Argelia, Sudán y el 13 de Abril

Sin lugar a dudas, tres eventos o conmociones políticas de características distintas, diferente signo ideológico, espacio geográfico, historia y tiempo, pero un elemento en común: la Fuerza Armada junto al Pueblo.

El pasado dos de abril, fuimos sorprendidos por la noticia de la dimisión del presidente de la República Árabe de Argelia, Abdelaziz Bouteflika, luego de estar 20 años en el poder. Bouteflika es un líder político de los más importantes de su país; a los 19 años se incorporó en el Ejército de Liberación Nacional durante la guerra de independencia; fue miembro del gobierno del presidente Ahmed Ben Bella; desempeñó altas responsabilidades al servicio del Estado; y ha sido destacado dirigente del Frente de Liberación Nacional de ese hermano país. Luego de la muerte del presidente Houari Boumedienne, en medio de luchas internas en el FLN, fue desterrado del poder, sufrió exilio y persecución, acusado de supuestos actos de corrupción. Volvió a su tierra y fue electo presidente en 1999, donde su mandato se caracterizó por una lucha frontal, que ganó, contra la corrupción y por la modernización de su país, devastado por una cruenta guerra interna en contra del Frente Islámico.

Con una postura firme en contra del colonialismo, a favor de la causa Saharaui, Palestina y en contra del "Apartheid", ha sido, sin duda, un dirigente destacado de los países del tercer mundo, de los no alineados, de la OPEP, del mundo africano y árabe. Sin embargo, el presidente Bouteflika, un hombre de esas credenciales y trayectoria política, renunció a su cargo, luego de movilizaciones masivas de su pueblo en contra del anuncio de su postulación, para un quinto período de gobierno. Las movilizaciones populares, que transcurrieron sin violencia, fueron acompañadas por el propio Frente de Liberación Nacional, partido gobernante, y por el Ejército argelino. Es decir, se activaron los mecanismos que le dan legitimidad al país. Esta actuación y sentido de responsabilidad de los factores de poder, del Ejército y el Partido, al lado del pueblo, seguramente le han evitado a su país episodios de violencia o desestabilización y allana el camino para buscar una solución política a la crisis que confrontan, activando los mecanismos constitucionales correspondientes.

Tuve la oportunidad de conocer al presidente Bouteflika por allá en el año 2001, cuando atendíamos las primeras reuniones del Foro de Países Exportadores de Gas y para las reuniones de la Comisión Mixta entre ambas naciones hermanas, miembros de la OPEP. El país recién salía, victorioso, de un período signado por la violencia y el extremismo del Frente Islámico, organización terrorista apoyada por varias de las Monarquías de la región y que fue el preludio de los conflictos que, años más tarde, ensangrentaron a otros países hermanos como Iraq, Libia y Siria.

Todavía la bella y héroica Argel, la capital, la "Kasbah" con su fachada mediterránea, vivía los estragos de ese enfrentamiento cruento y las medidas de seguridad eran extremas. Sin embargo, Argelia estaba retomando la normalidad progresivamente y el presidente conducía al país a un período sostenido de prosperidad. Siempre me sorprendió cómo el partido, el FLN y las Fuerzas Armadas argelinos, acompañaban al pueblo y dirigían el proceso político, garantizando la estabilidad y los intereses de todos.

Esta característica ha sido la fortaleza de una nación que emergió de una cruenta guerra contra el colonialismo; que ha sufrido de la convulsión política y el asedio de un país soberano y de avanzada, que ha tomado partido por las causas más justas, enfrentado una guerra contra el extremismo islámico apoyado desde el exterior y que mantiene una posición inclaudicable en contra del colonialismo que todavía persiste en el Sahara Occidental, a favor de los intereses de África, los países en desarrollo, de la OPEP. Un país asediado políticamente y afectado por problemas económicos que, sin embargo, es capaz de actuar con prontitud y de manera decisiva para evitar desestabilización y violencia, sufrimiento del pueblo, escuchando y colocándose a su lado.

Luego, tuve más oportunidades de ver al presidente Bouteflika, participar en reuniones con él, acompañando al presidente Chávez durante la Cumbre de Jefes de Estado y de Gobierno de la OPEP en Riad en 2007; y, posteriormente, en diciembre de 2008, junto al Ministro argelino de Petróleo Chakib Khelil, con ocasión de la Reunión Extraordinaria de la OPEP celebrada en la ciudad de Orán, en Argelia, cuando, tras la caída del precio del petróleo de agosto de ese año, desde los 120 dólares el barril hasta 35 dólares el barril en tan solo 6 meses, decidimos hacer un recorte de 4.5 millones de barriles día de petróleo; y a nosotros nos correspondió recortar 364 MBD, pasando de 3.4 millones de barriles día a 3,015 millones de producción, nivel que mantuvimos hasta diciembre de 2013, antes del desastre.

