Suecia es el país de Rudolf Kjellén, el mismo que en 1899 acuñó el término Geopolitik (geopolítica). También es el país de la joven activista medioambiental Greta Thunberg. Está ubicado en el norte de Europa, en la península de Escandinavia, próximo de Noruega, Dinamarca, Finlandia, el mar Negro y el mar Báltico. Tiene una extensión territorial de algo más de 450 mil kilómetros cuadrados ---la mitad de la de Venezuela---, y una población cercana a los 11 millones de habitantes ---un tercio de la de Venezuela.
Suecia es un país que goza de elevados estándares de vida, producto de un desarrollo científico-técnico e industrial de primer nivel, y una política de seguridad social ampliamente difundida, lo que se refleja en un Indice de Desarrollo Humano de 0.945. Su población, en un 98 %, según cifras publicadas, tiene acceso a Internet.
Este país, objeto de admiración, desvinculado de cualquier conflicto bélico desde 1814, y neutral y pacifista, está en un momento de transición geopolítica, como resultado de las amenazas que sobre su población y territorio se ciernen desde el flanco de las pandemias al estilo del COVID-19, del cambio climático y de la onda expansiva del conflicto Rusia-Ucrania. De hecho, está en trámites para incorporarse a la Organización del Tratado del Atlántico Norte, y su gobierno ha decidido llevar el presupuesto para defensa al 2% del Producto Interno Bruto, por lo menos hasta el año 2030.
Es por eso que tanto los organismos de seguridad como la población civil están en preparativos para lo que podría traducirse en un colapso general. Eso se puede apreciar muy bien en el reportaje de la DW titulado "Preparacionistas: Suecia y un hipotético colapso", en el que se revisan escenarios de eventos climáticos como incendios e inundaciones, corte del servicio de energía eléctrica, vulneración del Internet y ataques armados convencionales y nucleares.
Sin duda que, como resultado de lo anterior, los niveles de estrés y preocupación de la población sueca deben estar en aumento. Porque eso de estar aprendiendo a hacer fuego sin usar combustible, cocinar con fogones improvisados, almacenar alimentos, chequear vías de escape, equipar a los refugios subterráneos y escuchar las experiencias de guerra narradas por kurdos iraquíes refugiados en Suecia, entre otras medidas, dibujan una nueva realidad.