Creo que fue en 2011 ó 2012 el año en que me sumé a una iniciativa cívica para organizar las fuerzas asturianistas, divididas y sectarias, en forma de unión suprapartidista ("Pola Xuntanza"). Los fines que perseguíamos en aquel entonces no se limitaban a la oficialidad de la lengua asturiana (meta aún no conseguida) y a una reforma del Estatuto de Autonomía que concedería a Asturies la condición de entidad nacional autodirigida, no colonizada, una comunidad histórica dentro del Estado Español. Estos fines, digamos "pequeñoburgueses" eran justos y realistas, pero claramente insuficientes. El patrimonio cultural y medioambiental, el avance de la pobreza y la opresión de los trabajadores, la destrucción del tejido industrial y el abandono del campo, la situación de periferia -en el sentido de Samir Amin- frente a un "centro" oligárquico madrileño-vasco-mediterráneo, figuraba en la mente de todos nosotros.
Como pensador marxista yo trataba, por aquel entonces, de emprender la síntesis entre unas reivindicaciones digamos "identitario-culturales", y el problema de lucha de clases en su concreción asturiana. El asturianismo a la orden del día era incapaz de captar la "totalidad concreta", y se perdía en el romanticismo y en el idealismo más absolutos. Tanto aquellos que reclamaban "soberanía" como los más timoratos que se circunscribían a demandas regionalistas y folclóricas, o se limitaban a la mera oficialidad de la lengua asturiana, demostraron ser parte de un Sistema derivado del R78, peones utilizados y utilizables.
Los años han pasado, y el declive de Asturias no ha hecho otra cosa que acentuarse. Un erial demográfico, un erial industrial, un yermo agrócla-ganadero. En torno a mis propuestas de unión suprapartidista y popular contra el régimen socialista y de sus caniches de izquierda (antes, el caniche IU, después , el caniche Podemos, etc.) se ha ido anudando un verdadero cerco. No hay audiencia para ellas dentro de mi país: el silencio o "cancelación" han llegado a ser tan elocuentes que incluso los pensadores y activistas más jóvenes desconocen lo sucedido. Este escrito se lo dedico a ellos. La hegemonía socialista-podemista es total, y nos ponen mordazas a todos los que hemos intentado hacer algo por nuestra tierra y nuestro pueblo. Yo, por mi parte, he visto confirmadas mis sospechas e intuiciones, dado que el propio trascurrir del tiempo es como el gran juez que pone a cada uno en su sitio. Grandes "combatientes" del asturianismo de izquierda hoy son felices con un sueldo de concejal o con un carguito en el Principado. Enemigos de las sucursales creadas desde Madrid y para Madrid, ahora militan en partidos como el PSOE, IU o Podemos. Para colmo, tratarán de seguir impulsando su silencio mafioso. Para colmo querrán monopolizar el discurso sobre los acontecimientos.
La lucha identitaria del asturianismo era muy endeble en sus bases teóricas y organizativas. Se basaba en el movimiento por la "oficialidad" del asturiano, entendiendo que, una vez lograda esta, ya se abría el Cielo y todos los problemas del pueblo asturiano quedarían resueltos. Había, y sigue habiendo, un gran desconocimiento sobre la cultura asturiana, la historia remota de la nación, su desarrollo a través de largas etapas en las que siempre ha predominado una dominación oligárquica. La cuestión de la discriminación lingüística no era la única ni la esencial. El asturianismo como movimiento de reivindicación (sólo) lingüística se inició ambiguamente como un movimiento regionalista-nacionalista con la fundación de Conceyu Bable (1974) y la posterior creación de la Academia de la Llingua Asturiana (1980). El asturianismo lingüístico fue -y sigue siendo- un movimiento de poetas, filólogos, maestros de asturiano, etc. que se realimenta en su mismo ciclo de reivindicación-frustración, ciclo patológico del que algunos activistas escapan por medio de su colaboración oportunista con su supuesto "enemigo" y a la espera de nuevas subvenciones. Pero estas personas ignoraban los más el abecé del marxismo y el funcionamiento de la economía política y no podían comprender la esencia de la subordinación de Asturias dentro del Estado..
Ahora me corresponde proclamar abiertamente el secreto a voces sobre el asturianismo lingüístico. No es algo políticamente correcto, y algunos considerarán inconveniente decirlo, dada la penosa situación institucional y mediática de la lengua asturiana, pero hay que decirlo. Allá va: la producción literaria y audiovisual del asturiano está casi enteramente subvencionada y son las estructuras políticas regionales del PSOE y los grupos de izquierdas asociados al PSOE asturiano las que se encargan de repartir limosnas, caramelos y trocitos de pastel. Se crea la situación de "reivindicadores" de una identidad asturiana o de una lengua nacional que, lejos de poner en un brete a la oligarquía regional y al entramado del R78, en cambio viven plenamente integrados en él, contando con las ayudas económicas del propio sistema que no asesina de un golpe la identidad asturiana, pero sí administra calculadamente su mala salud hasta que algún día se le pueda desconectar de la máquina.
