Odio la resiliencia

Reseña de Odio la Resiliencia. Contra la mística del aguante, de Diego Fusaro (El Viejo Topo, Barcelona, 2024, Traducción de Juan Vivanco)

"Resiliencia": horrible vocablo que, si bien posee un origen latino ha llegado a nosotros, como tantos barbarismos y barbaridades, a través del inglés. De pronto, en muy pocos años, el término pasó de emplearse en contextos restringidos (los de la Psicología, las terapias y técnicas "psi", la autoayuda) a ser de uso común, palabra de moda, comodín y bayeta multiuso. Tan común como para que los politicastros y embaucadores oficiales del Sistema lo hayan incorporado.

El Gobierno de España, por ejemplo, posee un "Plan de Recuperación, Transformación y Resiliencia"( https://planderecuperacion.gob.es/). Los españoles hemos padecido una inflación en el uso de este vocablo, sometidos a la tortura de absurdos confinamientos, renovados de forma dictatorial y pseudocientífica por Pedro Sánchez y su gobierno en el "año de la pandemia". Millones de personas sanas fueron obligadas a encerrarse en sus casas bajo el pretexto de la pandemia mundial de la COVID-19, obligando a los ciudadanos, se supone, a desarrollar su "resiliencia". La estúpida cancioncilla del Dúo Dinamico, "Resistiré", y los aplausos obligatorios de las ovejas enjauladas, cada tarde a las 20.00 horas, reforzaron el error de identificar "resiliencia" con resistencia, y aun confundir ambas palabras con la fortaleza y capacidad de aguante propias de la Ética Estoica.

El valiosísimo libro de Diego Fusaro, Odio la Resiliencia (El Viejo Topo, Barcelona, 2024), se encarga de analizar la trampa implícita en esta confusión o identificación. "Resiliencia" no es resistencia, y mucho menos, la resiliencia no tiene nada vez que la fuerza defensiva y el arrojo digno con que el sabio estoico arrostra las penalidades de la existencia. Tras los aplausos ovejunos de las ocho de la tarde, nuestros politicastros y líderes de opinión solían repetir, como loros amaestrados por el Gran Hermano: "de esto, saldremos más fuertes". Algunos sospechábamos que iba a ser todo lo contrario, que saldríamos débiles y cobardes, y el tiempo lo confirmó. Unas sociedades post-COVID mucho más individualistas, tan débiles que asumen como normal el aumento de la tasa de suicidios, la posible guerra nuclear alimentada por la OTAN, el consumo masivo de fármacos, drogas, pornografía, la jaula de la cibertecnología… esa es la realidad que nos ha deparado la guerra biológica contra la humanidad, llamada Pandemia de la COVID-19. El aumento de la precariedad laboral, del cibertrabajo, el nuevo mercado de esclavos de los recaderos y falsos autónomos que te traen la pizza y la comida basura a casa, y los caprichos de Amazon, la telecompra de cuanto precise el animal enjaulado, desde un consolador hasta un libro de autoayuda, puesto todo le sirve al esclavo resiliente.

La enseñanza digitalizada, con millones de pantallas y aplicaciones destinadas a que nadie enseñe nada y nadie aprenda nada. El confinamiento en un universo "Matrix" donde nadie debe tocar a nadie, las familias desaparezcan y los rebaños informes sustituyan a los pueblos y las naciones. El individuo, empequeñecido ante grandes gurús anónimos de la BigPharma, sujeto solitario pastoreado digitalmente por el Dr. Google, o el Sr. Meta, guiado hasta la incineradora por el Dios Microsoft, etc., ya no es nada, ya no es nadie. Es una sustancia dócil y dúctil que nunca debe cuestionar, ni lo más mínimo, el entorno, las circunstancias vitales y sociales con que se encuentra. El mundo de la ideología de la Resiliencia es un mundo inmodificable, absolutamente marmóreo y broncíneo, un Muro contra el cual te puedes estampar todas las veces que quieras. Ahora bien, el golpe será un tanto menos duro, dicen los "coachs" convertidos en Tiranos, si adaptas tu cuerpo al golpe, si reestructuras tu mente ante la sólida superficie de la Realidad fatal.

Como siempre, Diego Fusaro es un maestro a la hora de señalar las trampas ideológicas en las que ha caído Occidente, especialmente después de aquel fatídico año de 1989 en el cual, muy rápidamente, se vino abajo el bloque comunista (a excepción de China) y el planeta vivió unos años terribles de unipolaridad, dominada por el hegemón estadounidense. El neoliberalismo se creció, y una ola de privatizaciones y desmantelamiento de "lo Público" se convirtió en dogma. Para Reagan y Thatcher, la "sociedad no existía", y bajo la religión absurda, fanática, del individualismo, la versión más aberrante del puritanismo calvinista, trató de imponerse al mundo entero. El sujeto abnegado, dispuesto a "venderse", debe aprender a encajar todos los golpes, ofrecer sus talentos y hasta su cuerpo y sus órganos si fuese menester. El sujeto "resiliente" no debe apostar por la envidia y el resentimiento, propios de la izquierda, dicen los coachs liberales, pues ellos dicen que una ideología que supuestamente "sólo ofrece generalizar la pobreza" y no "empondera" al esclavo, más y más resiliente cada día. El sujeto resiliente no ha de luchar por cambiar un marco laboral explotador, por modificar leyes injustas, por tumbar gobiernos tiránicos. No, nada de eso: el homo resiliens es un simio amaestrado que nunca discutirá el hecho de que los barrotes le confinan, el collar le sujeta por el cuello, y la papilla ideológica penetra por cada ínfimo poro de su cuerpo.

Esta configuración del homo resiliens la destaca Fusaro como perfecto discípulo de Costanzo Preve y Antonio Gramsci. Fusaro, al igual que sus maestros italianos, nos recuerda cuán importante es "desfatalizar la existencia". El Tirano, esto es, la súper élite financiera que a su vez controla a la burguesía mundial, está muy interesado en manipular la Realidad, embozarla y sumirla en vapores de confusión, para así lograr el acatamiento, la sumisión absoluta de la plebe. Para mejor dominar a esta plebe se hace preciso inducir en ella la falsa especie de la inmodificabilidad del mundo. Sean los sujetos los que se vuelvan flexibles: ellos serán de goma, elásticos, para no romper cuando las fuerzas del mercado les tensionen.

Esta psicologización del mundo es profundamente reaccionaria. Por cada revolucionario que falta, surgen cien psicólogos. El remedio a la explotación se busca en la terapia. Lo estamos viendo en los centros escolares: aumentan los suicidios, las violaciones grupales, los acosos y la violencia, el estrés y la depresión… ¡Negocio para los psicólogos y orientadores! El problema es anímico e intracraneal, nunca social ni estructural. La resiliencia es el golpe de gracia a la Humanidad, la psicologización de los males del mundo, la neutralización de la lucha de clases.



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Carlos Javier Blanco

Doctor en Filosofía. Universidad de Oviedo. Profesor de Filosofía. España.

 carlosxblanco@yahoo.es

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