La última vez que vi al Presidente Bouteflika fue en septiembre de 2014, ya como canciller, cuando en compañía del entonces Ministro de Petróleo Yousef Yousfi , fuí recibido directamente por él a las afueras de Argel. Era un gesto inusual, pues ya su estado de salud lo complicaba un poco. Era realmente un gesto para un ministro del presidente Chávez; para un amigo de Argelia. Me sorprendió, a pesar de su condición y edad, la claridad de su pensamiento y su agudeza política. Vaya mi reconocimiento y respeto hacia el presidente Bouteflika y su altura de estadista, que le ha permitido, como ahora, decidir siempre a favor de los intereses supremos de su pueblo. Ojalá Argelia resuelva, como estoy seguro lo hará, sus asuntos internos en beneficio de esa hermana nación.

Por su parte, Sudán es uno de los países más complejos y convulsionados de África. Las secuelas del colonialismo introdujeron el germen de conflictos étnicos y religiosos, por el agua y la tierra, que han mantenido a ese hermano pueblo asolado por la guerra, la división, la violencia y la comisión de crímenes de lesa humanidad, en particular, en el conflicto de Darfur. Luego de un prolongado litigio y los intereses transnacionales en torno al petróleo, el país fue dividido; y, en 2011 se creó la República de Sudán del Sur. La Nación más joven de las Naciones Unidas que, sin embargo, sólo ha sufrido la guerra y la violencia desde su fundación.

Recuerdo que, cuando nos correspondió como país miembro no permanente participar en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, entre 2015-2016, hicimos todos nuestros esfuerzos diplomáticos para apoyar una resolución pacífica al conflicto de Darfur; para aliviar el sistema de sanciones impuestos por la ONU sobre el país. Lee hacíamos seguimiento permanente al conflicto que desgarraba a este pueblo, el cual constituía parte de la agenda permanente del Consejo de Seguridad, donde se expresaban de una parte los intereses de las grandes potencias en pugna por el control del país y la región; y, por la otra, la posición de la Unión Africana, la única organización que, de acuerdo con nuestra posición, tenía la legitimidad para intermediar en el conflicto y los esfuerzos de paz, al contar con el aval del "país concernido", en este caso, el Sudán. Nosotros insistíamos, junto a Angola y Chile; y, luego, Uruguay y Egipto, en la postura de "soluciones africanas a los problemas africanos".

Sin embargo, la situación del presidente Omar al-Bashir, resultaba insostenible desde el punto de vista de principios políticos y éticos. Como presidente, Bashir condujo una guerra cruel contra la otra mitad de su pueblo, que dejó un saldo de altísimo sufrimiento por las indescriptibles crueldades que se cometieron contra los civiles, mujeres y niños, en el desarrollo de un conflicto absurdo, donde las posiciones de poder e intereses grupales eran inamovibles. El se colocaba por encima de los intereses de su pueblo y tenía sumergido al país en un caos permanente. Por supuesto que nosotros jamás apoyamos, como no lo hicimos en ningún caso, estas actuaciones de gobiernos o individuos violadores de los Derechos Humanos y acusados de cometer crímenes o atrocidades contra el ser humano. Es una cuestión de principios. Por estos actos crueles y crímenes de lesa humanidad, el presidente Bashir tiene orden de captura de la Corte Penal Internacional de La Haya.

Luego de sucesivas protestas populares, el pasado 11 de abril, el ministro de la Defensa de Sudán anuncia al mundo que las Fuerzas Armadas habían depuesto al presidente Bashir; que el mismo se encontraba en arresto domiciliario y que ellos asumirán la conducción de un gobierno de transición, inclusivo de todos los sectores del país, durante dos años, para luego convocar a elecciones. Aclaran que ellos no piensan permanecer en el poder y que tampoco extraditaran al presidente Bashir, quien será juzgado en el país.