Muchos de cuantos me escribían en aquellos años, dándome lecciones de arrojo y patriotismo, y presumían ser algo así como los "Braveheart" del asturianismo, han acabado afiliándose al PSOE, IU, Podemos y demás partidos que denostaban como "sucursales" de fuerzas políticas "españolas".
La conexión entre partitocracia, cultura de la subvención y oportunismo es del todo punto esencial. El fracaso del asturianismo político no debe atribuirse a un "Estado centralista represor". Se debe al secreto a voces: la izquierda regional en el poder ha manipulado a un movimiento de origen pequeñoburgués el cual, a su vez, se ha dejado manipular y comprar con gusto.
La doblez de muchos de los supuestos "Braveheart" del asturianismo político, especialmente decantado -en teoría- a la izquierda se ha hecho notoria. El asturianismo de izquierdas siempre fue poco o nada marxista, cuando no abiertamente anti-marxista. Algunos de sus personajes más conocidos son o eran pertenecientes a la masonería (Faustino Zapico, David Rivas). Como escribió Marx:
"…este tipo de organización (la Masonería) se encuentra en contradicción con el desarrollo del movimiento proletario, desde el momento en que estas sociedades, en lugar de educar a los trabajadores, los someten a sus leyes autoritarias y místicas que impiden su independencia y conducen su conciencia a la dirección equivocada."
La masonería es incompatible con una verdadera conciencia proletaria de clase, cuya lucha política y cultural debe hacerse a la luz de día, sin ideas místicas o pseudorreligiosas, al margen de conciliábulos secretos aristocratizantes. La falta de contacto del asturianismo político con las masas tiene aquí una de sus razones: un elitismo mal entendido que implica, a su vez, deudas intelectuales muy difíciles de saldar. La masonería asturianista, así, rechaza todo lo cuanto se refiere a los orígenes del Reino (718, don Pelayo, Covadonga…), por considerarlo excesivamente "católico" y "españolista", enajenándose así al sentimiento popular, y optando por la lengua asturiana (incorrectamente llamada "bable"), tema en el que no hay suficiente consenso. Un laicismo mal entendido, así como un anti-españolismo abstracto ha hecho que el asturianismo se desligue de símbolos y hechos identitarios de primer orden, empobreciendo el propio concepto de identidad que se dice defender. Se promueve una Asturias de decorado, de cartón, y se oculta la auténtica.
Si bien es cierto que el tradicionalismo españolista, y el propio dictador Franco, se apropiaron de símbolos y hechos históricos asturianos, como es la Batalla de Covadonga o la rebelión pelagiana, pero lo hicieron ilegítimamente: son símbolos y hechos identitarios de los asturianos, del pueblo, con los cuales el pueblo y no sólo las élites se ha identificado desde siempre. En contra de lo que piensa la masonería asturianista, Pelayo fue un verdadero caudillo antimperialista. Damasco era, en el siglo VIII, la capital del Imperio, y un Che Guevara, un Fidel Castro o un Chávez antimperialista de la Alta Edad Media fue nuestro Pelayo, que se negó a pagar impuestos y luego pasó a la lucha armada.
Pero dejando a un lado la miopía histórica del asturianismo, lo que me interesa subrayar aquí es el carácter esencialmente anti proletario, elitista o antipopular de estos cabecillas que, al modo habitual de las logias, impulsan unas determinadas reivindicaciones como ariete para otras muy distintas.
Esta falta de sinceridad, esta doblez se pudo constatar en cuanto se originó el partido político Podemos (2014). En ese momento el asturianismo político murió repentinamente. Toda la sopa de siglas formada por micropartidos y todo el entramado de colectivos y asociaciones se difuminó como por arte de magia. En realidad, hablamos de unos pocos centenares de personas que necesitaban de algún cargo de designación política, y la creación de un partido nuevo en el R78 iba a cumplir sus ansias de vivir del sistema trabajando poco, que son las ansias de todo político español de casta. Podemos Asturias tuvo la virtud de dejar claro qué era el asturianismo político: nada y menos que nada.
La reivindicación nacional de un pueblo, y esto no vale solo para el asturiano sino para cualquier pueblo que luche por su emancipación, no puede ser sino de clase. Lejos de pedir privilegios, la reivindicación nacional consiste en ejercer la lucha de clases en contra de uno de los vectores de potenciación de la opresión de clases: la jerarquización entre centro y periferias, dándose en las periferias una ultraexplotación. Un enfoque meramente "culturalista", masónico o colaboracionista con el R78 es un error de garrafa. Con razón el pueblo da la espalda a quien no le defiende y quien no muestra honestidad. Se hace preciso forjar una alternativa.