Las elecciones presidenciales de los Estados Unidos dejan ver la crisis económica, política y moral en la que se encuentra ese país, cuyo gobierno contradictoriamente impone el modelo de democracia “perfecta” a nivel mundial, y califica a Venezuela de régimen dictatorial y de violador de derechos humanos.
Optar por Donald Trump o Hillary Clinton, por quienes la mayoría del pueblo estadounidense no quiere votar, es como elegir entre la cólera y la gonorrea, según el creador de Wikileaks, Julian Assange.
La demócrata Clinton, desenmascarada debido a que los correos electrónicos enviados por ella fueron jaqueados, asegura la continuidad de la política guerrerista de Barack Obama: la invasión a Libia, los ataques a Siria, la desestabilización en Egipto y el reciente Golpe de Estado en Turquía, ahora país enemigo por intentar un diálogo con Rusia.
Asimismo, Hillary es garantía de la vuelta de la derecha en Suramérica, con Macri en Argentina, el dictador Temer en Brasil y el financiamiento a la oposición venezolana en la Asamblea Nacional con su guión impuesto desde el Comando Sur. Antes en 2012 con la salida de Fernando Lugo en Paraguay.
Por su parte, el republicano Donald, conocido por su negocio de la belleza, con tanto dinero que se ha convertido en una opción electoral, ha dejado ver que si llega a la silla presidencial se impondrá la xenofobia, la misoginia y el fascismo. Y aunque tiene el discurso del antiterrorismo carece de la experiencia nefasta de la señora Clinton, esposa del ex presidente Bill y ex secretaria de Estado, 2009-2013.
Los dos han manifestado su intención de “combate contra el terrorismo”, frase usada como herramienta discursiva en estos últimos años para justificar cualquier ataque a quien interesa saquear o una excusa más para continuar con el negocio de las armas y la guerra.
Asimismo, con estos dos candidatos, los países calificados como hostiles por parte de la presidencia de los EEUU, porque van en contra de sus intereses de dominación, seguirán convirtiéndose en blanco de ataque, porque el dinero de los Estados Unidos es inorgánico, ya que fabrica dólares sin respaldo, y sus deudas impagables.
En conclusión, las dos opciones son muestra del capitalismo, o neoliberalismo, en su última etapa, que se vale de la destrucción y el aniquilamiento para mantenerse de pié, como de su aparato mediático para justificarlos, mientras la esperanza de los estadounidenses sucumbe frente a tanta perversidad e impunidad que ya es no posible ocultar.