«Un verdadero cristiano no puede ser hipócrita y un hipócrita no es un verdadero cristiano», sentenciaba el Papa Francisco en la misa que celebró en la Capilla de La Domus Sanctae Marthae, el martes 6 de junio 2017, durante la cual tomó el pasaje del Evangelio de Marcos (12, 13-17), como referencia. Los hipócritas, dice Francisco: «hacen ver una cosa, pero piensan otra». Nada más distante de Jesús, afirma: «no es el lenguaje de Jesús. La hipocresía no es el lenguaje de los cristianos». Subrayando, palabras más adelante, que: «En la lucha por el poder, por ejemplo, las envidias, los celos, te hacen parecer con una forma de ser y desde dentro hay veneno para matar, porque la hipocresía siempre mata, siempre, tarde o temprano mata». Acusando, Francisco, la maldad de los hipócritas: «Cuánto mal provocan esos cristianos que caen en esta actitud pecaminosa que mata», reiterando: «el hipócrita es capaz de matar a una comunidad. Está hablando dulcemente, está juzgando mal a una persona. El hipócrita es un homicida». Concluyó la misa, Francisco, con un petición especial a Dios: «pidamos al Señor que nos custodie para no caer en este vicio de la hipocresía, del maquillarnos la actitud pero con intenciones malvadas. Que el Señor nos dé esta gracia». La hipocresía, señala un diccionario, es la falsedad que demuestra una persona en sus acciones o sus palabras, fingiendo o pretendiendo cualidades o sentimientos que, en realidad, no tiene.
Mucho de hipocresía, se ha desatado por estos tiempos de turbulencia. La agencia Wafa, en su recuento mensual de los crímenes cometidos por la ocupación nazisionista en los territorios palestinos, informó que el pasado mes de febrero 2022, las tropas israelitas asesinaron a 06 palestinos, entre los cuales estaban 02 menores de edad e hirieron 309 y arrestaron a 430. Entre los heridos, 35 personas recibieron impactos de munición de combate y 187 por balas de goma. A lo que se añade, la confiscación de 137 mil metros cuadrados de tierra palestina, la demolición de 30 viviendas de residentes palestinos y 200 familias, fueron amenazadas con desalojo para los próximos días. Esta política del régimen nazisionista de Israel, no persigue otro fin sino desalojar –forzosamente- las poblaciones originarias del territorio Palestino y sustituirlos por poblaciones judías. Colonos, les llama la mediática occidental. Es la misma política, que aplica en Colombia el narco régimen de Iván Duque. Las bandas paramilitares, en conjunción con la Fuerza Armada Colombiana, siguiendo instrucciones de la Agencia Central de Inteligencia de los EEUU, han concertado como política del narco Estado el desplazamiento forzado por la violencia de poblaciones enteras para el logro de determinados fines. En Israel, la expansión residencial o robo de viviendas ocupadas por población palestina para reasignarla a colonos judíos; en Colombia, desalojar territorios para expandir las plantaciones de coca. Entre 1985 y 2005, en Colombia, se estima que 3.720.428 personas fueron desplazadas al interior del país. Hacia Venezuela, han desplazados un estimado de 6 millones de colombianos y colombianas, huyendo de la guerra hacia dicho país. Dichos desplazamientos forzados por la violencia, representan un drama humanitario concretado en la violación de los derechos humanos de las poblaciones objeto de tales políticas criminales y genocidas. Para las poblaciones, víctimas de desplazamiento forzado violento, no existe Corte Penal Internacional que enjuicie a los gobernantes de Israel y/o Colombia. Mucho menos, Alta Comisionada de los DDHH de la ONU que reivindique sus derechos humanos pues se trata ni más ni menos de gobiernos aliados de Washington y como tales, reciben su bendición y el silencio mediático de los mal llamados «medios libres», que se encargarán de invisibilizar esa realidad. «El hipócrita es un homicida», nos recuerda Francisco, pero un homicida con protección y complicidad de los organismos internacionales, financiados por Washington y Bruselas.
