Han sido muchas las expresiones, incluso las actuaciones deliberadas que el senador cubano estadounidense, Marcos Rubio, he tenido en contra del pueblo venezolano.
Rubio, a lo largo de su historial político internacional, solo ha hecho gala de su investidura, desde el estado de Florida, para arremeter abiertamente en contra de los pueblos progresistas, sobre todo los de América Latina, y en perjuicio claro de sus propias instituciones.
Pero el aún joven senador republicano, quien además se las da de un consagrado estadista a nivel internacional y se siente, incluso, miembro de los sectores poderosos del propio imperio, ha inclinado también la balanza de la desfachatez, del odio, la farsa y la mentira, para denigrar y mal poner a los propios líderes naturales de América Latina.
Por ello hemos visto que el discurso de Rubio, maléfico, antidemocrático, golpista y tirano, por demás, siempre ha estado a lo largo del tiempo centrado en pretender acabar con el liderazgo de personalidades como la de Fidel Castro Rust (Cuba); la de Hugo Chávez Frías (Venezuela); la de los esposos, Néstor y Cristina Fernández de Kirchner; la de Luiz Inácio Lula Da Silva y Dilma Rousseff (Brasil); la de Evo Morales (Bolivia) y la de Rafael Correa (Ecuador).
Hoy, Rubio, no conforme con ello, la emprende en contra del propio Encargado de Negocios de EE.UU en Venezuela, Todd Robinson, porque este último utilizó, solo unas cuantas horas atrás, un tono conciliador con nuestro país.
El senador Rubio al parecer se cree un ser supremo, intocable, con "Piel de Corzo", allá en el imperio. Desde luego no cree en el castigo divino ni mucho menos en las capacidades de los más débiles.
Continuamente lo vemos actuando, incluso, con un discurso más agresivo que el propio que promueve erradamente el presidente Donald Trump, cuando hay la necesidad de referirse a Latinoamérica.
Robinson habría dicho recientemente, a través de la emisora Unión Radio, en Caracas, que "Hay varias teorías sobre los resultados de las elecciones y al final los venezolanos van a decidir si las elecciones tienen credibilidad o no, y nosotros (EE.UU) vamos a esperar la decisión de los venezolanos".
Rubio, quien claramente desea ver a Venezuela sumida en un conflicto de magnitudes insospechadas, donde corra la sangre como ríos por sus calles y brote el dolor irremediablemente, al igual que en Irak, Afganistan y ahora en Siria, de inmediato respondió a Robinson que la política que mantiene el presidente Trump hacia Venezuela sigue invariable, es decir, se mantiene el acoso, el injerencismo, la represión, el bloqueo y la humillación.
El senador republicano, quien representa a los grupos armamentistas del imperio, fue más allá: amenazó de frente a Robinson, manifestando: "No hay ningún cambio en la política del Presidente Trump y EE.UU sobre Maduro y Venezuela. Pero lo que si puede cambiar es el jefe de embajada de EE.UU en Venezuela", afirmó el flamante descendiente de cubanos en su cuenta Twitter tras las declaraciones de Robinson.
Rubio está claramente conteste. Desea ver sangre, el tuétano del hueso de los venezolanos. Poco le importa la paz, la solidad y el humanismo que debe imperar en un mundo global, en igualdad de condiciones y en pro de los pueblos más vulnerables.
Rubio es evidente que encarna el mal, la desproporción, que busca, como un vulgar callejero, pleito con los más débiles, eso sí, nada ha dicho o al menos no lo dice de manera pública hasta donde estaría dispuesto EE.UU enfrentar a la China, a Rusia o a la propia Corea del Norte, que ya es de manera irrefutable una potencia nuclear.
Sería importantísimo probar la valentía de Rubio encabezando grupos armados en contra de Venezuela, si el imperio de manera criminal y desventajosa decidiera emprender un ataque en contra de nuestro suelo patrió, pues con ello se nos daría la oportunidad de verlo, cara a cara, enfrentarse con el Ejercito Libertador del Padre de la Patria, Simón Bolívar.
*Periodista
