Los procesos electorales en las democracias modernas, han transformado las mismas en un fin en sí mismo, al margen de los objetivos que persigue la política, como despliegue de instrumentos para la construcción de los modelos sociales y productivos por los cuales el pueblo inclina su intención al votar.
Es más las promesas electorales, apoyadas en un bombardeo diario mediático hegemónico, que inunda de sentido al conjunto de la población, colocando al hecho electoral, por encima de las realizaciones a desarrollar, en la construcción social y productiva desde las posiciones en disputa. Es la cultura dominante neoliberal.
Al hacer de los nombres propios un eje más importante que las políticas estratégicas que se expresan, produce la postergación de la política cada dos años, en una pugna que pasa por la boleta electoral, antes que por consolidación de un proyecto de poder popular, con programa y objetivos estratégicos de victoria, que convoquen al pueblo a su participación efectiva.
Esta tergiversación de los mecanismos democráticos, la debilita como instrumento de los pueblos a lo largo de la historia, privilegiando otros actores, antes que la voluntad popular cooptada por un diseño de marketing, contenidos dirigidos todos a elementos donde los sueños, utopías y caminos del pueblo, quedan encerrados, subsumidos y subalternizados en una urna, que no llegan a concretarse, porque enfrenta las dificultades que origina la hegemonía real de factores de poder, ajenos a la voluntad popular y permanentes, de una colonización construida en el tiempo, en cualquier escenario político elegido por el pueblo.
Esto no quiere decir de ninguna manera que el hecho electoral deba descartarse, al contrario, implica que lo asumamos como forma real de construcción de poder popular, en organización de Comunidad Organizada, antes que publicidades frívolas que hacen de la democracia un hecho de la farándula, antes que de planteos que recuperen a la política como instrumento que permita concretar una sociedad más justa, de compromiso pleno con las necesidades e intereses del pueblo argentino.
Si las campañas electorales fuesen el motor de la organización política, cada año se avanzaría en la consolidación del movimiento nacional y popular, sellando en lo estratégico una acción común, que derrote una fragmentación institucional y política, producida por el enemigo, que nos debilita como movimiento.
Esa recuperación de la política como herramienta de construcción del futuro, en donde el modelo solidario social y productivo debe enlazarse con el cuidado del medio ambiente, privilegiando la naturaleza en contacto con las necesidades de los seres humanos, en un equilibrio que evite la destrucción de la Humanidad, en esta carrera del crecimiento infinito, que todo lo arrasa en nombre del Mercado, nos puede permitir dar los pasos necesarios en la batalla cultural que desmonte, la construcción de un imaginario individualista, consumista, egoísta que llevó a la comunidad a la diáspora social.
No es un tema menor, asumir que las falencias que han llevado a la fragmentación política y social, no han nacido de un repollo sino de la necesaria acción combinada de factores de poder que diseñaron ese mecanismo, como lo hicieron con los pueblos latinoamericanos en los siglos XlX y XX, y en las últimas décadas con el Consenso de Washington autorizando democracias limitadas al Mercado.
De no ser así, se planteó el combate perpetuo a los llamados populismo, siendo su máxima expresión la persecución al peronismo, al PT de Brasil, al MAS de Evo en Bolivia, al correísmo en Ecuador, la secuencia de crisis permanente en Perú y el intento de destrucción del UNASUR y el Bloqueo inhumano a Venezuela y Cuba. Es casual acaso o es producto de una política internacional desplegada por el “dueño del patio trasero”, una pregunta que se contesta por sí sola.
Entonces volvemos al viejo y sabio General: la política es la política internacional, el resto es cabotaje pueblerino, razón por la cual los análisis periodísticos ignoran la sustancia de la información y sólo muestran las fotos de los acontecimientos, que siempre conmueven pero evitan dar a conocer la película que origina esos acontecimientos trágicos.
Entonces se naturalizan guerras, invasiones, bombardeos, desplazamientos humanos por millones, muertes por hambre que los pueblos del mundo ignoran, excepto aquellos que los sufren. A partir de ese ocultamiento cada pueblo cree que el suyo es un destino trágico por sí mismo, por incapacidades propias, antes que por diseños coloniales que todo lo impregnan y propagan, a través de lo mediático en todas sus formas de comunicación. Así se condiciona la conciencia electoral.
Entonces la única forma de vencer esa resignación es la militancia activa, desarmar el aparato del enemigo colonizador en todas sus formas comunicacionales, con millones de compatriotas dispuestos a dar una batalla por la soberanía y al justicia social, que vuelva a plantearse liberación o dependencia como ejes de la política, antes que modificaciones cosméticas que permite el colonizador seguir conduciendo porque mantiene bajo llave estricta los mecanismos íntimos del poder, que nunca cede a la voluntad popular.
Entre la disyuntiva de vivir condicionado o vivir liberado, se da la lucha política que sólo puede desarrollarse desde la comprensión profunda de las banderas estratégicas, con planificación y programas que vuelvan a enamorar la pasión nacional y patriótica del pueblo argentino, que no puede acotarse a una urna, sino en un compromiso permanente con los intereses del pueblo argentino, desde la Patria Matria Grande, como pueblo con identidad, memoria y pensamiento americano, mestizo, moreno, criollo, profundo que nos identifica como pueblos de paz.
PRIMERO LA PATRIA
www.lapatriaestaprimero.org
CABA, 16 de julio de 2021
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