Esa Izquierda Traidora / Los cambios en la geopolítica mundial

Casi sin darnos cuenta se produjeron en los últimos años cambios en el orden global que han trastocado los parámetros de análisis para caracterizar los distintos actores de la lucha de clases mundial. Esos cambios son los que generan la gran confusión que impera hoy entre los luchadores revolucionarios venezolanos que se dejan llevar por el discurso de Nicolás Maduro y demás miembros de la elite gobernante, y que terminan creyendo que la lucha contra el imperialismo yanqui pasa por defender el gobierno del requete falso presidente "obrero".

El capitalismo occidental, hegemónico desde la época de Colón, está atravesando un franco declive económico, político y socio-cultural, que lo conducirá a perder en pocas décadas (tal vez en pocos años) ese predominio que por más de cinco siglos ha mantenido sobre todas las sociedades del globo terrestre. Ha surgido en las últimas décadas un capitalismo "oriental" encabezado por China, Rusia e India que en corto tiempo superarán a los Estados Unidos y al resto de las principales economías occidentales.

Ese capitalismo oriental no tiene la tradición guerrerista que occidente heredó del imperio romano, tradición asumida a través de los siglos por la Inglaterra colonialista, la Francia napoleónica, la Alemania hitleriana, y por los Estados Unidos en todas sus variantes. Aunque los países que los europeos llaman orientales terminaron desarrollando todos el mismo modo de producción capitalista industrial que originalmente surgió en Inglaterra, sus expresiones particulares en Asia probablemente se derivan de sus antiguos y milenarios modos de producción tributarios (lo que Marx denominó modo de producción asiático), sistemas productivos y sus respectivos sistemas político-culturales que mantuvieron considerables diferencias con el esclavismo propio de Grecia y Roma.

El caso es que se ha conformado un nuevo sistema-mundo en donde ya existe, de hecho, otro bloque de poder alterno a occidente, representado fielmente en China y su Organización de Cooperación de Shanghai (integrada por China, Rusia, India, Pakistán, Kazajistán, Kirguistán, Tayikistán y Uzbekistán), su propio banco de desarrollo (el Banco Asiático de Inversiones en Infraestructura, creado por China en 2014, está integrado por 84 países, y es equivalente a los tradicionales organismos multilaterales Banco Mundial y FMI), y sus respectivas alianzas militares, particularmente entre China y Rusia.

Este bloque de poder alternativo a occidente, que en lo económico está en pleno proceso de desplazar a los Estados Unidos y sus países del G7 como las principales economías del mundo, y que en lo militar también acechan la hegemonía guerrerista mantenida por décadas por los Estados Unidos, no existía como tal en los últimos dos siglos. Pero su existencia actual está siendo determinante en la manera como se ha desarrollado el proceso político venezolano, sobre todo a partir de la muerte de Chávez.

La China de hoy, aunque dirigida por algo que se autodenomina Partido Comunista, no tiene nada que ver con el socialismo que una vez inspiró la lucha revolucionaria encabezada por Mao Tse Tung (ahora se dice Mao Xe Dong). China es una gran potencia capitalista, la segunda del mundo y muy próxima a desplazar a los Estados Unidos en su capacidad productiva y militar. Su sistema productivo capitalista explota a sus trabajadores, contamina sus ciudades y desequilibra el ambiente tanto o más que occidente.

Rusia por su parte, es la antítesis del socialismo que le precedió, como lo pregona a los cuatro vientos el propio Putin. Es una potencia capitalista que emerge de la profunda crisis a la que la lanzó el hundimiento del estado socialista soviético en las décadas de 1980 y 1990.

Ni China ni Rusia, y tampoco algún otro país de ese nuevo bloque capitalista oriental, enarbolan programas anticapitalistas, socialistas, de liberación de los pueblos, ni nada que se le parezca. A lo más que llegan es a exigir cumplimiento al orden mundial instaurado después de 1945 y condensado en la ONU y demás instituciones internacionales.

La existencia de este bloque oriental es el que le ha permitido a un gobierno como el de Nicolás Maduro mantenerse en el poder, sin necesidad de doblegarse totalmente ante el imperialismo occidental. Porque este gobierno que se dice "obrerista", "revolucionario" y "socialista", ha terminado reproduciendo el mismo camino entreguista y traidor que siguieron los adecos a partir de 1959 (y que habían seguido también las anteriores revoluciones populares venezolanas: Páez, Guzmán y Gómez).

