El señor Bayley es periodista, escritor y no se cuántas otras cosas más. Lo he visto en varias oportunidades en televisión tratando de ser implacable con sus víctimas y asumiendo un humorismo que sólo produce risa en quienes han perdido todo sentido de la sensibilidad social. Lamentablemente existen personas inteligentes que no saben hacer uso racional de esa prodigiosa facultad que brinda la naturaleza humana. Hay seres que creen, como en el inicio del hombre, que los pies siempre deben actuar primero que la cabeza. El señor Bayley, a mi entender, es uno de ellos.
No tengo absolutamente nada que adversar del pensamiento del señor Bayley. Cada quien tiene el derecho de pensar como lo crea conveniente y de tomar sus propias decisiones. Esto es la esencia de la libertad social. A lo que no tiene derecho ninguna persona es basarse en la libertad de expresión para injuriar, vilipendiar, ultrajar, difamar u ofender a los demás. Esto no tiene nada que ver con el deber de combatir las ideas que no se compartan como tampoco defender las que se sustenten o profesen.
En estos días, el señor Jaime Bayley, en un programa de televisión en Estados Unidos, haciendo uso de la libertad de expresión al estilo estadounidense, arremetió, como fiera hambrienta y descontrolada, contra Chávez y contra Fidel. No hubo cosa perversa que no haya dicho. Todos sus argumentos estuvieron untados de excremento propio. Conste que nada voy a decir en defensa de Chávez, porque éste es joven aún y todos los días hace uso de su derecho a la palabra, ya que me quiero referir es a un solo aspecto de las putrefactas perogrulladas que dijo el señor Bayley en su programa de televisión.
El señor Bayley, creyéndose culto y genial humorista de televisión, se colgó de la edad de Fidel para ultrajarlo, para vejarlo, parar arrastrarlo por el piso, para dividirlo por partes y someter cada una a la burla de su falta de comicidad. Lo primero que demostró el señor Bayley es un profundo y arrogante desprecio por la vejez, por la experiencia, y por el derecho a la vida mismo. Vivimos un mundo en que llegar a 80 años de edad con la lucidez y el brillo mental de Fidel no es la regla general, sino la excepción. Eso parece, a la vulgar comicidad del señor Bayley, un desmérito digno de apresurar la muerte. Supongo, que en el programa de vida rigurosamente elaborado por el señor Bayley, ya tiene prevista la fecha exacta de su suicidio. Tal vez o lo más seguro, ya tiene memorizado el contenido de la obra de Goethe: “Las desdichas del joven Werther”. Quizá, unos días antes de suicidarse, el señor Bayley, deje como legado literario a los jóvenes su obra cumbre: “Las comiquerías del culto Bayley”, donde entre otras cosas, dejará expreso para siempre su odio o su miedo del por qué no quiso llegar a viejo. El mundo será de los justos precisamente cuando las ciencias consigan alargar la vida hasta el punto en que ya tenga que abrazarse a la muerte como la imperiosa necesidad del descanso eterno.
Pero no repugna tanto que una persona tenga una concepción de rechazo sobre la vejez, que explique con argumentos respetables el por qué no debe alcanzarse esa edad avanzada, cuáles son las características de un viejo para perturbar la marcha de la historia, en qué la experiencia resulta un eslabón pernicioso para el conocimiento de la juventud. Marx admiró, por profunda visión literaria y no humana, que el poeta Bayron muriera joven y no llegara a ser viejo, porque el primero creía que el segundo ya había comenzado a dar pruebas de un cambio radical en su concepción artística sobre el mundo; es decir, iba camino seguro a convertirse en un gendarme de la literatura reaccionaria. Es posible que si el señor Bayley decidiera suicidarse en este momento –año 2007- la literatura burguesa se vestiría de luto por unas cuantas décadas, pero yo no, aunque no ando deseándole su muerte como tampoco aspirando cambie su manera de pensar.
Escuchando, al señor Bayley, en su programa televisado contra Chávez y contra Fidel, no sentí arrechera, sino esa impotencia de no tener la oportunidad inmediata de hacerse uno presente en el programa para, con mucha educación aunque no sean muchos los argumentos, rebatirle sus mercenarios conceptos incompatibles no sólo con el derecho a la libertad de expresión, sino con el mismo concepto del ser humano. Cuando un león, por la necesidad de hambre, va atacar a una manada de animales diferentes a él, no lo hace contra los elefantes o los rinocerontes, sino contra los que no están en condición de crear un sistema de defensa para que ninguno de sus miembros quede entre las garras del cazador. El señor Bayley, escogió a Fidel, porque sabe que éste en la actualidad se bate contra una enfermedad que casi nos despoja de él y lo envía, para dolor de la aplastante mayoría de la humanidad, al otro mundo. El imperio y sus secuaces, en el desarrollo de su espíritu vulgar del antihumanismo, casi se mueren de la arrechera por el hecho de que Fidel no sólo no ha muerto, sino que se está recuperando satisfactoriamente de la enfermedad que le aqueja. El hambre del señor Bayley no es satisfacer su necesidad literaria, sino la de ser un buen y fiel esclavo de los editores imperialistas, de los que le marcan la pauta y le elaboran el monólogo que él repite como loro. Lo que no sabe el señor Bayley es que Fidel no sólo tiene a su disposición, de manera consciente y sin necesidad de cancelarle remuneración alguna a nadie, millones de millones de personas que lo defienden, sino también el olfato para profetizar de dónde vienen los tiros y cuál la intención de los mismos.
El señor Bayley, con un cinismo tetudo y sin el menor respeto por el dolor humano, con furia de lagarto, echando baba por todos lados, expulsando fuego por todos sus poros se puso hacer chiste burlándose de los dos anos de Fidel: el original y el ficticio pero indispensable creado por la ciencia para asegurarle la expulsión de los excrementos evitando que se contamine el cuerpo. De eso se burló el señor Bayley. Incluso, fue más lejos, también se burló de Dios. Ese es el cristianismo o el catolicismo del señor Bayley. Quiera Dios y la vida misma el señor Bayley nunca llegue a sufrir de una enfermedad en que la ciencia tenga que hacer uso de la alta tecnología para salvarle la vida. Lo que es más, quisiera que cuando muera, el señor Bayley, fuese de viejo, por desgaste natural de los órganos del cuerpo humano, sin haber perdido su facultad mental, pero ¡eso sí! en un programa de televisión diciendo algo que valga la pena respetárselo y digno de tomarlo en consideración, donde ninguna de sus palabras sean de burla al ser o al dolor humanos. No hagáis a los demás lo que no te gustáis que te hagáis. El ser humano que se burla de otro para humillarlo, sea su amigo o sea su enemigo, es en todo el sentido de la frase: un violador de la dignidad humana.