El pasado martes 14, Mario Silva, se anotó un golazo al poner al descubierto una realidad inherente al interior de los EEUU, y que los medios de comunicación occidental ocultan y guardan con mucho recelo: en los EEUU, no sólo hay Cárteles de drogas, sino también producción interna. No hablamos del principal Cártel de drogas del planeta, valga decir, la DEA, sino de bandas de narcotraficantes tan iguales como las de México, Colombia o Perú, solo que se les oculta –mediáticamente- bajo el camuflaje de bandas juveniles o pandillas. El propio Cártel de la DEA, tuvo que reconocer que tiene competencia en territorio estadounidense, y que ya no son solo ellos, quienes monopolizan ese negocio: “Muchas de estas organizaciones construyeron sus negocios en la parte norte del país y tienen gente en la parte sur, que colinda con México, para operar…”, así lo señaló Polo Ruiz, oficial a cargo de la oficina de la DEA en Tucson, Arizona, el pasado febrero de este año. Y, tiene que ser así, pues como refería el jefe de policía de Arizona, en noviembre de 2019, los Cárteles mexicanos ya no se daban abasto con la inmensa cantidad de drogas (fentanilo, metanfetamina, heroína y cocaína) que introducían a los EEUU desde México. Señalaba, también: “La realidad es que en las garitas no hay suficiente personal. Actualmente, hay más de 100 vacantes en Nogales, por lo que no se cuenta con bastantes elementos para investigar, así que el flujo de actividades ilícitas no se detiene”. Concluyendo, que: “la demanda de drogas en los Estados Unidos es un negocio altamente rentable y que los carteles ya no se dan abasto y están abordando a personas de Arizona para contrabandear narcóticos.” No obstante, esa situación, las Administraciones estadounidenses, siguen viendo la presencia de los Cárteles, solamente al sur de su territorio, en países que –potencialmente- puedan ser objeto de sumisión a las directrices imperiales.
Años hacen, que las Administraciones estadounidenses, han convertido las políticas antidrogas del imperialismo, en parte –fundamental- de sus políticas de seguridad nacional y procuran objetivos geopolíticos de dominación global, abandonando la lucha –verdadera- contra los Cárteles y aquellos países o Estados productores de drogas, como pudieran ser Colombia o Perú, los dos grandes productores de cocaína en el planeta; cuyos gobiernos, son privilegiados aliados de la Administración Trump, hoy; en el pasado, de la Administración Obama, en fin, de Demócratas y Republicanos, sin distinción. Se trata, de una política del Estado imperial. Peor aún, el imperialismo, ha cooptado a importantes Cárteles de las drogas que utilizan, como fuerzas paramilitares para invadir países, como ocurriera –recientemente- con Venezuela y el frustrado plan de invasión marítima, llamado Gedeón, en que tuvieron participación muy activa, los Cárteles de la Guajira, liderado por Clíver Alcalá, y los Rastrojos, liderados por Juan Guaidó.
El Informe sobre Drogas 2019, de la Organización de Naciones Unidas, ONU, es concluyente: “La producción mundial de cocaína se situó en 2017 en un récord histórico con 1.976 toneladas, un 25 por ciento más que el año anterior. El 70 por ciento de esta producción con una pureza del cien por cien procede de Colombia…” Las bases militares de EEUU, en territorio colombiano, garantizan la seguridad de esa importante producción, que va casi, en su totalidad, a territorio estadounidense. En relación al opio, otro elemento que nos da pistas de una relación muy estrecha entre fuerzas militares de EEUU y Cárteles de drogas, es el caso de Afganistán, país invadido por EEUU, en el cual -desde entonces- permanecen bases militares custodiando importantes sembradíos de opio. Dice el Informe ONU: “La producción de opio en 2018 bajó respecto del máximo histórico del año anterior pero sigue siendo la segunda cifra más alta de la última década con 7.709 toneladas. La mayor parte de esa cifra procede de Afganistán, con 6.400 toneladas…” Alerta, el Informe: “La ONU sugiere que la legalización del cannabis con fines recreativos en algunos estados de EE.UU. pudo impulsar el consumo de esa droga. Al observar un período de diez años, entre 2007 y 2017, el aumento en el número de estadounidenses que consumió marihuana al menos una vez al año fue del 63 % y mayor aún, del 130 %, el de las personas que usaron a diario la droga.” Uso recreativo, le llaman al consumo de drogas, legalizadas en los EEUU, en este caso la marihuana. No obstante, los efectos son demoledores, como bien lo señala el Informe ONU: “La crisis de sobredosis de opiáceos sintéticos en América del Norte llegó a nuevas alturas en 2017 con más de 47.000 muertes por sobredosis de opiáceos registradas en Estados Unidos…”. Vaya “recreación” esa, que los lleva directo a la tumba. No obstante, como lo señala el Agente Kevin ‘Jake’ Carter, Jefe de la DEA, en Miami: "La cocaína es la reina de las drogas". Lo que nos explica, el trato privilegiado que le otorgan las Administraciones de EEUU a los gobiernos colombianos, léase: Pastrana, Uribe, Santos o Duque.