El modelo económico que ejecuta Maduro es totalmente capitalista, y más específicamente es una variante del neoliberalismo más salvaje jamás aplicado en la América Latina. Los niveles de explotación del trabajo asalariado por el capital en Venezuela han llegado al extremo de generar una oleada migratoria sin precedentes en la historia reciente del subcontinente (tanto por la cantidad de personas como por el corto tiempo en que se ha producido). Los programas neoliberales aplicados en los 70 por las dictaduras del cono sur, que también generaron grandes oleadas migratorias, aupadas además por la represión política fascista, están siendo superados por las ejecutorías de Nicolás Maduro, quien hoy hasta sería felicitado por Milton Friedman si viviera.

El salario mínimo venezolano no llega ni a la octava parte del salario mínimo del país considerado más pobre de América, Haití. Los niveles de hambre, pobreza y miseria en Venezuela se han elevado exponencialmente en apenas cinco años. Por otra parte, el plan productivo del madurismo ha repotenciado el rentismo petrolero y minero, que por décadas se consideraron características negativas a superar por un modelo productivo alternativo al capitalismo dependiente imperante desde la colonia.

En lo político, el gobierno de Maduro ha confiscado desde 2016 todos los espacios democráticos de la sociedad venezolana, desde las elecciones sindicales y universitarias, hasta la representación de partidos libremente organizados, pasando por el control casi total de los medios de comunicación principales (diarios y televisoras), y la instauración de un sistema judicial que ha desaparecido la justicia, que ha borrado la vigencia de la constitución y las leyes, y que actúa en base a las órdenes que le dicta el poder ejecutivo.

En lo laboral, Maduro ha liquidado las contrataciones colectivas de todos los sectores de trabajadores, ha aplanado los salarios, desaparecido el ascenso por méritos, aniquilado la profesionalización y la especialización laboral, y ha terminado instaurando un régimen cercano a la esclavitud y la indigencia de los asalariados.

En materia de represión política, Maduro mantiene centenares de presos políticos, muchos de los cuales son sometidos a torturas (como lo han documentado organizaciones independientes de derechos humanos) y hasta uno de ellos, el concejal Fernando Albán, fue lanzado por una ventana del Sebin para asesinarlo. Otros presos que son producto de retaliaciones entre fracciones internas, como los de PDVSA, los dejan morir en las cárceles por falta de atención médica (práctica usual en la dictadura de Juan Vicente Gómez hace cien años), como sucedió con el ministro de petróleo Nelson Martínez. Actualmente hay 15 directivos sindicales de Ferrominera, Venalum y Alcasa como presos políticos en tribunales militares (práctica usual en el gobierno de Carlos Andrés Pérez en la década de 1970).

Yo en lo particular me incorporé a la lucha revolucionaria cuando era estudiante en la USB en enero de 1977, protestando porque un alumno y militante revolucionario que estaba detenido en la Disip fue lanzado por el balcón de uno de los bloques del 23 de enero cuando ejecutaban un allanamiento (Javier Divasson Guillén). Casualmente esa policía asesina, la misma que el año anterior había matado a Jorge Rodríguez, argumentó que Divasson se había "suicidado", como lamentablemente repite hoy el fiscal general del madurismo con relación al concejal Albán.

En materia de antiimperialismo, el gobierno de Maduro ha contratado con las multinacionales del oro más cuestionadas del mundo occidental, como la Gold Reserve y la Barrick Gold (canadienses). La primera incluso fue expulsada del territorio nacional por el gobierno de Chávez, y Maduro la volvió a traer y le pagó la demanda que nos había realizado en el Ciadi (tribunal internacional del cual Chávez se había salido). La Barrick, por su parte, está denunciada en varios países de Latinoamérica por contaminación con cianuro (en Argentina y en República Dominicana, que sepamos) y por destrucción ambiental.

También ha contratado Maduro con las principales multinacionales petroleras de los Estados Unidos, como la Chevron-Texaco, y con empresas norteamericanas desconocidas en el mundo petrolero, pero que pertenecen a amigos de Donald Trump (ver: https://www.aporrea.org/energia/n336507.html). Los contratos petroleros recién firmados reproducen las cláusulas antinacionales de los viejos contratos de la dictadura gomecista, prácticas que se habían superado en Venezuela desde el gobierno de Medina, en 1943.

