Hasta parece una broma de mal gusto pensar en que: o les recibamos el agua embotellada -faltaría que sea de nuestro manantial del Silala- que hace poco más de un mes ofreció el canciller chileno Heraldo Muñoz, en ocasión de la escasez de agua en La Paz; o que ya también ahora importemos carne de pollo de Chile, cuando acá en el país existe sobreproducción, tal como aclaró el presidente de los avicultores Willy Soria, ya que producimos más de 200 millones de pollos al año.
No sé si es falta de patriotismo, o angurria por ganar más dinero que el SENASAG, acaba de prohibir la importación de carne de pollo, debido a que en Chile se ha presentado el brote de gripe aviar la semana pasada en una granja de pavos de un sector rural de la comuna de Quilpué, en la céntrica región de Valparaíso.
Es pues incomprensible que teniendo sobreproducción de carne de pollo en el país, se acabe importando del vecino país. Y es que no es invento mío, si son las declaraciones del presidente de productores de pollo, Willy Soria quien ha manifestado que existe sobreproducción en el país. Es más aun así no hubiera carne de pollo, no creo que a nadie se le va a perforar la panza por cambiar de hábitos alimenticios, consumiendo más vegetales, cereales y frutas.
Pero además sería el colmo que ya también aceptemos los botellones de agua que ofrecieron enviarnos -y que creo que siguen esperando que aceptemos el envío de esa agua, que ya debe haber abombado los botellones por estar retenida hace más de un mes- debido a la escasez de agua en La Paz; sabiendo que el gobierno chileno nos está robando las aguas del Silala. Parafraseando al pajpaco de Carlos Mesa; ¡Ni una molécula de agua de Chile!, les debemos aceptar a rateros de los rotos.
Y es que no podemos ser tan ingenuos con nuestros archienemigos, toda vez que siendo los dos artículos -si vale el término- más consumidos por los bolivianos, como es el pollo y el agua, que sería pues muy fácil que los chilenos nos puedan envenenar. Tal vez sea exagerado, pero de un enemigo no te puedes confiar tan fácilmente, pues si estuviéramos en Estado de guerra, caeríamos como moscas, o en todo caso moriríamos como los pollos con gripe aviar.
Así que hacer valer nuestra soberanía y seguridad alimentaria; pero además nuestro orgullo y dignidad como país de no recibirles nada a los rotos.