Hay que tener piedad por unos y por otros. Pero por unos por misericordia y por otros por desprecio.
Blas Pascal, Pensamientos
Hay enemistades que enaltecen y otras que degradan. Un pleito con Winston Churchill era un lujo. Una vez Bernard Shaw le envió dos boletos de teatro con una nota: «Le envío dos boletos para el estreno de mi obra. Uno para usted y otro para un amigo… si lo tiene». Churchill le respondió al punto: «Lamento no poder acudir al estreno, pero puedo asistir a la segunda función… si la hay». Vale la pena debatir así.
Una vez los gringos impusieron a uno de sus tantos dictadorzuelos en el Vietnam del Sur, llamado Nguyễn Cao Kỳ, que se metió con De Gaulle. Le preguntaron al general qué opinaba de Kỳ y respondió: « Qui est Kỳ ? », que se pronuncia igual que « qui est qui ? », o sea, ‘¿quién es quién?’. ¿Quién recuerda a Kỳ? Yo, por memorioso.
Se acostumbraba en Caracas en tiempos del conservador Juan Vicente González, siglo XIX adentro, «dar la acera» a personas mayores y/o de respeto. Consistía en ceder la acera para dejar pasar a una dama o a un caballero honorables. Un día un bolsa, que quería ofender a González, hombre de lengua célebre, se topó con él y se pegó de la pared diciéndole:
—¡Yo no doy la acera a mequetrefes!
González se bajó de la acera, diciendo estas inmortales palabras al bolsa:
—¡Pues yo sí!
Un día Joaquín Crespo y un tal Velutini iban, siglo XIX adentro, por una calle y de una esquina salió un grito como una saeta:
—¡Negro ladrón!
Crespo dijo a su acompañante:
—Lo de negro es conmigo.
Así era aquella derecha. No eran buenas personas. En fin, no sé, no los conocí personalmente, en todo caso eran burgueses o servían a la burguesía, pero ¡vamos!, eso daba gusto.
La derecha de ahora es Donald Trump, Mariano Rajoy, Nicolas Sarkozy y la que de aquí nadie recordará en pocos años. Por ahora. Aún tiene tiempo de redimirse, aunque no sé si eso le interesa.
Claro, la derecha no solo daba a Churchill, De Gaulle, González, también respaldó a Hitler y a Mussolini, pero gran parte de ella cultivaba alguna dignidad, como la respuesta de Franklin Delano Roosevelt a Hitler, quien le reprochó tener paralizadas las piernas:
—En los Estados Unidos no gobernamos con los pies.
¡Ah malhaya antagonistas así!