La República Bolivariana de Venezuela, durante los últimos 5 años ha sido objeto de una brutal y unilateral guerra hibrida, que abarcó todo el espectro de influencia, léase: la economía y las finanzas, lo mediático y psicológico, los servicios públicos, la diplomacia y el intento fallido de aislar a la República, lo político y el desconocimiento de la institucionalidad y Constitución vigente, en fin, una guerra que llegó al extremo de tomar los cauces de la guerra tradicional, con dos intentos de invasión paramilitar desde territorio colombiano e intentos de asesinar –físicamente- al Presidente Nicolás Maduro. La ONU, demostró su ineficiencia y de qué lado está cuando de defenestrar a los homicidas y criminales internacionales se trata, y ni que hablar de la fulana y desacreditada Corte Penal Internacional, que pretende juzgar a las víctimas en vez de los victimarios. El mundo al revés, característico del estilo occidental para librar de culpas a EEUU, sus vasallos de la Unión Europea y demás colonias estadounidenses al sur de la América. Se trató del conflicto bélico más terrible por el que haya atravesado Venezuela, en toda su historia. Una guerra, que ha sido total porque afectó todos los sectores de la sociedad venezolana. Una guerra, que ha sido absoluta porque EEUU y sus vasallos de la UE, más sus colonias del Sur, no buscaron otro objetivo sino exterminar, acabar con la existencia del Estado-Nación llamado: República Bolivariana de Venezuela, haciendo caso omiso de todas las restricciones acostumbradas que –tradicionalmente- se aplican a las guerras entre naciones civilizadas.
Fue, en plena pandemia por Coronavirus, que los homicidas de Occidente incrementaron sus acciones criminales contra la población venezolana. El bloqueo financiero-comercial y marítimo, se arreció para impedir el ingreso a territorio venezolano de alimentos, medicinas y demás insumos, necesarios para el funcionamiento normal de la economía venezolana y poder enfrentar la pandemia por coronavirus. Tal situación, la hemos comparado con la vivida por el pueblo de la URSS, en Stalingrado, 1945, cuando Hitler decidió ir con todo contra esa República Socialista, en aras de exterminarla de la faz de la tierra. Un Hitler de los tiempos actuales, el ex embajador de EEUU en Venezuela, William Brownfield, se expresaba en términos tan bárbaros como los siguientes: «Debemos tratar esto como una agonía, una tragedia que va a seguir hasta que llegue a un final (…) y si podemos hacer algo para acelerarlo, debemos hacerlo, pero entendiendo que esto va a tener un impacto en millones de personas que ya están teniendo dificultades para encontrar alimentos y medicinas (…) No podemos hacer esto y pretender que no va a tener un impacto, tenemos que tomar una decisión dura, el fin deseado justifica este severo castigo…» (12-10-2018). El pueblo venezolano, al igual que el pueblo ruso, resistió la embestida del nazifascismo, hoy envuelto en banderas «demócratas (Obama-Biden) y republicanas (Trump)», ayer en banderas que, Hitler, definía en los términos siguiente: «En el rojo vemos la idea social del movimiento, en el blanco la idea nacionalista; en la esvástica vemos la misión de la lucha por la victoria del hombre ario». 502 sanciones coercitivas unilaterales del gobierno imperialista de los EEUU y la UE, aún pesan sobre la vida del venezolano o venezolana –indistintamente- de cuál sea su posición política. Éstas, las sanciones, constituyen –verdaderas- armas de destrucción masiva, creadas y desarrolladas por Occidente para someter los pueblos y derrocar gobiernos democráticos. ¡En Venezuela, esa fórmula fracasó! El Pueblo venezolano, resistió y triunfó, haciendo capitular al imperialismo de EEUU que, en días pasados, no le quedó otra alternativa sino enviar una misión diplomática para dialogar con su Presidente Constitucional, Nicolás Maduro Moros, en gesto de reconocimiento a la institucionalidad Bolivariana. No ocurrió así, en Ucrania. Para desgracia de ese pueblo euroasiático.
