Relaciones carnales de Alberto Fernández y Joe Biden aderezadas con lumpias chinas

Y se va, Michelle Bachelet la genocida del pueblo Mapuche. Como Alta Comisionada de los Derechos Humanos de la ONU, se va fracasada al no poder lograr que, desde dicha instancia de poder mundial, se instrumentalizara la invasión «humanitaria» contra la República Bolivariana de Venezuela; tal cual, era su propósito y en cumplimiento de la orden dada por el bárbaro imperio del norte, dirigido antes por Donald Trump y hoy en día, por Joe Biden. Se va, fracasada, como fracasó también Obama, el premio nobel de la guerra infinita y los crímenes contra su propio pueblo negro estadounidense. Se va, fracasada, como se fue Donald Trump, el experimento norteamericano de pichón de Hitler. Y en relación al mandatario actual de la Casa Blanca, Joe Biden, en el promedio de encuestas realizadas en la segunda quincena de junio por CNN se obtuvo que, apenas un 38 por ciento de las y los estadounidenses aprueban el trabajo que está realizando Joe Biden contra un 57 por ciento que lo desaprueba. Lo que nos indica, el camino que proseguirá la Administración Biden-CIA, al finalizar su cuatrienio. Se va, fracasada, al igual que Iván Duque, el narcotraficante colombiano que lo intentó todo, al igual que la Bachelet, para derrocar al gobierno bolivariano de Nicolás Maduro, pero ambos fracasaron. Nadie, como Michelle Bachelet, logró instrumentalizar el tema de los derechos humanos como una casus belli para la guerra imperialista, en definitiva, para la muerte. Y fue, en esa actuación, que se enganchó Alberto Fernández, en su aventura de agresión a la República Bolivariana de Venezuela, con el fin explícito de caer bien en Washington D.C. No fue el único, por cierto.

No pudo contra Venezuela tampoco, Fernández, y en su rectificación ahora es que nombra embajador en dicha República Independiente y Soberana. Pero, los tiempos de Macri no han cesado aún, y Milagros Salas continúa detenida y la Argentina continúa igual o más atada que nunca antes a las directrices imperiales, con más bases militares y el control absoluto del FBI, la CIA, la NSA, y demás órganos de inteligencia imperial rigiendo la seguridad interior de esa república, otrora independiente. Así de mal, está la Argentina hoy. Prueba de ello, lo es el secuestro e intento de robo del avión venezolano: Boeing 747 de Conviasa, cargado de autopartes para Volkswagen, pasajeros iraníes y venezolanos, que llegó a ese país procedente de Uruguay, país donde se les negó aterrizar para proveerse de combustible, en estricto apego a la política criminal de «sanciones» contra Venezuela, actuación que colocó en riesgo la vida de la tripulación y los pasajeros de dicho avión al no contar con el combustible requerido. Lo cierto es, que la Argentina se prestó para una trama de propaganda anti venezolana en momentos que el Presidente Nicolás Maduro estaba de gira por Eurasia y fracasaba la cumbrecita en Los Ángeles, y el gobierno imperialista de los EEUU, necesitaba de algún ardid propagandístico para distraer la opinión de su propio país; de allí, la ocurrencia de ese evento circunstancial, del cual ha hablado el propio presidente Fernández, quien dijo: «No hubo ninguna irregularidad. No pesa ningún tipo de restricción sobre la tripulación venezolana-iraní (…) reconoció que: hay un problema con la carga de nafta, porque las sanciones impuestas por Estados Unidos pueden afectar a quien le dé nafta a ese avión» y remató: «Quisieron mostrar algo que no es, algún movimiento oscuro, pero el gobierno actuó rápidamente», refiriéndose a la oposición macrista. No obstante, esa opinión del Jefe de Estado argentino, los organismos de inteligencia imperial (la CIA, FBI y NSA), le demostraron a Fernández quién gobierna –efectivamente- Argentina pues el avión continúa retenido en dicho país. Esa actuación, desde nuestro modo de ver las cosas, persigue objetivos de política exterior imperial pues habiendo hecho, como hizo Fernández, una convocatoria pública a la cumbre Celac-Biden, en julio próximo; se anticipa, el régimen imperial para sabotearla e imposibilitar la participación de la República Bolivariana de Venezuela en la misma, habida cuenta la inseguridad que representa el régimen aeroportuario argentino para los aviones venezolanos, en especial, los de la línea aérea Conviasa, empresa pública nacional «sancionada» unilateralmente por la entidad criminal imperialista. En otras palabras, si de terroristas se trata, la justicia argentina debiera voltear su mirada sobre quienes tiene a su lado y les asesora, léase: la CIA, el FBI y la NSA, entidades perennes del terrorismo de Estado del gobierno de los EEUU. La historia, no habla muy bien de sus ejecutorías criminales en todo el planeta.

