El pasado regresa como ficción y artilugio, su presencia-ausencia es convocada desde la lengua de la narracíón y en esa convocatoria ordenamos los claroscuros de nuestra biografía, la volvemos a escribir y le damos una nueva existencia. Como individuos y como sociedad estamos escribiéndonos, es decir, borrando y volviendo a narrar, hasta encontrar la historia que nos es cómoda, aquella que nos permite vivir con el pasado sin experimentar el insoportable sufrimiento de lo vivido, de aquello que hicimos o dejamos de hacer.
Ricardo Forster – Crítica y Sospecha – Los claroscuros de la cultura moderna
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Cuando en Argentina el peronismo llegó nuevamente al poder con Nestor Kirchner (2003) y luego ser sucedido en la presidencia por su esposa, Cristina Fernández entre 2007 y 2015, probablemente, jamás pensamos que la ruptura con el pueblo sólo duraría tres períodos presidenciales, conforme con los cuatro años que establece esa constitución para cada ejercicio de la primera magistratura nacional en el país austral. Fueron tiempos, en los cuales, sin duda, Chávez hasta el momento de su muerte, era la referencia, el espejo de la esperanza y el desarrollo de los países del sur.
Ahora bien, ¿qué habrá pasado para que los argentinos, sí tan bien estaban las variables macroeconómicas en ese país, a pesar de un repunte de la inflación, que según diversas fuentes puede acumular hasta un 60% en los últimos dos años (2014 – 2015) haya generado que en ese pueblo lo que muchos han llamado el cambio de un modelo hasta otro, el cual en una retórica simplista lo llaman de “izquierda” o “derecha” (aunque asumo que no comparto esa denominación en esta época del siglo XXI), “progresista” o “neoliberal” haya marcado el fin del kirchnerismo?
¿Será acaso que muchos dirigentes, algunos de sus cúpulas y la mayoría de sus bases comenzaron a ver signos evidentes de autoritarismo, corrupción y sectarismo en las decisiones del peronismo que nuevos líderes como Sergio Massa, y quien quedó de tercero en la primera vuelta de las elecciones presidenciales de este 2015, pero alcanzando más de 5 millones de votos, fueron desechados como insignificantes en la estructura del poder argentino de Cristina Kirchner, pese a sus críticas y advertencias? Sí fue así, entonces, ¿quiénes son los responsables que la izquierda haya perdido el poder en Argentina? ¿Los críticos, catalogados como divisionistas, o las cúpulas kirchneristas quienes no quisieron tomar en cuenta, precisamente, los mensajes y advertencias de los críticos sobre las desviaciones del poder?
En consecuencia, la derecha, en este momento desde Argentina, ha dado un fuerte golpe a la izquierda latinoamericana, la cual para mayor preocupación, también se encuentra maltrecha en su vecina Brasil, fundamentalmente por los escándalos de corrupción y de manera concreta en su industria petrolera, situación que marcará un efecto, aunque algunos lo nieguen, de reposicionamiento de las fuerzas que adversan a Dilma Rousseff y el partido de los trabajadores en la nación del fútbol y la samba, salvo que haya una rectificación a tiempo.
Lo que ocurra en Argentina, con el nuevo gobierno, liderado por Mauricio Macri con sus acciones en el campo político, económico y social, y con suma importancia, el área diplomática, es decir, el liderazgo que logre en la región, obliga a los autodenominados gobiernos de “izquierda” a replantearse sus ideas originarias sobre la lucha contra la pobreza, la desigualdad social, el mejoramiento de los servicios públicos, la conservación del ambiente, el desarrollo productivo integral, pero deslastrándose de aquellas máculas de corrupción y espacios de “justicia” que sólo son cómplices de los daños que han venido cometiendo esos mismos “gobiernos” que dicen están para el servicio de los pueblos.
Lo irónico de esto, es que en el caso venezolano, mientras Maduro con su gobierno de “izquierda” sólo muestre al mundo, inflación, escasez, colas interminables de una población para comprar alimentos, delincuencia en máxima impunidad, corrupción y autoritarismo, cualquier candidato de ideas derechistas, cuando menos en los países latinoamericanos, no necesitará enseñar el espejo argentino para ganar elecciones, sino que le bastará reflejar el espejo de Venezuela, para mostrar cual de las dos realidades es más fracasada que la otra. Tal vez por ello, Maduro y sus panegíricos del Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV) han dejado de mirar a los gigantes del sur, y ahora sólo les queda mirar a las pequeñas islas del Caribe.
Maduro: El espejo de “izquierda” que no quiso ver Argentina. A propósito de ser ciego. Quien tenga ojos que vea.