En el año 2010 salió a la luz un libro de aventuras, de mi autoría, basado en la mitología de los indios pemones, titulado "Julio Pantón y el espíritu de Chirikavai". El argumento principal de la obra se basa en el conjuro que el brujo Chirikavai profirió sobre un antiguo conquistador español por obligar a su pueblo a renunciar de sus tierras. Este anatema caería sobre el agresor y sobre sus descendientes el cual se activaría cada cien años. Para romper este conjuro deberá utilizarse los servicios de un especialista, es decir el de un piache.
Esto lo desenvaino de mi almacén de pensamientos al recordar el daño que le causaron los eurpeos la los americanos (los del norte y los del sur). Juzgo que fue una maldición y siento que todavía estamos bajo sus influjos. Nunca faltará un lamepiso que leerá con horror esta afirmación, pensando que debemos estar agradecidos a los españoles por el idioma que nos impusieron y la religión a la que obligaron profesar a los pueblos originarios. Sin duda, los nativos de América no eran mudos y desde Yukón hasta la Patagonia existían numerosas lenguas indígenas desaparecidas, gracias a la "benevolencia" de los "cultos" europeos.
Tampoco debemos sentirnos orgullosos del dios exportado por los europeos hacia el nuevo mundo, enterrando así a nuestras deidades nativas que se identificaban con la naturaleza. Una manera de los pueblos originarios, para enfrentar sus problemas, de evocar a los espíritus que vagaban por la selva. En verdad era un soberbio mundo mítico muy diferente al dios despiadado y castigador implantado por los europeos en América a punta de La Biblia, la cruz y el arcabuz. En verdad, a los 2016 años de catolicismo en el mundo occidental el Dios de los cristianos nunca ha resuelto ninguno de los grandes problemas que acosan a la humanidad. El hambre, la miseria, las enfermedades, la guerra, los desastres naturales y la maldad de algunos humanos siguen merodeando por el planeta.
Son muchos de los suramericanos que blasonan de sus ojos azules o verdes, de su piel blanca pecosa y su pelo rubio, creyendo que su descendencia europea es algo de lo que se puede sentir orgulloso. Lamentablemente la mayoría de las persona desconocen la opinión que tenían "eméritos sabios" europeos sobre los americanos. Veamos algunas muestras:
Por ejemplo Georges Louis Leclerc conde de Buffon (1707- 1788), filósofo francés, en algunos de sus 44 volúmenes de su "Historia Natural" escribió: "…pues la naturaleza ha tratado al hombre americano menos como una madrasta, apartado del sentimiento de amor o deseo de multiplicarlo. El salvaje es débil y pequeño en sus órganos de generación; no tiene vello en el cuerpo, ni barba, ni ardor por la hembra. Es mucho menos fuerte en el cuerpo que el europeo. También es mucho menos sensible, aunque más temeroso y más cobarde. Carece de vivacidad y su alma es inerte". Este era el talante de aquellos "sabios". Ciertamente, su señoría, el conde de Buffón, no tenía una buena opinión de los nativos del Nuevo Mundo.
Quién duda de la erudición del filósofo prusiano Immanuel Kant (1724-1804), quien en su "Crítica a la razón pura" y "Crítica a la razón práctica", no dudó en emitir opinión sobre los pobladores de América: "Los americanos (refiriéndose a los nativos) son incapaces de civilización. No tienen fuerza que los estimule, pues carecen de afecto y pasión. No se atraen unos a otros por el amor, de modo que son estériles. Apenas se hablan, nunca se acarician entre si, no se preocupan por nada y son perezosos".
Imposible desestimar la opinión del inglés John Winthrop (1649) gobernador de la colonia de la Bahía de Massachusetts, el cual jubilosamente escribió: "los nativos han muerto todos de viruela…el Señor ha despejado nuestro título de propiedad a lo que es nuestro". Numerosas bibliotecas europeas están abarrotadas de enciclopedias de miles de volúmenes escritos por "sabios" europeos de la época de la ilustración, en estas se pretendía demostrar la inferioridad de los nativos americanos y el menosprecio de los europeos por la cultura de los pueblos originarios de América.
