Mi tío Domingo Guerrero Contreras, sargento mayor del naciente ejército del dictador Juan Vicente Gómez, guardaba en un viejo baúl de madera objetos curiosos. Uno de ellos era una pequeña revista donde aparecían algunas imágenes de ciudades y personas estadounidenses. Se hablaba allí de la vida en esa gran nación. –Bonito, ¿verdad?. Yo le respondí asintiendo con un movimiento de cabeza.
-Es que están promocionando para quien quiera irse a vivir allá. Pero son muy estrictos y no les gusta que le digan mentiras, lo toman como una ofensa y como un delito. Eran los comienzos de los años 60. A mí esas palabras se me grabaron en mis recuerdos.
Por eso considero que, en las elecciones en los Estados Unidos de Norteamérica, los dos hechos más trascendentes, no son tanto quién gane o pierda los comicios a la presidencia sino, la duda que se ha creado en torno de la credibilidad en las instituciones del Estado norteamericano. Lo otro es la decisión del pueblo boricua de convertirse en el estado número 51 de la Unión.
Con cierta regularidad leo y escucho a personas afirmar que les ha sido ‘fácil’ introducir documentación para solicitar su permanencia en EEUU. Otros recurren a introducir información no veraz y hasta falsa, indicando que las autoridades creen en lo que les indican.
Pues bien, el punto que deseo desarrollar es precisamente la tradición que existe en el pueblo norteamericano, y, por lo tanto, en sus instituciones, sobre el irrestricto apego a la verdad, creer en el Otro, como ideal de vida y convivencia, y, sobre todo, en la preservación de los principios de libertad, democracia y propiedad. Todo ello está soportado en la palabra, sea oral como escrita, que es honrada, soportada y preservada como símbolo de honor, de responsabilidad y cumplimiento a la verdad.
Por eso veo con horror la serie de argumentaciones esgrimidas sobre la actuación que tienen estos dos candidatos y detrás de ellos, quienes, a lo externo, y sin conocer la idiosincrasia de la cultura del norteamericano, se aventuran a realizar análisis y proyecciones, imitando realidades alteradas, como esta que se vive en el territorio venezolano.
Lo que viene ahora, por parte de la institucionalidad y sus agencias, es una afirmación de esto que tratamos. Porque está en ‘tela de juicio’ la palabra empeñada por la tradición cultural de una sociedad que se precia de tener un sistema de jurisprudencia basado en el principio del apego a la verdad como ideal y valor de convivencia social en una república confederada.
Pocas sociedades en el mundo tienen su fortaleza en este principio que tratamos. Japón, Australia, Finlandia, Islandia, Nueva Zelanda, entre otras sociedades, encuentran su fortaleza fundamental en la verdad y su práctica como base para su posterior desarrollo socioeconómico. Es así y nunca a la inversa. Y esto ha sido una práctica en su tradición por generaciones a través de la afirmación de la familia, sus valores, y la práctica de esta convivencia en el fortalecimiento cultural de los procesos educativos, fijos, inalterables, donde se resalta la tradición de años, siglos de esfuerzo y dedicación en el cultivo de una verdad que es reconocida, identificada y aceptada como valor de vida.
Creo que el resultado final de esas elecciones será lo de menos, centrados en esto que abordamos. Para el norteamericano tradicional, de cualquier estrato social, faltar a la verdad, ver que gran parte de los medios de comunicación han tergiversado, sesgado la verdad, para favorecer parcialidades del poder, les debe estar representando un verdadero dolor de cabeza, vergüenza y hasta humillación, como ciudadanos democráticamente formados en la defensa de la verdad y sus principios.
Tristemente en Venezuela se ha impuesto la mentira y mentir, como Política de Estado. Y en ello, nadie en representación del Poder defiende los principios del honor, la honradez, el valor y principios de la moral, ética como partes de una tradición cultural que han sido los atributos de una república federal, como la venezolana.
La lucha por el poder en Estados Unidos de Norteamérica,y en gran parte de los países del mundo, no está centrado en ideologías ni por grupos políticos, tampoco de izquierdas o derechas. Eso forma parte de un pasado reciente en la historia política de las naciones. Las luchas ahora son religiosas, de monopolios económico-financieros, y de nacionalismos.
Todas esas luchas encuentran en la práctica de los principios de la verdad y credibilidad, el soporte de suexistencia, como estados, naciones, repúblicas, y la propia sobrevivencia de sus ciudadanos.