La política exterior, está estrechamente vinculada a lo interno y refleja la naturaleza del sistema social y estatal interno. Combina, valores e intereses nacionales con valores universales, se resuelven cuestiones de cooperación, seguridad, consolidación de la paz, se abordan problemas internacionales, de lo contrario, el progreso social sería imposible. Así lo entendió, Néstor Kirchner, quien recuperó el valor de la política como herramienta de transformación en un país que intentaba recuperarse de la profunda crisis que estalló en 2001, tras una década de recetas neoliberales y relaciones carnales de la Argentina con EEUU. Decía, Carlos Menem, en la Casa Rosada, el 5 de diciembre de 1990: «Quiero agradecerle a usted, Señor Presidente, y a su pueblo, el haberse mantenido firmes como aliados en el Golfo Pérsico contra la agresión abierta de Saddam Hussein. Juntos haremos lo que sea correcto y lo que sea bueno, y ganaremos. […] Brindo por la amistad entre nosotros, que nunca ha sido tan firme». Los EEUU, llevaban a la guerra a la Argentina en Oriente Medio, mientras se negaron a auxiliarla, en cumplimiento del TIAR, de la agresión británica en Las Malvinas, reclamadas entonces por dicho país. Reivindicaba, el embajador argentino en los EEUU, Guido Di Tella: «Nosotros queremos pertenecer al Club de Occidente. Yo quiero tener una relación cordial con los Estados Unidos y no queremos un amor platónico. Nosotros queremos un amor carnal con Estados, nos interesa porque podemos sacar un beneficio» (9 de diciembre de 1990). Tal aspiración de sumisión, sigue intacta en el régimen de Fernández, lo acabamos de ver –recientemente- con el diálogo entre Fernández y el nazi ucraniano, Vlodimir Zelenski, a quien le manifestó el apoyo de la Argentina a la causa del nazismo y recriminó lo que ya es una constante en la política exterior de dicha nación: la rusofobia. Asimismo, Fernández, le manifestó su apoyo a Zelenski, motivo por el cual nada de extraño tiene si sigue el ejemplo de su par colombiano, Iván Duque, y envíe un contingente de mercenarios argentinos a combatir contra Rusia en territorio ucraniano; tal cual, lo tenía planificado Mauricio Macri pero contra Venezuela.

La política de sumisión y relación carnal con EEUU, nunca ha sido beneficiosa para la Argentina; todo lo contrario, tan solo pobreza, endeudamiento externo y desestabilización han traído a esa patria hermana suramericana ese tipo de relaciones. Tan solo, Néstor Kirchner, en la historia reciente se propuso romper con esa dependencia de los dictámenes de Washington y en su gobierno, es que pudo la Argentina despegar al horizonte con años de bienestar y sin deudas que pagar. Decía Kirchner en 2003, en su primer discurso como presidente electo: «Vengo, en cambio, a proponerles un sueño: Reconstruir nuestra propia identidad como pueblo y como nación. Vengo a proponerles un sueño, que es la construcción de la verdad y la justicia. Vengo a proponerles un sueño, que es el de volver a tener una Argentina con todos y para todos». Kirchner, encontró un país desbastado por la crisis del endeudamiento externo que, para entonces, según datos del Banco Mundial, era de 163.443 millones de dólares, un desempleo que alcanzaba al 27 por ciento de la población y un nivel de pobreza del 42,7 por ciento de la población, con una inflación del 13,4 por ciento. De ese abismo, pudo levantar Kirchner a una nación que había perdido su autoestima como nación libre y soberana, reivindicó como tema central de su agenda los derechos humanos y no los de Venezuela, como lo hace Fernández. Reivindicó y logró, el juzgamiento de los crímenes cometidos por la dictadura militar y los más de 30 mil desaparecidos, dijo: «Los culpables de esas atrocidades van a ser juzgados ante la Justicia y con todos los derechos que ellos negaron a sus víctimas», y añadió que: «somos los hijos de las Madres y las Abuelas de Plaza de Mayo». Abuelas que, por cierto, tienen una muy mala opinión del gobierno de Fernández y su sumisión a Washington.

