El silencio de los corderos

Nos conducen, como si fuéramos corderos, a un matadero. Hace mucho tiempo que los ciudadanos de Europa occidental somos corderos. Un cordero es manso incluso cuando pretende no ser cordero y enseña a lobos y demás fauna sus dientes de herbívoro: los lobos que hay sueltos por el mundo, y las hienas que guían el rebaño, lo saben, y por eso preparan para este rebaño de corderos con dientes al aire todo un holocausto. Úrsula y Sánchez son herbívoros teledirigidos por lobos muy feroces en la sombra.

Será el holocausto de los europeos, con la complicidad –activa o pasiva- de la llamada izquierda.

Uno de los referentes teóricos de la izquierda española, Manolo Monereo, en una reciente entrevista para la publicación "El Viejo Topo" [número de marzo de 2025, en diálogo con Miguel Riera], sostenía, con grandes dosis de realismo, que la izquierda real ya no existe. Puede haber derecha y ultraderecha, o izquierda neoliberal (woke, progresista, arcoíris, posmoderna o como se quiera llamar). Y esta última, desde luego, no es verdadera izquierda. Se trata, simplemente, del ala "progresista" de la derecha neoliberal de toda la vida.

Monereo propone en dicha entrevista una travesía del desierto, esto es, una lenta y fatigosa reconstrucción de la izquierda, asumiendo ésta -de nuevo- todos sus valores irrenunciables (republicanismo, socialismo, igualdad entre ciudadanos y entre territorios), pero, viene a decir, sin gastar ni un minuto en criticar a la autodenominada pero falsa izquierda, hoy subida al carro del poder en España y en otros países de Europa, en el trono, si no ahora mismo, en un pasado reciente. Una izquierda claramente otanista (y por ende, belicista), neoliberal, globalista, transhumanista, inmigracionista y –en definitiva- enemiga de las clases populares o trabajadoras.

Craso error, entre tanta sensatez que destila Monereo. Modestamente, y con afecto, quisiera señalárselo. Todo el populismo neoliberal de la peor especie (Trump y la Alt Right anglosajona, Milei y su motosierra en Argentina, Meloni y su otanismo en Italia, Abascal sionista en la propia España…) todos ellos, especímenes producidos por el propio capitalismo feroz, no pueden ser combatidos si antes no se elimina radicalmente toda confusión: sigue siendo un prejuicio nominalista (y Monereo lo comete) llamar "izquierda" a lo que, sin más, sigue autocalificándose como tal. En el gobierno de España, al lado de Pedro Sánchez, hay una señora que es vicepresidenta segunda del Gobierno y pretende ser "izquierda", señora llamada Yolanda Díaz. Hasta Pedro Sánchez y toda su caterva de enfangados socialistas, son "izquierda", si hemos de hacerles caso en sus declaraciones.

Pero centrémonos en doña Yolanda. Este personaje lleva la batuta del partido político Sumar el cual, cada día que pasa en el gobierno socialista de Sánchez, más y más se hundirá en el belicismo, el recorte criminal de gasto social y la rusofobia. Con la inoperancia y la mera "pose" de los otros grupos de izquierdas (Podemos, Izquierda Unida, Compromís…), España se apunta a la fila de corderos dispuesta a meterse en una guerra loca, injusta e imposible de ganar, y toda esta izquierda con hambre de cargos, sueldos y dietas es cómplice.

En la cuestión del pretendido rearme de Europa, anhelo que implica un desembolso y un endeudamiento sin precedentes para las maltrechas economías nacionales de Occidente, tenemos el verdadero test de "izquierdismo". Ninguno de estos partidos del sistema (partitocracia) ha sido capaz de aunar un verdadero frente cívico, por encima de diferencias ideológicas, estratégicas o tácticas entre ellos. No es que no se haya constituido un bloque de solidaridad con el pueblo ruso (lo cual habría de ser el reflejo innato del pueblo español y de otros vecinos nuestros), dado el perfil dictatorial de Zelensky y su indisimulada función histórica de ser marioneta del Imperio de Occidente. Lejos de haber manifestaciones masivas en solidaridad con la Federación Rusa, incluso lejos de ver las calles españolas llenas de manifestantes por la paz y la neutralidad, los ciudadanos se entregan a la indiferencia cuando no tragan (¡y hay mucho aquí que tragar!) el relato otanista de un "zar" o "nuevo Stalin" que amenaza con hacer llegar sus tanques o misiles hasta Madrid o Lisboa.

Estoy cada día más convencido de la necesidad de superar estas etiquetas fetichistas ("izquierda", "derecha", "populismo"). Una alternativa republicana, popular, socialista que se oponga verdaderamente al sistema corrupto que mantiene a los países de Europa occidental en régimen de colonia, vasallaje, protectorado es lo que debe ser construido con tenacidad.

"Ser de izquierdas", poniendo detrás la adjetivación de moda (neoliberal, arcoíris, otanista, gubernamental, transfeminista…) no es ser de izquierdas. Es, antes que otra cosa, una tomadura de pelo y una contradicción.

Por ello, yo le diría a Monereo o cualquiera de cuantos deseamos salirnos de la OTAN, de la UE, de la Agenda 2030, del euro, del "eje occidental", del delirio multicultural, transgenerista, trashumanista, y demás, solamente dos palabras: ¡Crítica Feroz!

El peor de los populismos, da igual que haya gente que le anteponga las letras U-L-T-R-A , está a la vuelta de la esquina. Mucha gente enfadada comprará la mercancía averiada, difícilmente digerible y apestosa que, curiosamente, tendrá como ingredientes el fascismo sionista, el imperio del dólar y de las tecnológicas, el neoliberalismo más estricto y la masacre más apocalíptica de las clases medias y trabajadoras del llamado Occidente. Para librarse de unas lacras, la gente aceptará otras. Esa es la clave de los variados populismos que, una izquierda con tendencia a volverse lerda, llama "nazismo".

O se reconstruye esa alternativa republicana, socialista, democrática, fuera de la OTAN y la UE, o vendrá el peor de los lobos y el más siniestro de los mataderos. O la guerra misma.



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Carlos Javier Blanco

Doctor en Filosofía. Universidad de Oviedo. Profesor de Filosofía. España.

 carlosxblanco@yahoo.es

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