Fromm se enfrenta con sus colegas que solo ven casos accidentales aislados, individuos "inadaptados ", o solo individuos enfermos, y no reconocen que es la sociedad la enferma. Para Fromm, la sociedad enferma está determinada fundamentalmente por la imposibilidad de ser feliz. Y la infelicidad produce el mayor efecto de las sociedades enferma: la depresión. "¿Qué es la depresión? Es la incapacidad para sentir, es la sensación de estar muerto, aunque esté vivo nuestro cuerpo. (...) Una persona deprimida recibiría gran alivio si pudiera sentir tristeza". (Ob. Cit. P.70).
A pesar del crecimiento del tiempo de ocio y las diversas formas de ocupar el tiempo que provee la sociedad de consumo (desde los más antiguos y naturales como hacer el amor, dormir hasta tarde, comer, pasando por ir al cine, eventos sociales, centros comerciales, juegos deportivos, escuchar la radio y ver la televisión, paseo en automóvil, hasta los más modernos medios tecnológicos y redes sociales) los hombres no logran satisfacer sus plenas necesidades, las diversiones actuales no divierten. Para Fromm, en vez de ‘diversión’ y de ‘un buen rato’ podemos decir que el concepto de felicidad se identifica, en el mejor caso, con el de placer. Nosotros agregamos que se confunde con consumo.
Fromm considera un error entender la felicidad como un estado espiritual libre de tristeza o pena: Una persona vivaz y sensible no puede dejar de estar triste o de sentir pena muchas veces en su vida. Ello no sólo es así a causa de la cantidad de dolor innecesario producido por la imperfección de nuestros dispositivos sociales, sino a causa del carácter de la existencia humana, que hace imposible no reaccionar ante la vida con una buena dosis de pena y dolor. Como seres vivientes, tenemos que darnos cuenta con tristeza del abismo que media entre nuestras aspiraciones y lo que puede conseguirse en nuestra breve y accidentada vida. (Ob. Cit.P.169).
Más adelante agrega:
Si queremos definir la felicidad por su contrario, debemos definirla no en contraste con la tristeza, sino en contraste con la depresión. (…) El hombre de hoy puede tener una buena cantidad de diversión y de placer, pero, a pesar de eso, estar fundamentalmente deprimido. Quizás se aclare la cuestión si en vez de usar la palabra ‘deprimido’ usamos la palabra ‘aburrido’. En realidad, hay poca diferencia entre ambas, salvo la diferencia de grado, porque el aburrimiento o tedio no es más que la sensación de la parálisis de nuestras potencias productoras y de la falta de vida.
Fromm al final se interroga y responde sobre el concepto neurálgico de la salud:
¿Cuál es el efecto de la enajenación sobre la salud mental? La respuesta depende, naturalmente, de lo que se entienda por salud. Si significa que el hombre puede llenar su función social, dedicarse a la producción y reproducirse, es Indudable que el hombre enajenado puede ser un hombre sano. ( ... ) Naturalmente, los conceptos de salud y enfermedad son producto de los hombres que los formularon y, por tanto, de la cultura en que viven esos hombres. Psiquiatras enajenados definirán la salud mental como puede hacerlo una personalidad enajenada y, en consecuencia, considerar sano lo que puede considerarse como enfermo desde el punto de vista del humanismo normativo. (Ob. Cit, p.62).