Néstor Kirchner, logró desendeudar a la Argentina evitando la obligación de someterse a las directrices del Consenso de Washington; ello, hecho posible gracias al apoyo de Venezuela y Hugo Chávez, su gran amigo. Logró tasas de crecimiento superiores al 09 por ciento hasta 2007, redujo el desempleo y la pobreza, incrementó las exportaciones y la producción industrial. Argentina, emergió como una potencia regional. Junto a Chávez, Lula, Evo y Correa, en la IV Cumbre de las Américas, en Mar del Plata, se le plantó de tú a tú al bárbaro guerrero del norte, George W. Bush, quien pretendió implantar a los países de la América un Tratado de Libre Comercio en su beneficio, Kirchner le habló claro a los EEUU, como nunca antes lo hizo algún gobernante argentino, le dijo: «No nos vengan aquí a patotear», en respuesta al malandro y alcohólico presidente de EEUU. Y como corolario de su digna actitud, le manifestó su rechazo al ALCA y como alternativa planteó: «Lo aconsejable es dejar que, en un marco de racionalidad, cada país pueda elegir su mejor camino para el desarrollo con inclusión social». Su actitud digna y regionalista, le valió el respeto y la admiración de los pueblos de la América y como tal, fue designado como Secretario General de la naciente Unión de Naciones Suramericanas (Unasur), en 2004. Toda esa heroica historia contemporánea, ha sido echada al basural por Alberto Fernández y su vergonzante política de alineamiento a las directrices de Washington…

Postscriptum: La entrevista entre San Martín y Simón Bolívar, se realizó el 26 de julio de 1822. Este año, se cumplirán 200 años. Se ha pretendido llenar de misterio la entrevista, cuando en realidad ha quedado bastante claro lo que pasó en aquellos memorables días. La situación del Perú, era complicada. Los realistas, no habían sido derrotados del todo y se estaban reorganizando. «Voy a encontrar en Guayaquil, al libertador de Colombia; los intereses generales de ambos estados, la enérgica terminación de la guerra que sostenemos y la estabilidad del destino a que con rapidez se acerca la América, hacen de nuestra entrevista necesaria. El orden de los acontecimientos nos ha constituido en alto grado responsables del éxito de esta sublime empresa…», declaraba José de San Martín. Filibusteros de la historiografía palangrista, han pretendido presentar a un Bolívar ambicioso frente a un filántropo San Martín. La verdad verdadera, es que ambos Libertadores mantenían una firme y cordial amistad. La entrevista fue cordial y ambos, se manifestaron sus diferencias y divergencias como hermanos. San Martín, le expresó su deseo de renunciar a seguir adelante en la liberación del Alto Perú, hoy Bolivia, dejando en manos de Bolívar consagrarse así como el gran Libertador y prócer de la América, algo que no estaba dentro de sus planes. Con esto, llevó a Colombia la Grande, a mantener y financiar la guerra contra los españoles dos años más. San Martín «convencido de que mi presencia es el solo obstáculo que le impide a Usted venir al Perú con el ejército de sur», abrió paso a las tropas libertarias. San Martín, tenía diferencias con las tropas bajo su mando, se quejaba: «mucho del mando y sobre todo de sus compañeros de armas que últimamente lo habían abandonado en Lima (…) antes de retirarse pensaba dejar bien puestas las bases del gobierno, que no debía ser democrático porque en el Perú (…) debería venir de Europa un príncipe solo y aislado a mandar». Bolívar, no compartía esa opinión de su amigo y le respondía que ni a la América ni a Colombia, le convendría introducir príncipes europeos, ajenos a las masas y que se opondría que el pueblo decidiera algo así. Frente a esta oposición y a la defensa que Bolívar le hizo de la democracia y del Congreso de Angostura; San Martín, le respondía que un principado podría venir después. Tras ese encuentro, a Bolívar le quedó claro que San Martín no tenía ni las fuerzas, ni el apoyo militar suficiente para asumir la victoria final sobre los españoles, que mantenían una fuerza importante en el virreinato más rico y contaban con una aristocracia poco afecta a las ideas republicanas. Con el fin de neutralizar esa amenaza y desterrar las tropas colonialistas españolas de la América, Bolívar decide reclutar 4 mil nuevos hombres que se unieron al Ejército Libertador, que contaba entonces con 5 mil veteranos que había llevado acompañándolo, y tras las batallas de Ayacucho y Tumulsa, puso punto final a la guerra contra los españoles, derrotándolos. San Martín, por su parte regresó a Lima y renunció a su cargo de Protector del Perú en estos términos: «Presencié la declaración de la independencia de los Estados de Chile y el Perú: existe en mi poder el estandarte que trajo Pizarro para esclavizar el imperio de los Incas, y he dejado de ser hombre público; he aquí recompensados con usura diez años de revolución y guerra. Mis promesas para con los pueblos en que he hecho la guerra están cumplidas: hacer su independencia y dejar a su voluntad la elección de sus gobiernos; por otra parte, ya estoy aburrido de oír decir que quiero hacerme soberano. Sin embargo siempre estaré pronto a hacer el último sacrificio por la libertad del país, pero en clase de simple particular y no más». Con su pequeña hija Mercedes, abandonó la Argentina y sus intrigas, y partió con rumbo a Europa, donde finalmente cambió de paisaje.

Caracas, 03-07-2022

 



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Henry Escalante


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