Bruno Rodríguez, el canciller de Cuba, con una sonrisa de oreja a oreja, se acercó a darle bienvenida a Obama, o mejor ¡welcome!, quien bajaba las escalerillas del avión que le trajo de allá, de la plantación, donde está encerrado habitualmente para poder cumplir las órdenes de los amos. Bruno parecía feliz; pero él es diplomático y obligado está a hacer el juego como mandan las reglas. ¡Uno no sabe! Quien sí lo estaba, sin duda alguna, es el habitualmente triste Tío Tom. Iba a cumplir una orden del amo y eso siempre le ha alegrado la vida. Se formó para eso; se acostumbró a escuchar que dijesen "ese tiene futuro", "ese t...llegará lejos". Está como cortado y hecho a la medida.
Aquella vieja maña de gritar desaforadamente ¡Yanquis go home!, es cosa del pasado. Ya Silvio Rodríguez el cantautor cubano elaboró una frase sustituta, "Cuba Si, yanquis también". ¿Quién iba a creerlo? No obstante todavía hay quienes creen que el mundo todo se atrapa en una página vacía.
Digo la plantación porque Obama es el Tío Tom, aquel que sirve a los dueños y los mayorales. La Casa Blanca es su espacio donde encerrado permanece sirviendo a quienes le dieron un foete y le mintieron diciéndole "eres tu quien manda aquí". "Eso sí, te limitarás a hacer lo que te ordenemos".
"No vayas a creerte que tú, siendo lo que eres tendrás poder para cambiar las cosas que deben como son dentro de esta plantación. Y debes meterte entre ceja y ceja que lo que está más allá, es de quienes aquí mandamos y te ponemos hasta que bien no sirvas. Eres el Tío Tom. De eso depende tu brillante futuro".
En efecto, no es Malcolm X, ni Martin Luther King, quienes si quisieron que los suyos, y ellos mismos, fuesen libres y pudiesen andar por todas partes y hacer lo que creyesen conveniente para ser felices y que todos los pueblos tuviesen los mismos derechos y la libertad de hacer. Lo que significa romper con aquellos, destrozar cadenas, cepos, grillos y acabar definitivamente con el viejo derecho que unos hombres deben trabajar en exceso a cambio de nada o poco para que otros vivan en la abundancia. Como con la idea que unas naciones deben inmolarse, morir de hambre y sufrir todo los ultrajes pensables para que una casta de un país se pueda eternizar y vivir en la abundancia. El Tío Tom trabaja para los amos y quienes tienen la estrategia y se creen con derecho de apropiarse del poco oxígeno que quede para ellos solos respirar.
"Obama", dicen algunos analistas bobos, "se dio cuenta que la política contra Cuba desarrollada desde el poder gringo había fracasado". No. Él no se dio cuenta de nada de eso por su cuenta. Se dio cuenta que un sector poderoso de la economía y la política gringa, quizás el mismo que le consiguió un premio Nobel de la Paz, apenas empezando a gobernar, para que hiciese la guerra con más tenacidad y crueldad que sus antecesores, fue quien se convenció de aquello y le dio luz verde. "Tío Tom haz eso. Sé que te gusta, pero lo harás porque a nosotros nos conviene."
"Por la vía y procedimientos que hemos utilizado nunca vamos a tumbar a los Castro". Eso dicen ellos, confundiendo el proceso cubano con Fidel y Raúl. "Menos", agregan, "ahora que la China es lo que es y Rusia se ha levantado y compiten con nosotros por el control mundial". Y "para más vainas", se comentan entre ellos, "aquellos que creímos cadáveres, Simón Bolívar y José Martí, andan por allí alebrestados".
Entonces concluyeron, "lo mejor es cambiar de táctica y estrategia. Las revoluciones de colores, de Hot Dog, manitas blancas, mártires de invento encarcelados por delitos comunes, todo eso promocionado por la embajada a través de una inmensa red que le da tres vueltas al mundo y bajo el amparo de la inmunidad diplomática, es más rentable, efectivo y parece como de lujo". "Es" dicen ellos, en lenguaje escatológico, "como usar la vaselina".
Por eso, no uno, dos aviones gigantescos, faltó sólo uno, quizás "La Santa María", para que uno y sobre todo los cubanos, recreásemos la llegado de Colón, a finales del siglo XV a las costas de estos pueblos que enriquecieron a las arruinadas clases dominantes de España y catapultaron el capitalismo europeo, se posaron en la humilde pero soberana y hermosa pista del aeropuerto, que antes se llamó Rancho Boyeros y ahora José Martí, el mismo que llamó al hijo de la Malinche y Hernán Cortés, el primer rebelde de América. Y él José Martí, es el cubano más insigne y rebelde contra todo lo que el Tío Tom significa.
Dos enormes limosinas negras, llegadas días antes se rejuntaron a los dos aviones para sacar de allí y llevar a su destino al Tío Tom y su comitiva. Todo aquel aparataje, los gigantescos aviones y los impresionantes automóviles usados para los pocos quienes vienen de allí mismo, de la casa de la plantación, debieron impresionar – esa es la idea – a los cubanos y advertirles, nada subliminalmente, lo que les viene. "Esto es sólo el principio".
Mientras tanto, Bruno Rodríguez, se deshacía en halagos, saludos y sonrisas; y como es inteligente, por lo menos eso cree uno, quizás se preguntaba, sin rascarse la cabeza porque no podía hacer aquel gesto ante el Tío Tom, vainas de la diplomacia, ¿en qué parará esta vaina?