Tras el derrocamiento del Presidente Constitucional Víktor Yanukovich, mediante un sangriento y violento golpe de Estado, ejecutado por bandas nazifascistas en 2014, en una acción que permitió el control del gobierno por sectores ultranacionalistas, enemigos –iracundos- de la Federación Rusa. Tan solo, resistieron a dicha acción golpista, las regiones de Crimea, Lugansk y Donetsk. Ese año, Donetsk y Lugansk se declaran en rebeldía contra el gobierno nazifascista surgido en Kiev, al cual no reconocen. Mientras en Crimea, se avanza mediante un referéndum independentista que los condujo a proclamarse como parte de Rusia y de hecho, fue reconocida por esa Federación. Desde entonces, las autoproclamadas Repúblicas Populares de Lugansk y Donetsk, fueron objeto de la reprimenda violenta del gobierno nazifascista radicado en Kiev, que actuó no solo con la fuerza armada ucrania sino que empleó paramilitares o mercenarios estadounidenses, reconocidos por esas poblaciones como PMC. «Los estadounidenses colgaron su bandera cerca de Donetsk. Sin avergonzar a nadie, el ejército estadounidense marcó claramente el lugar de su presencia en el Donbass justo en la línea del frente…», informaba por el canal «Telegram» la resistencia del Donbás en febrero de este año. Esa misma fuerza paramilitar estadounidense, que actúa en el Donbass, quedó como herencia de las bandas paramilitares que utilizaron las transnacionales de EEUU y Europa para garantizar la seguridad de sus maquinarias –en el terreno- para la exploración y explotación de gas y petróleo de esquisto, hecho que generó protestas de esas poblaciones contra el fracking. Con el ascenso de las bandas ultranacionalistas nazifascistas al gobierno de Ucrania; en mayo 2014, llega también Hunter Biden, hijo de Joe Biden, uniéndose a la directiva de Burisma Group, el mayor grupo económico energético de Ucrania.
En abril de 2014, se firmó un plan de paz para el este de Ucrania conocido como el Protocolo de Minsk. No obstante, los combates internos entre Kiev y las regiones rebeldes que no le reconocían, continuaron. En 2015, dirigentes de Francia, Alemania, Ucrania y Rusia, llamados «el Cuarteto de Normandía», acuerdan un nuevo alto al fuego y un paquete de medidas para la aplicación de los acuerdos de Minsk de 2014. Las violaciones del alto al fuego, continuaron a pesar del Acuerdo. También, contemplaban dichos Acuerdos: la descentralización del poder en Ucrania, y la adopción de una ley sobre el estatus especial de las repúblicas autoproclamadas de Donetsk y Lugansk, que regule el gobierno en esas regiones. Acuerdo, suscrito y echado al canasto del olvido por los siguientes ocho años. Mientras, la guerra continuaba. Las víctimas mortales, ya alcanzan para 2022, la cifra de 14 mil muertos, y un estimado de 30 mil personas heridas, con alrededor de 1,4 millones de personas desplazadas forzosa y violentamente de la región del Donbass. Tal tragedia ocurre, mientras los medios occidentales la invisibilizan. En 2015, Joe Biden, vicepresidente de EEUU, visita Ucrania para santificar las reformas del gobierno de Yatsenyuk, quien a solicitud del FMI, a partir del 1º de abril de 2015, aumentó las tarifas del gas para todas las categorías de consumidores en un promedio del 280 por ciento. Tales incrementos, no tenían otra finalidad sino aumentar la rentabilidad de la producción de gas de esquisto e incrementar las ganancias de la familia Biden. El propio papá Biden, voló a Kiev, declarando en el diario ucraniano Verkhovna Rada, que Washington apoya a las autoridades nazifascistas de Kiev.
En febrero 2022, las tropas de Kiev, en un estimado de los 150 mil soldados se plantan frente a Lugansk y Donetsk, en espera de la orden de avanzar en procura del exterminio definitivo de las Repúblicas Rebeldes; ello, fue invisibilizado por los medios occidentales. Una operación militar que no tenía otro fin, sino retomar el control territorial de las regiones de Donetsk y Lugansk, en el claro propósito de ejecutar una Säuberung, eufemismo hitleriano que significa ni más ni menos, que «una limpieza étnica total» del territorio ruso hablante del Donbass. Liberarlo de poblaciones humanas para luego extraer el gas de esquisto, con fracking. En el acuerdo suscrito por el régimen nazifascista de Kiev, las trasnacionales preveían instalar de 80 mil a 140 mil pozos, lo que implicaría la destrucción de toda el área de sembradío o tierra fértil, asimismo el desalojo violento de edificios industriales, residenciales y de ocio. Importante precisar, que Ucrania cuenta con el 27 por ciento de todo el suelo negro existente en el planeta, lo que les convierte en el principal exportador de fertilizantes del planeta. En fin, convertir esas regiones del Donbass en territorios fantasmas y despoblados, para hacer valer los intereses de las transnacionales de EEUU y Europa.