Los 15 motores y las zonas especiales decretadas por Maduro responden a los viejos planes neoliberales de los años 80 en Latinoamérica, con la creación de las industrias maquiladoras, caracterizadas por la ausencia de regulaciones laborales, escasos controles ambientales y muy baja recaudación impositiva para el Estado.

Junto con el gobierno de Maduro se ha consolidado una nueva burguesía nacional, la boliburguesía (sin que haya dejado de existir la vieja burguesía cuarta republicana). Esa nueva burguesía se ha apoderado, por ejemplo, de casi todos los medios de comunicación nacionales, como el diario El Universal, el Bloque de Armas (diario Meridiano y Meridiano TV), la Cadena Capriles (diario Últimas Noticias), Globovisión, y creadas nuevas televisoras como el canal I. Sus nuevos dueños, como Raúl Gorrín y Wilmer Ruperti, constituyen testaferros directos de los altos dirigentes del gobierno madurista, y financistas de todos los lujos y prebendas con las cuales se compran conciencias militares y judiciales. Gorrín, por ejemplo, es el socio de Alejandro Andrade, ex-tesorero de la nación hoy detenido en USA por el desfalco de miles de millones de dólares del erario público nacional. Ruperti, entre otras cosas, es el que paga los abogados de los sobrinitos presos por narcotráfico en Nueva York. Por su parte la vieja burguesía también participa del festín rentista, y PDVSA ha contratado con Oswaldo Cisneros, mientras Maduro ha financiado gustosamente a Alberto Vollmer con 19 millones de dólares para fabricar ron!!!!

El "socialismo obrerista" de Nicolás Maduro es en la realidad un gobierno neoliberal disfrazado de estalinista del siglo XXI, que establece alianzas económicas tanto con el capitalismo occidental como el oriental, y que se ha sostenido financieramente y en la geopolítica global gracias al respaldo muy interesado de las superpotencias emergentes China y Rusia (interesados no en defender la "revolución bolivariana" hoy inexistente y que a ellos ni les importa, sino en la explotación privilegiada de nuestras riquezas petroleras y mineras).

El régimen de Nicolás Maduro representa esa izquierda traidora que bajo un discurso pseudo socialista se ha entregado en los brazos del capitalismo global. Maduro y quienes le acompañan son objetivamente unos traidores a todos los ideales de transformación que se enarbolaron en Venezuela durante las décadas de 1980 y 1990, sobre todo a partir de la rebelión popular o Caracazo del 27 de febrero de 1989. Este gobierno no puede ser respaldado ni de refilón. Es un gobierno antinacional, antiobrero, antipopular. La lucha contra el actual intervencionismo yanqui representado en Guaido no puede hacerse fortaleciendo al gobierno de Maduro.

La propuesta de retomar el cumplimiento de los mecanismos democráticos consagrados en la constitución nacional, permitiendo que el pueblo soberano se exprese mediante un referéndum, para la convocatoria inmediata de un proceso eleccionario de todos los poderes públicos, previa modificación del CNE y acordando las suficientes garantías jurídicas que eliminen el poder de facto que viene ejerciendo el actual TSJ, es la única salida democrática, popular y revolucionaria, que puede evitar, además, una guerra civil o la consolidación de un régimen con características de dictadura estalinista del siglo XXI.

Maracaibo, Tierra del Sol Amada. 10 de febrero de 2019.



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Roberto López Sánchez

Roberto López Sánchez (Caracas, 1958). Profesor Titular de la Universidad del Zulia (LUZ) con ingreso en 1994. Licenciado en Educación (LUZ, 1994). Magister en Historia (LUZ, 2005) y Doctor en Ciencias Políticas (LUZ, 2013). Actualmente dicta 6 materias en la Licenciatura de Antropología en LUZ: Historia de América; Historia de Venezuela; Intercambios Económicos; Poder y Movimientos Sociales; Culturas Afroamericanas; y Modo de Vida e Identidad Nacional. Ha dictado seminarios a nivel doctoral y nivel maestría en universidades venezolanas; y seminarios de Historia de Venezuela en universidades de Chile y España. Actualmente coordina la Unidad Académica de Antropología. Ha dirigido proyectos de investigación a través del CONDES-LUZ, y CLACSO. Línea de investigación: estudio de los movimientos sociales. Ha publicado más de 50 trabajos científicos. @cruzcarrillo09

 @cruzcarrillo09

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