Toda la familia de Álvaro Uribe, cercana y lejana, está emparentada con el paramilitarismo, que viene a ser lo mismo que decir: el narcotráfico. No es motivo de escándalos, en Colombia, cuando Ana María Uribe Cifuentes o Dolly de Jesús Cifuentes, cuñada y sobrina, fueron detenidas acusadas de tráfico de cocaína y lavado de activos, en sociedad con Joaquín Archivaldo Guzmán Loera, alias: “El Chapo Gúzmán”, jefe del Cártel de Sinaloa. Total, para la sociedad colombiana no hay nada de qué escandalizarse, es de lo más normal que todo detenido por traficar cocaína tenga algún parentesco o afinidad con Álvaro Uribe, hasta la actual Vicepresidenta, lo tiene. Menos aún, que el mismísimo presidente Iván “el terrible” Duque, se haga un video con un connotado narcotraficante, bailando y gozando, vallenatos. ¡Así funcionan las cosas en un narco Estado! A Donald Trump, le encanta esa forma de relacionarse con el narcotráfico, y lo ha cooptado para su gobierno, en las figuras del Senador Marco Rubio y Elliot Abrams, dos connotados narcotraficantes.
Hablar de Marco Rubio, es hablar de Bárbara, su hermana, su cuñado Orlando Cicilia, pareja que trabajó para el muy conocido narcotraficante cubanoamericano, Mario Tabraue. Capo multimillonario, que manejó el imperio de la cocaína en Miami, y fue condenado a 100 años de prisión, pero que resultara beneficiado con una reducción de pena del 85 por ciento, hoy está libre. ¿Qué tuvo que ver el “honorable” Senador, en la conquista de ese beneficio de reducción de pena? No obstante, como buen delincuente, Marco Rubio, no se cansa de distraer la atención: “El régimen de Nicolás Maduro continúa aterrorizando al pueblo de Venezuela, trafica drogas a Estados Unidos y crea una crisis migratoria en toda la región.”, señala, en uno de sus tantos tuit, que mucho le agradan a Trump. Tanto, como las abundosas contribuciones -para su campaña electoral- que le deben estar depositando sus socios de los Cárteles gringos. Mucha razón, tiene Jesús Esquivel, autor del libro: “los narcos gringos”, cuando caracteriza a los narcos estadounidenses como: “Amas de casa rubias y ojos azules, hombres vestidos con trajes de diseñador o jóvenes “cool” pasan desapercibidos en Estados Unidos, a pesar de dedicarse al narcotráfico”, tal cual estuviera retratando al “cool” senador y su hermana Bárbara, ama de casa. Pero, incluso, más allá, como lo demostró un investigador de fraudes (whistleblower), al exponer al mundo la realidad de la banca estadounidense: “Martin Woods, un ciudadano inglés..Ex oficial de policía durante 18 años…en marzo 2005, como agente anti-lavado de dinero…no pasó mucho tiempo para que descubriera que su propio empleador, uno de los principales bancos de EEUU, era un jugador importante en el apoyo a los carteles de la droga… para el blanqueo de miles de millones de dólares de dinero de la droga a través de red de sucursales del banco Wachovia…” (Los grandes bancos de EEUU lavan muy bien, pero el Wachovia Bank lava mejor… para los carteles de la droga, Ernesto Carmona, Argenpress, 16-11-2012). Así lo admitiría, el senador republicano, David Perdue. “El negocio del tráfico ilícito de drogas a través de la frontera entre México y Estados Unidos vale aproximadamente unos USD 500 mil millones. Sin embargo, de ese monto hipotético el 80% de las ganancias se reparten en territorio estadounidense, mientras que México solo se queda con el 20 por ciento restante. Esto quiere decir que de cada 10 dólares que deja el negocio, ocho ingresan a la economía de EEUU.” (Agencias, 28-11-2019).