Rusia, responde con ejercicios militares en su territorio, a la expectativa. Según Biden, que los contabilizó, participaron en los mismos, 148 mil soldados rusos, mientras inicia una campaña mediática denunciando una eventual «invasión rusa» de Ucrania. Vladimir Putin, ratifica su disposición a negociar con la OTAN, los temas relacionados con la seguridad. Biden, desestimó siempre toda posibilidad de negociación a la crisis denunciada por éste y se limitó a amenazar a la contraparte Rusa. Esto ocurría, en un ambiente en que su popularidad se desmoronaba, tanto como crece la inflación y prefigura un cuadro catastrófico para los demócratas en las venideras elecciones parlamentarias de noviembre próximo.
Es, en medio de este cuadro de tensiones que, Putin, anuncia al mundo la ejecución de una «Operación Militar Especial» sobre territorio ucraniano, con dos objetivos bien precisos: desmilitarizar al régimen nazifascista de Kiev y desnazificar Ucrania. La activación de dicha acción militar, abortó -de facto- la operación de exterminio que el régimen nazifascista tenía planificado ejecutar contra la región del Donbass, en su claro propósito de acabar con las Repúblicas Rebeldes de Lugansk y Donetsk. Al momento de escribir estas líneas, los ejércitos de Rusia y las Repúblicas Independientes de Lugansk y Donetsk, vienen obteniendo victorias militares tempranas sobre el terreno; mientras Occidente se abstiene de participar en la contingencia militar y se refugia en la fórmula de las sanciones económicas, como alternativa a la guerra para intentar doblegar a Rusia.
La experiencia histórica demuestra, que las sanciones coercitivas unilaterales aplicadas por Occidente contra los pueblos que no se dejan someter a sus arbitrariedades, tan solo han logrado unir a esos pueblos en torno a la resistencia antiimperialista y superar dichas sanciones con mucho compromiso patriótico, ejemplos son Irán, Nicaragua, Cuba y Venezuela. En el caso de Rusia, está más que claro que se trata de una superpotencia que no solo superará dichas medidas coercitivas -ilegales desde el punto de vista del derecho público internacional- sino que, las misma se revertirán como un boomerang en más inflación, desabastecimiento de alimentos y productos esenciales, desabastecimiento y encarecimiento de la energía vital para poner en marcha las economías. En Austria, a manera de ejemplo: un litro de euro diésel alcanzó ayer el precio de 3,08 euros, y los griegos se enfrentaron a un enorme aumento en el precio de la electricidad, ¡cuyo precio es hoy hasta un 500 por ciento más alto que en 2021! Ahora, solo falta esperar la decisión soberana de Rusia de cortar el suministro de gas a Europa ante la imposibilidad de los bancos rusos de poder utilizar el sistema Swift, como mecanismo de pago de la factura energética. Se queja una ciudadana alemana: «Pan, leche, harina, carne, embutidos, jugos, agua, papel higiénico, ¡todo se ha vuelto más caro! El litro de gasolina cuesta 2,40 euros, el diésel 2,32 euros, ¡pero esos precios aumentan cada hora! Por el trabajo me gasto 20 euros al día en combustible, y ahora necesito casi 30 euros para los mismos trayectos». En el corto plazo, las protestas populares invadirán EEUU y Europa, en exigencias de controles de precios, mientras sus líderes se limitarán a exigirles mayores sacrificios durante esta crisis que llegó para quedarse. Es el parto doloroso del nuevo mundo multipolar en gestación…
«Si Esparta y Roma perecieron, ¿Qué Estado puede tener la esperanza de durar siempre?» (Rousseau)
Caracas, 13-03-2022