A diferencia del presidente Bouteflika, el presidente Bashir, más bien con una trayectoria siempre vinculada a la violencia y al ejercicio autoritario del poder, no quería hacerse a un lado, separarse del poder. Sin embargo, tal como en Argelia, el Ejército se puso de lado del pueblo que estaba en las calles. De otra manera, no hubiese sido posible deponer del poder a un presidente que condujo a su propio pueblo a una atroz guerra civil y que durante 30 años ha hecho todo lo que ha estado a su alcance para mantenerse junto a su entorno en el poder. El Ejército de Sudán ha actuado de manera decidida para salvar al país de una situación que, de no alcanzar una solución política, arrastraría a su pueblo a más sufrimiento y probablemente a una intervención extranjera. Las Fuerzas Armadas hacen a un lado a un presidente y a su entorno aferrado al poder porque sabe que tienen mucho que perder por los crímenes y violaciones a los Derechos Humanos perpetrados contra su pueblo. La actuación del Ejército, involucrado de manera directa en la guerra fratricida, permite allanar una solución a su crisis interna, a su conflicto, teniendo ellos control del proceso, preservando su soberanía y conduciendo el país hacia un escenario de mayor inclusión, indispensable para alcanzar la estabilidad.

Ayer sábado se conmemoró un aniversario más de los extraordinarios acontecimientos del 13 de abril, cuando el pueblo, junto a las Fuerzas Armadas Bolivarianas, lograron deponer al dictador Carmona y restituir la Constitución y el poder al presidente Hugo Chávez. Momentos estelares de nuestro pueblo que, a pesar de la represión, del miedo que impuso la violencia fascista y del odio de los sectores políticos que promovieron el golpe, salió a las calles, bajó de los barrios para reclamar el poder que habían obtenido por las elecciones, para restituir al presidente Chávez, prisionero de los golpistas. Fueron momentos estelares también de nuestros oficiales y soldados patriotas que, movidos por los más hermosos principios Bolivarianos, decidieron ponerse del lado del pueblo, de la Constitución y, restablecer la soberanía popular, rescatar la dignidad de las Fuerzas Armadas al traer a salvo al presidente Chávez a Miraflores, para abrir así la posibilidad de desarrollar el proceso de los profundos cambios políticos, económicos y sociales que el pueblo apoyó mayoritariamente. La Revolución Bolivariana por la que el pueblo demostró estar dispuesto a dar su vida, y por la que los enemigos de la Patria asesinarían al presidente Chávez.

Esa acción decidida de la Fuerza Armada junto al pueblo, permitió que el pueblo alcanzara, como nunca, el protagonismo en el desarrollo del futuro del país y su reivindicación social. Permitió que se restableciera el orden constitucional y se iniciara el proceso que nos llevó a conquistar nuestra Plena Soberanía Petrolera, la inclusión social, las plenas libertades políticas y crear las condiciones para reconstruir la Patria, conquistar un futuro pleno de justicia social, trabajo y bienestar para todos los venezolanos.

Argelia, Sudán y el 13 de abril, constituyen lecciones políticas para el país, pero especialmente para el pueblo y las Fuerzas Armadas. En el pueblo reside la soberanía de la patria mientras en la FANB descansa la autoridad y la fuerza para hacer valer la Constitución y los derechos de todos los venezolanos. No podemos permitir entonces que ambos elementos fundamentales para el futuro de nuestro país, se subordinen a intereses grupales que pretenden mantener o llevar al país a escenarios de los cuales nos podemos arrepentir por muchos años.

En momentos decisivos para la Patria, tal como indiqué en mi mensaje a la Fuerza Armada Nacional Bolivariana, no tenemos otra opción que optar por una alternativa patriota al lado del pueblo. Escuchar y acompañar al pueblo en su lucha por volver a la Constitución, al Plan de la Patria, a la soberanía, al vivir bien. Solo la actuación decidida de ustedes, a favor de la Constitución, de los humildes, con una Junta Patriótica de Gobierno, que incluya a todos los sectores patriotas del país, donde ustedes sean garantía de paz y soberanía, una Junta Patriótica, que cree las condiciones para restablecer la soberanía del pueblo, atender la crisis económica y social, la emergencia humanitaria, permitirá sacar al país de este caos, evitar la guerra o una intervención extranjera. Liberar a nuestro pueblo del chantaje e imposiciones de grupos de poder que entregan la patria, que hoy la rematan o que prometen hacerlo, que seguirán acabando con nuestro futuro ¡Viva la unión cívico-militar del 13 de abril! ¡Es urgente una Junta Patriótica de Gobierno!



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Rafael Ramírez Carreño

Ingeniero y político venezolano. Ex-embajador de la República Bolivariana de Venezuela ante la ONU. Ex-ministro de Energía y Minas y expresidente de empresa pública Petróleos de Venezuela, S.A. (PDVSA) hasta el año 2014. Militante Revolucionario, Chavista y Bolivariano.

 @RRamirezVE

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