Otro “paladín” de la lucha contra las drogas, y supuesto “democratizador” de la supuesta “dictadura” venezolana, es Elliot Abrams, alias “el carnicero de Centroamérica”, por los innumerables crímenes cometidos en esa región de la América. Este sujeto, fue condenado –penalmente- por engañar al Congreso de los EEUU, por el escandaloso caso Irán-Contra, 1985-1986. Una operación, cuya finalidad era derrocar a la Revolución Sandinista, que involucró diversidad de acciones, todas clandestinas. Tráfico de armas desde Irán, lavado de dinero proveniente del tráfico de drogas, en que se coaligaron la CIA y estos funcionarios de la Administración Reagan, con importantes Cárteles de Colombia y México. Destacan, entre éstos, la participación muy activa que tuvo Pablo Escobar del Cártel de Medellín y Gonzalo Rodríguez Gacha y otros integrantes del Cártel de Guadalajara, para traficar cocaína a EEUU, y el dinero obtenido invertirlo en la compra de armas y financiar las actividades militares de la Contra nicaragüense. Abrams, es un delincuente con un amplio prontuario criminal, cuyo pase por Centroamérica, en tiempos de guerrillas en El Salvador, adosó a sus haberes, importantes y renombrados crímenes de monjas y curas, que le permitieron honrar el calificativo de ser el “carnicero centroamericano”. La Comisión de la Verdad para El Salvador, auspiciada por Naciones Unidas, en 1992, exhumó cientos de cadáveres en fosas clandestinas, como evidencia de las masacres que ejecutó Elliot Abrams, en dicho país, durante la vigencia del conflicto bélico. Abrams, defendió a capa y espada, la política que dirigió y la calificó como “un éxito fabuloso”. Algunos analistas, hoy en día, lo responsabilizan de ser el responsable de la epidemia de adicción al crack-cocaína, que azotó a las comunidades negras y latinas, en los EEUU, durante aquellos años, y, por supuesto, en el presente pues esa adicción queda como una huella imperecedera para las futuras generaciones. Luego de ser encontrado culpable, por ocultar información al congreso, sobre el escándalo Irán-Contras. El presidente George H. W. Bush, padre, lo perdonó por sus crímenes. Años después, su hijo, George W. Bush lo incorporó en la maquinaria que ejecutó la genocida invasión a Irak, en 2003, y ahora, Donald Trump, le asigna la misión de llevar la “democracia” a Venezuela. ¡Vaya democracia!
Hampa-Narcotráfico-Política, es la trilogía que mueve a las Administraciones imperiales estadounidenses. La supuesta guerra contra las drogas, no es más que un fraude de marca mayor contra el pueblo honesto estadounidense y el mundo todo. Con mucha razón, voces honestas como las del el ex vicesecretario de las Naciones Unidas (ONU), Pino Arlacchi, se hacen sentir de indignación, ante las vulgares calumnias que enarbola Donald Trump, contra Venezuela. Señala, Arlacchi: “No hay la más mínima evidencia para apoyar la calumnia de que Venezuela ha inundado a los Estados Unidos con cocaína en los últimos años. He quedado además desconcertado porque me he ocupado de antidrogas durante cuarenta años, y nunca me he encontrado a Venezuela en mi camino. Antes, durante y después de mi cargo como Director Ejecutivo de UNODC (1997-2002), el programa antidrogas de la ONU, nunca he tenido la oportunidad de visitar ese país porque Venezuela siempre ha estado fuera de los principales circuitos de tráfico de cocaína: entre Colombia, el principal país, productor, y EE. UU., el principal consumidor” […]”Después de robar $5 mil millones de los recursos financieros de Venezuela depositados en bancos de 15 países. Después de establecer un bloqueo de toda la economía del país a través de sanciones atroces, con el objetivo de golpear a la población civil para empujarla a rebelarse (sin éxito) contra su gobierno. Y después de un par de intentos de golpe fallidos, aquí está el tiro final, la calumnia más infame…”(Entrevista en el portal italiano L’ Antidiplomatico).
Elliot Abrams, se propone ahora llevar a cabo una ofensiva comunicacional para intentar convertir a Venezuela en un narco Estado, tal cual lo es Colombia, en la actualidad. Contrarrestar –comunicacionalmente- ese propósito, es tarea que el pueblo venezolano debe enfrentar en unidad nacional. Todas esas historias, Irán-Contras, Marco Rubio y su cuñado narcotraficante, Álvaro Uribe e Iván Duque, hoy colocado en el tapete de la opinión pública colombiana con la serie Matarife. Abrams y Pablo Escobar, el Cártel de Medellín. Obligan, hacerlas visibles mediante la creación de novelas y películas, que coloquen al pueblo venezolano, al tanto de quienes son los verdaderos narcotraficantes en el planeta, valga decir: Donald Trump y toda la estructura global imperial militar-financiera y mediática, al servicio de los Cárteles mexicanos, colombianos y gringos, comenzando por la DEA. Esa verdad, hay que expresarla –mediáticamente- y ponerla a disposición del pueblo americano todo y más allá, en un esfuerzo comunicacional sin precedentes. Esa, debe ser una tarea impostergable. Tarea, en cuya cabeza, nos permitimos proponer al hno. Presidente Nicolás Maduro, colocar su dirección y ejecución, en las manos concienzudas y de amplio conocimiento comunicacional del camarada Mario Silva, en articulación con Winston Vallenilla y la Villa del Cine. Es hora, de dar esa batalla comunicacional, y derrotar al imperialismo, en ese terreno. ¡Sí se puede!
Caracas, 16-07-2020