Quienes hemos creído que George W. Bush es un tarado mental que nada sabe de lo que hace y de lo que quiere, a quiénes sirve fielmente su gobierno, cuáles son los intereses económicos de su política de guerra, quiénes son sus enemigos estratégicos y cuáles los tácticos, estamos equivocados de banda a banda. De allí que nunca es bueno hacer juicios a priori sin conocer la yerba. Hace muchas décadas un veneciano devoto burgués, llamado Antonio, dijo: “No olvides que el diablo, para sus fines, puede citar las Sagradas Escrituras”. Bush, en ese doctorado, puede dictar las lecciones más ensombrecedoras, porque tiene el convencimiento que acá en la Tierra es un enviado especial del Señor para construir un reino del Cielo que sea mucho más cruel y mucho más doloroso para la mayoría que el reino del Infierno.
La noche de ayer, 23 de enero, lo demostró en su discurso o mensaje anual ante el Congreso del Estado de la Unión. Sin duda, estaba concentrada la crema y nata de la política, de los agentes del monopolio económico, de los militares, de los poderes judicial y legislativo, del gobierno y la gran prensa. No había pueblo, es cierto, pero éste sigue siendo –en su mayoría- un cómplice primario y consciente de las políticas perversas que ejecuta en el mundo entero la nación más poderosa, armada, belicosa y salvaje que haya conocido la historia humana.
Bush, no es el político carente de conocimientos que muchos creíamos. No es culto, es cierto, pero para ¿qué necesita el imperio un ser culto, como Presidente, si éste sólo tiene que obedecer y hacer cumplir las políticas dictadas por los intereses económicos de los grandes monopolios que deciden el curso del mercado mundial?
Muchos analistas políticos, presentados en CNN, lanzaron sus hipótesis donde ponían en duda que en el Congreso de Estados Unidos el Presidente Bush recibiera muchos aplausos en su mensaje anual, debido a la reciente victoria de los demócratas que ahora dominan las dos cámaras de legisladores y ‘aparentemente’ se oponen a sus políticas de gobierno y de Estado. Ninguno estuvo acertado. Precisamente, los aplausos fueron tan repetidos que casi no lo dejan hablar, por lo cual tuvo que alargar el tiempo de su discurso que cada cinco o diez palabras era detenido y premiado con sonoros y prolongados aplausos con todos los asistentes de pies.
Bush no leyó su discurso, y si tuvo alguna chuleta, se olvidó de ella tan pronto le tomó el pulso al sentimiento generalizado de los asistentes. Lo digo, porque me calé su discurso completo. Era mi deber. Es, personalmente el señor Bush, el mayor y más peligroso enemigo público que tiene la humanidad casi entera en este momento de la historia, en que la globalización capitalista sigue creyendo que ha llegado el fin de las ideologías. Creo que hay que hacer todo esfuerzo e invertir una cantidad de tiempo en advertir o conocer cómo piensa y cuál es la orientación política inmediata de un enemigo tan perverso y tan atroz como el señor Bush. Padecí el dilema de que también quería escuchar al camarada Ramón Moreno, un analista sociológico y filosófico muy oportuno, muy capaz y muy acertado, digno de tomar en consideración por lo mucho que enseñan sus conocimientos, quien estaba en Venezolana de Televisión –programa La Hojilla- a la misma hora en que CNN transmitía el discurso de Bush. Me tocó decidir entre ver y escuchar a Ramón Moreno –que es un revolucionario- y Bush –que es un súper reaccionario-. Opté por el segundo, por ser un enemigo, que citando las Sagradas Escrituras en nombre de la democracia y la libertad y la paz, nos amenaza y nos anuncia su disposición de hacer las guerras que cultivan la muerte, mientras que Ramón Moreno –lo sabemos- es un sembrador de la vida.
Bush dijo que iba hablar de tres elementos económicos para mejorar las condiciones de vida de los estadounidenses. Engañó no sólo a los congresistas y a los invitados especiales que lo aplaudieron con frenesí, sino también –y especialmente- al pueblo de Estados Unidos. Habló fue de la guerra y más guerra. Bush sigue creyendo un deber del imperio construir la democracia para que el rico sea formalmente elegido por el pobre, la libertad para que el rico decida el destino del pobre, y la paz para que el pobre sea un fiel esclavo del rico. ¡Qué barbaridad! Habló de terrorismo de grupos en el mundo como el eje del mal que debe ser combatido y destruido por el eje del bien –que es el imperio capitalista-, pero nada dijo del terrorismo de Estado imperialista que quita la vida a millones y millones de personas en el mundo, para que el imperio se adueñe de la riqueza ajena. Narró hazañas de los soldados-mercenarios rambos que hacen el papel de superman, tarzán, batman, el hombre araña y la mujer maravilla al mismo tiempo, pero nada dijo de los soldados que no quieren seguir en una guerra que no es de ellos, de los que desertan o que no quieren ofrendar su vida por una causa que es sólo de los ricos y no de la mayoría del pueblo estadounidense. Amenazó con guerra a diestra y siniestra, solicitó aprobación de envío de más hombres y armas a la guerra. Bush, como Hitler, no cree en la defensiva ni en la retirada cuando todo indica que tiene la guerra perdida. Los aplausos parecían una lluvia de nunca escampar. Los demócratas aplaudían con mayor frenesí que los propios republicanos, salvo la Clinton que mostraba una pícara sonrisa como afirmando que Bush era un gran mentiroso y deformador de la realidad. Todos los vaticinios de que Bush iba a encontrar obstáculos en su alocada carrera armamentista y de guerra para el mundo, se derrumbaron como castillos de arena al tronar de los primeros aplausos a su discurso, precisamente, de ofrecimiento de guerra y más guerra.
Una vez concluido su mensaje de guerra, recibió la felicitación ardorosa de casi todos los presentes. Definitivamente, el mejor republicano es el demócrata. Una conclusión: para construir un mundo nuevo posible, necesariamente, hay que derrotar y derrumbar el emporio de los republicanos y los demócratas sostenido en Estados Unidos. El pueblo estadounidense, tiene la primera opción de la palabra y del hecho.
Nota: Me cambié de canal y pude escuchar, ya al final, el análisis que hacía el profesor Ramón Moreno sobre la situación del país, del proceso y del espíritu colectivista que es indispensable si pretendemos forjar una nueva sociedad. Luego, me senté a escribir este artículo.