del socialismo. Para eso, es muy probable que deba mostrar su decisión de consumirse. El imperio del capital no es nada inocente, pero tampoco es eterno.