La República Democrática del Congo (RDC) es uno de los países del continente africano más extenso, poblado, variado desde el punto de vista etnolingüístico y rico en recursos naturales. Sus más de 100 millones de habitantes se distribuyen en un territorio de 2,3 millones de km². Al este, bordeada por las aguas del Lago Kivu, se encuentra la región de Kivu, dividida en Kivu del Norte, cuya capital es Goma, y Kivu del Sur, con Bukavu como su principal centro poblado.
Este territorio, fronterizo con países como Burundi, Ruanda y Uganda, en la Región de Los Grandes Lagos, del este de África, ha sido escenario de intensos conflictos desde la década de los 90 del siglo XX, que se han traducido en millones de muertos, desplazados y refugiados, y una crisis permanente de inestabilidad política y social.
La causa de estos conflictos, prolongados en el tiempo, ha sido la riqueza mineral que allí existe. Se trata de lo que Melvil Bossé ---en artículo publicado en www.diploweb.com--- ha llamado los minerales de la sangre: casiterita, coltán, diamantes, cobalto, cobre, entre otros (indispensables para los desarrollos tecnológicos más avanzados de esta época).
Categorizada por Bossé como una zona gris, en el sentido de la anarquía que se vive debido a que el gobierno-Estado central no ejerce control y soberanía sobre su territorio, Kivu, cuya extensión es de 128 mil km², es un buen ejemplo de un proceso de neocolonización y expoliación en pleno siglo XXI.
La tragedia de Kivu es analizada por Bossé desde diferentes escalas espaciales, en las que es posible identificar la participación de diferentes actores en cada una de ellas. A escala local figuran la población civil congoleña de Kivu, la población refugiada venida de Ruanda y Burundi, grupos rebeldes armados, empresarios político-militares y los excavadores de los yacimientos de minerales. A escala de la región de Los Grandes Lagos aparecen las tropas militares de la RDC, Burundi, Ruanda, Uganda y Tanzania, además de traficantes de armas y contrabandistas-revendedores de minerales.
Luego, a escala continental, la zona gris de Kivu se ve influida por la lucha de poder que libran en África las potencias excoloniales europeas, y los nuevos países con vocación neocolonizadora, como Estados Unidos, Israel, Rusia y China. Y a escala mundial figura la disputa por el acceso a los minerales que libran las grandes compañías multinacionales globalizadas del sector tecnológico, tiñéndolos de sangre.