El título va entre comillas porque pertenece a un artículo de Claudia Cisneros Méndez publicado en la web Otra Mirada el 14 de abril último en el Perú. La autora saca "lecciones" de la "primera vuelta" electoral en ese país en la que el docente Pedro Castillo fue votado por más del 19% de los electores de 15 departamentos de un total de 25. Esta es mi IV entrega. Por su extensión la he dividido en dos partes. Trata sobre lo que Cisneros subtitula como: "La disputa entre conservadurismo y progresismo".
Cisneros dice en su artículo:
"Creo que una segunda lección de esta primera vuelta es que más que una confrontación entre derecha o izquierda económicas, lo que estaba y está delante de nuestros ojos es una disputa incluso anterior, la del conservadurismo contra el progresismo.
UNO: Empezaré diciendo que no hay "derecha o izquierda económicas". Ni aquí ni en ninguna otra parte por mucha originalidad "progresista" que se tenga.
Izquierda, derecha son denominaciones que connotan "oposición" política. Surgieron durante las deliberaciones del Tercer Estado constituido en Asamblea Nacional en la Revolución Francesa, entre agosto y setiembre de 1789. Los que negaban el derecho del Rey a vetar las decisiones de la Asamblea se situaron a la izquierda de Robespierre que por entonces lideraba la Revolución. Eran los de "la montaña". Los que adherían a la idea de que el Rey tenía derecho a veto estaban a la derecha del líder de los Jacobinos. Eran los de "la llanura". Al centro se situaban los indecisos. Eran los de la "marisma" (terreno húmedo donde sólo crecen hierbas).
DOS. Tampoco hay disputa, ni anterior (ni posterior), entre conservadurismo y progresismo. Mucho menos en Perú. Esto es obviar la historia, cuando no, ignorarla o pretender distorsionarla.
La "disputa" de la que da cuenta la historia se dio entre conservadorismo (o conservadurismo) y liberalismo. Se remite al surgimiento del capitalismo industrial a mediados del siglo XVIII en los países de Europa occidental, principalmente en Inglaterra, Francia, Alemania. Antes sólo había conservadorismo. El capitalismo industrial abre las puertas al liberalismo. Tan pronto entra se mimetiza con el conservadorismo para hacer digerible la "democracia liberal" del capitalismo, hasta nuestros días. Era de esperarse, pues toda "disputa" supone e implica conciliación. Entre conservadores y liberales nunca existió confrontación ni oposición. Al contrario, los conservadores son siempre liberales y viceversa. Cierto es que también el nacionalismo en sus variadas especies y los populismos han "disputado" con el conservadorismo y con el liberalismo permitiendo el surgimiento, en cada caso, del "neo" conservadorismo y del "neo" liberalismo. "Espantajos", uno y otro, para asustar a los desinformados y desorientar a los enterados. En algún momento me ocuparé de ellos.
TRES. Conservadorismo
A. De más antigua data, el conservadorismo hunde sus raíces en la antigüedad greco-romana; en los tiempos "del honor y de la guerra" del imperio romano, de las invasiones bárbaras, de la confrontación judeo-romana. Hunde sus raíces en la universalización del dogma cristiano de Pablo de Tarso; en la Iglesia, su jerarquía eclesiástica, sus "guerras santas", sus genocidios, su destrucción de civilizaciones, sus Cruzadas que sobre-enriquecieron a las dinastías italiana, española, francesa, inglesa, alemana belga que aún gobiernan diez "estados" de Europa. Hunde sus raíces en toda la Edad Media con su orden feudal y sus noblezas; en la Reforma y la Contrarreforma; en el sacro imperio romano germánico y sus "estados" imperiales; en las guerras religiosas. Hunde sus raíces, en el absolutismo monárquico; en el Despotismo Ilustrado; en la Restauración… Hechos que ocurrieron a un lado del Atlántico Norte y cuyos efectos se injertaron en América desde 1492 y en el Perú a partir de 1532 con la invasión del Tawantinsuyo, perdurando hasta hoy.
B. El conservadorismo es la ideología que se ha reinventado tantas veces como fue necesario para acomodarse mejor al desarrollo del capitalismo. Desde su maridaje con el liberalismo inglés a fines del SXVII (durante la Revolución Gloriosa) para facilitar el retorno del anglicanismo, hasta la "globalización" de nuestros días con todas las crisis y extinciones que apareja: soberanía, nación, Estado, libre competencia. El conservadorismo se reinventó en la I GM; en los nacionalismos de España, Italia, Alemania de los años 30; en la II GM; en la Guerra Fría; en el derrumbe de las repúblicas socialistas. Es el nutrimento de los mitos del "fin de la historia" y "del fin de las ideologías" sobre los que se erige la hegemonía estadounidense y la unipolaridad del mundo a partir de 1989.
C. En el Perú tanto las luchas por su "independencia" como su "republicanismo" desde 1821 hasta hoy, tienen la impronta del conservadorismo absolutista de la decadente España de los siglos XVIII y XIX primero; del constitucionalismo inglés después; y de la democracia liberal estadounidense desde 1919 a nuestros días.
Esto puede advertirse en el "Acta de la Independencia" que fue leída y presentada a San Martín por los representantes de la jerarquía eclesiástica católica, los "nobles" investidos por la Corona y los "próceres" vinculados al régimen de hacienda de ese entonces. Puede, igualmente, advertirse a lo largo del "republicanismo militarista y civilista" que tuvo el Perú entre 1824 y 1968 y entre 1975 hasta hoy. Tiempo en el que se sucedieron en el gobierno "mariscales", generales y coroneles a punta de intrigas, traiciones y asesinatos; y civilistas, constitucionalistas, demócratas y otras especies.
El influjo liberal que algunos atribuyen a los "próceres de la independencia" y que desde entonces nutriría nuestra "democracia" republicana es una falsedad. El lastre conservador de cuño español y el liberal de cuño franco-anglo estadounidense han larvado la economía, la política, la ideología y la cultura del Perú y de su pueblo durante toda su vida republicana. Aquí, el "poder del honor" conservador se trasmutó en republicanismo y en democracia para asegurar la existencia y el poder de la Iglesia, de los militares, los terratenientes, los "nobles" y sus testaferros, primero. Después, de banqueros estadounidenses y europeos, de varones del azúcar y del algodón, de contratistas extranjeros de obras públicas, de gobernantes entreguistas y genuflexos. Finalmente, de las instituciones del apalancamiento financiero y de sus "socios inversionistas" transnacionales, de la banca financiarizadora, del narcotráfico, de la corrupción.
D. Pretender sustraerse al conservadorismo que vertebra la historia del Perú desde la invasión española hasta la actualidad, proponiendo como contraparte un llamado "progresismo" es incurrir en una falacia ideológica a la par que adherir a una distorsión histórica. El híbrido "conservadorismo liberal" comparte la idea de "progreso" desde la Ilustración en el siglo XVIII, al Foro de Davos en el siglo XXI. El "progresismo", como veremos en una próxima entrega, no es otra cosa que una deformidad ideológica para hacer viable, en tiempos de "globalización" y de "pandemia", el progreso liberal-conservador de la IV Revolución Industrial Capitalista. La que está haciendo más ricos a los ricos y asegurando el supremacismo blanco y sionista del homo technologicus de la inteligencia artificial, la tecnología, la transhumanización. La que está haciendo posible esa "sola humanidad" de la que pontifican los "filántropos" de la muerte y en la que sólo caben "los elegidos".