La palabra Pueblo es la primera desaparecida del lenguaje neoliberal



El Pueblo como entidad existe desde antes de cualquier institución, desde los principios de la historia, una Comunidad que convive y adopta formas comunes y códigos de vida, que les permite una socialización y un destino común, es los que lo hace Pueblo. En eso se basan los Códigos conocidos desde hace 2200 AC, aunque la cultura occidental los muestra desde las “polis”, sólo 400 AC, que es desde donde pretende comenzar en la historia el concepto democrático.

El Código Hammurabi del rey de Babilonia es del 1760 AC y el del rey de la ciudad de Ur, Ur-Nammu es del 2200 AC de la antigua Mesopotamia, o las leyes y códigos de las 33 Dinastías Egipcias hace 5000 años y ya establecían leyes que hacían del conjunto de los pueblos que la habitaban, incluyendo sus categorías institucionales, desde la Justicia hasta la previsión social y los tributos hoy llamados impuestos, las obligaciones y los derechos, entre los cuales se consideraba al seguridad social primitiva de asistir a las viudas de los guerreros caídos y ayudar con la cosecha y animales hasta que los hijos pudieran hacerse cargo de la familia. Eso expresaba solidaridad social activa de un Pueblo hacia sus miembros.

A lo largo de la historia de nuestra región, los pueblos indígenas tenían sus propios códigos, también eran guerreros y sabios, como lo demuestran sus conocimientos, hoy llamados ancestrales, desde los rindes de la tierra en las cosechas por terrazas, hasta las propiedades medicinales de las plantas. Todos los conocimientos de esos pueblos, quisieron ser enterrados por la colonización y el sometimiento, aunque pervivieron en la historia por la transmisión oral familiar y social. Eso se llama Identidad y Memoria, que consolidan una pertenencia, un “estar situado” al decir de Rodolfo Kush.

Ningún pueblo deja avasallar su historia, aunque su Patria esté dominada por el colonialismo, en los pliegues del mismo se recrea, como en la intimidad de los hogares, se siguen desarrollando costumbres y hábitos que conservan esa memoria colectiva, aún bajo el sometimiento colonial o la pérdida de la soberanía nacional. El patriotismo es parte del ser nacional siempre, aún en los momentos más oscuros de la historia de los Pueblos.

Nuestros compatriotas provincianos, que somos todos los argentinos, que nos asumimos en nuestra condición, excepto los autodenominados porteños, que concluyen su cultura desde un lugar “no situado”, porque no perciben que la Ciudad no deja de ser provincia de Buenos Aires, aunque ajena al resto, porque se constituye a sí misma como cultura dominante, por la irradiación multi-mediática, multiplicada en el país como conciencia colectiva, desde una cultura selectiva y una información sesgada.

Quienes viven en Ciudad lo hacen en la Capital de nuestro país, que una Constitución neoliberal, desde 1994 transformó en distrito, nunca en provincia. Es un lugar de todos los argentinos, sin distinción, en donde el poder político ejerce su rol democrático. Así debería ser entendido, aun cuando se lo define en sí y para sí, como entidad cultural, cuando en la Ciudad conviven múltiples culturas, la mayoría ocultadas por las mayorías económicas detentadoras del poder concentrado. El reconocimiento “al otro” en esa alteridad necesaria, ha sido perdida en aras de una especie superioridad “progresista” de ropaje ajeno.

Entonces era necesario y funcional para el proceso neoliberal, enterrar la palabra y el concepto Pueblo, ya que el mismo determina desde conductas, hasta objetivos comunes como Comunidad, constituyendo ese conjunto de síntesis de subjetividades transculturales, que le fueron dando Identidad a nuestra Patria. Ese proceso de borrar la Memoria, es uno de los ejes estratégicos de la colonización neoliberal, por ser determinante de la condición de sometimiento de nuestro país, cuando se gobierna desde el cipayaje, direccionado y guionado por el diseño imperial, del saqueo económico, endeudamiento y exclusión social que intenta someter la soberanía nacional.

Por esa razón “ellos”, los neoliberales declaman Gente, Ciudadanía y República. Nosotros los peronistas o militantes del movimiento nacional y popular, luchamos por el Pueblo y por la Patria.

Porque son conceptos diferentes y es así como fueron los Pueblos, quienes pusieron las tropas y guerrearon para conseguir la liberación de la Patria Grande, son los mismos que fueron produciendo los procesos históricos caracterizados por los cambios de los paradigmas en cada etapa, hacia la ampliación de derechos, en la defensa de nuestra Patria, como en Obligado, o por el voto obligatorio desde la Revolución del Parque y como la irrupción del peronismo el día que “el subsuelo de la Patria sublevada” se hizo sentir un 17 de octubre. Así como también sucedió cuando se revirtió una derogación del 2x1 en las calles en defensa de los DDHH, de la Memoria, Verdad y Justicia.
Lo había anticipado San Martín: “algún día la historia dirá que fueron los paisanos, los criollos, los humildes, los negros quienes integraron los ejércitos libertadores para liberar la Patria, porque los propietarios de la tierra no quisieron dejar ir a sus hijos”.

Desde entonces la oligarquía caracterizó a la “plebe” como marginal, desde el 25 de mayo en adelante, siempre los dueños del poder intentaron someter los sueños populares, siendo capaces “los decentes” de declarar traidores a la Patria desde San Martín a Artigas, desde Rosas a Perón y luego a Cristina. Como se observará nunca se equivocan, siempre someten a los patriotas fusilando, desde Dorrego a los Mártires del 56, desde los bombardeos a Plaza de Mayo, desde las represiones del Cordobazo a los desaparecidos del 76. Los mismos protagonistas, las víctimas y los victimarios, siempre con el pueblo acallado y de ser posible sometido como variable de ajuste, con sus secuelas de exclusión social y pérdida de derechos.