De Europa nos llegaron numerosas obras de filósofos destacados, como las del pensador y político francés Carles Louis de Secondat conocido como el barón de Montesquieu (1689 - 1755), de la época de la ilustración y autor del "Espíritu de la Leyes", también debo destacar al ginebrino Jean Jacques Rousseau (1712-1788) quien escribió el "Contrato Social". No debo dejar de lado al filósofo y médico inglés John Locke (1632-1704), el padre del liberalismo clásico, quien además participó en el contrato social. Evidentemente, imposible nombrar a una pléyade de filosos, pensadores y escritores europeos que le aportaron a la humanidad volúmenes y volúmenes de libros que parece ser que solo sirvieron y sirven para que los políticos los nombren de vez en cuando para dar prueba de su erudición.
Lamentablemente desde que los griegos inventaron la política, continuando con los romanos quienes concibieron el derecho y el gobierno eficaz, siguiendo por los reyes de la monarquías europeas en cuyas manos tenían "El espíritu de las leyes" y el "Contrato Social" y terminando con las miles de constituciones escritas y aplicadas tanto en las monarquías como en los gobiernos republicanos, nada ha cambiado. Nos percataremos que el mundo continua con los mismos problemas de hace miles de años. Aquellos sabios, en su mayoría aristócratas, nunca tuvieron cargos gubernamentales, sus modelos eran teóricos. Por ejemplo, la independencia de los poderes pregonada por Montesquieu no tomó en cuenta que los senadores y diputados son seres humanos con intereses propios o ajenos. Tal independencia de poderes, por lo general, conlleva a la ingobernabilidad. Tomemos como ejemplo el caso de Honduras, Paraguay y actualmente lo que pretenden con Venezuela y Brasil.
Por desgracia, es palmario el fracaso de la mayoría de las formas de gobierno europeo. Parece que estos, a pesar de las lamentables experiencias de sus numerosas guerras, confían todavía en el poder de la fuerza, carecen de una actitud tolerante hacia la vida y hacia los demás. Considero que los líderes de Europa que están empeñados en la aniquilación total del planeta.
Con la llegada de los europeos al nuevo mundo, sus desenfrenos no los dejaron en sus países de origen. Sus herederos continuaron en el afán expansionista y vemos como EEUU, un país que comenzó con 13 estados, se convirtió en 51 estados de la Unión, arrasando con la mitad de México, se apoderó Hawái y Puerto Rico, con miras a incorporar toda América Latina… si los dejan. No sólo los europeos trajeron el afán expansionista hacia América, así mismo trasladaron el racismo y la esclavitud, también numerosas enfermedades como la viruela que aniquiló a millones de nativos desde el Yukón hasta la Patagonia. Fueron muchas las desgracias trasferidas por los europeos hacia América. Los ricos, blancos y cristianos fueron responsables de la destrucción de culturas y aniquilamiento casi total de los pueblos originarios. Mientras los pensadores de Europa pregonaban los derechos humanos, ni en sus imperios ni en el nuevo mundo se cumplían las recomendaciones de los prohombres de la ilustración.
Hoy por hoy todavía el planeta no se deslastrado de la maldición de Europa. El mundo permanece impertérrito ante los desmanes de la OTAN, además, ante la inclemencia del trato hacia los refugiados de África del norte quienes emigran de sus pueblos consecuencia de las guerras propiciadas por EEUU y Europa.
Los europeos impusieron en los países de América modelos de gobierno que no resolvieron los problemas de sus países. Inventaron que el único modelo de democracia era el practicado por ellos, responsable de grandes iniquidades tanto en España, Portugal, Grecia, Irlanda, Inglaterra, Italia, Polonia… Hoy por hoy la Unión Europea pretende actuar como una especie de regulador y vigilante de las democracias suramericanas, siempre bajo la amenaza de las acciones violentas de la OTAN. Habrá que buscar un buen piache para que mediante un conjuro se logre extirpar de una buena vez la maldición de Europa, tal como le pasó a Julio Pantón.
Pareciera que el único juego que se le enseña a los niños europeos es jugar a la guerra. Juzgo que para los hombres del septentrión la harmonía es muy aburrida y por eso no enseñan a sus hijos a jugar a la paz.