Así la llamada “plebe” fue llamada a ser controlada a sangre y fuego, por su “seguidismo ciego” al caudillaje federal de la provincias que defendían su historia y su economía. Mitre y Sarmiento llamaron a su exterminio con la consigna: civilización o barbarie, con la cual degollaron miles de compatriotas y colgaron sus cabezas en las plazas públicas para su escarmento, en nombre de la Modernidad, hoy de la Globalización y de “volver al mundo”.
Después fue el turno de los compadritos, “negros orilleros”, “cabecitas negras” término peyorativo, denigratorio y racista, sobre los arrimados a las periferias de las ciudades, morochos y provincianos ajenos a la sociología ciudadana, que en forma rápida fueron catalogados de agitadores sociales, junto a los inmigrantes politizados y fueron severamente reprimidos, desde la ley Cané de deportación a las represiones patagónicas, o industriales de los Talleres Vasena o chaqueñas, profundizadas en su violencia por las “ligas patrióticas”, verdaderas hordas asesinas de jóvenes oligarcas. De ahí al “aluvión zoológico” de la irrupción del pueblo peronista sólo hay un paso, con las patas en la fuente y descamisados, que constituyó el estigma que persiguió los sueños del anti populismo, que una vez más quedaba trunco.

Golpes de Estado frustrados como el del 51, un gobierno democrático tildado de dictadura o tiranía, las bombas asesinas del subte en el 53, los bombardeos de Plaza de Mayo el mayor atentado en la historia de nuestro país con casi 400 muertos y 2 mil heridos, los fusilamientos posteriores al Golpe, todo en nombre de la Libertad y la Democracia, con la consigna Cristo Vence en las alas de los aviones criminales.

Todo eso sucedió y sucede porque el Pueblo, categoría indiscutida de la historia como sujeto político, asume el poder, lo cual es inadmisible para los sectores del privilegio, recurriendo como siempre, como ahora en éste tiempo como en todos los tiempos, a la violencia, el miedo y el caos, con sangre y fuego.

No les bastó con las 30 mil desapariciones, torturas y robos de bebés y patrimonios, empresas y apropiación de monopolios como Papel Prensa, necesitaban volver al poder con camuflaje democrático, ya que el mismo Consenso de Washington de democracias limitadas se les había escurrido de la mano una vez más, como con Don Hipólito Irigoyen, con Perón y ahora Néstor y Cristina, cuando el Pueblo se expresa sin proscripciones. Todo el poder de fuego económico en fabricar íconos, muñecos y títeres como candidatos, toda la fuerza mediática al servicio del interés económico, todo el aparato del poder concentrado en desvirtuar al Pueblo, denigrando su condición a “choriplanero” simbiosis del chorizo hecho arte y cultura culinaria en las manifestaciones, con los planes que reparaban el daño social ocasionado por esa oligarquía, que se presentaba, como ahora como “lo nuevo”.
Una mueca trágica más de la historia Colonial argentina que se subía al poder real, esta vez desde los votos democráticos, por las mentiras y promesas derramadas en campañas promovidas con especialistas en inteligencia de la Embajada de EEUU y algunos comunicadores al servicio de los Fondos de Inversión Buitres, que operaban en contra de nuestro país.

En esa secuencia van afianzando el concepto individual de “gente” ahuyentando el fantasma de Pueblo, diluyendo la solidaridad social hacia la diáspora que fragmenta e imposibilita, siendo el principal objetivo del enemigo la fragmentación total del cuerpo social argentino, desde los partidos políticos al movimiento obrero, desde las organizaciones sociales a los organismos de DDHH, las iglesias, los clubes, los jóvenes en un todos contra todos, que oculta al verdadero causante de la dependencia y la humillación nacional, colonizada por la concentración del poder y un Estado institucional al servicio de las minorías dominantes.

Superar esa condición es lo que sucedió en el último turno electoral, se fortaleció con el enfrentamiento en la guerra Pandémica, donde el Pueblo recuperó su memoria desechando los cánticos anti todo, desde los anti Cuarentena a los anti vacunas, que en su accionar apostaron a la muerte como históricamente los hacen desde la reacción anti Pueblo.

Esta gesta que se escribirá en la historia, como la batalla ganada a una invasión virósica y en contra de los desertores, verdaderos traidores a la Patria, nos permitirán afianzar la construcción a futuro de la Comunidad Organizada, concepto de Pueblo y expresión clara del poder popular, que deberá tener lugar Constitucional en una nueva Carta Magna, que exprese las mayorías populares, con un Estado al servicio de los intereses del Pueblo y de la Patria Matria Grande, en un modelo social solidario Biocéntrico, que nos cuide a todos los seres humanos del suicidio colectivo, al que nos lleva la explotación sin final, de un capitalismo infinito, salvaje, financiero, brutal e inhumano.

PRIMERO LA PATRIA
www.lapatriaestaprimero.org
CABA, 31 de agosto de 2021


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Jorge Rachid

Doctor, y dirigente peronista argentino. Asesor del gobierno de la Provincia de Buenos Aires. Autor de El Peronismo pendiente, El genocidio neoliberal de fin de siglo y Sin Mordaza.

 @elkotur

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