Inmigración: boicot y marchas

El año pasado participé junto a miles de hispanos en el llamado primer boicot americano y en las multitudinarias marchas. Luego, al mirar las consecuencias y ver a cientos de trabajadores que perdieron sus empleos, cientos de estudiantes que se ausentaron de las aulas de clases, la falta de seriedad política y de sensibilidad humana de los líderes convocantes que no asumieron responsabilidad u ofrecieron apoyo legal a los afectados, reflexioné y pensé que en Estados Unidos aún no están dadas las condiciones para que un boicot hispano realmente funcione. Esto se debe a lo complejo de la situación, por la falta de una estrategia coordinada, pero principalmente por la falta de unidad mostrada por la proliferación de múltiples marchas casi simultáneas. Lo más crítico es la falta de consenso en una agenda legislativa común.

Debilita al movimiento pro inmigrante la inmadurez de algunos individuos, a los que llamo generales sin tropa, personajes que se autoproclaman dirigentes de movimientos, pero que realmente no tienen mayor poder de convocatoria y capacidad de movilización, menos aun de organización. Se inventan unas siglas atractivas, algunas veces inflados por periodistas que no revisan bien la seriedad y credibilidad de sus fuentes. Son personajes cuyo ego y ansias de protagonismo son demasiado grandes como para no darse cuenta que en esta lucha sin el apoyo y el consenso del pueblo inmigrante, de las organizaciones pro inmigrantes, los sindicatos, los jornaleros, las iglesias, los grupos comunitarios.

El llamado a un segundo boicot era una receta para el fracaso además de una acción políticamente irresponsable. Las marchas tienen su lugar pero no deben convertirse en el medio principal de la lucha por la reforma migratoria. El boicot sólo debe ser un arma de último uso cuando las otras posibilidades se han agotado, y en el contexto actual de las negociaciones en el Congreso no era lo más pragmático y viable.

En Los Ángeles con la excepción de la actuación represiva de la policía que claramente usó la fuerza indebidamente en contra de una manifestación pacífica, y los problemas de tráfico en el centro por las dos marchas que de paso no movilizaron ni siquiera un tercio de las personas de las manifestaciones anteriores.

La ciudad funcionó con normalidad. ¿De qué sirve un paro cuando los negocios que cerraron fueron precisamente aquellos que se encuentran en zonas latinas en el este y sur de la ciudad?

En el oeste y los suburbios donde está la mayoría anglosajona a la que se pretende enviar el mensaje de que la vida no es igual sin la mano de obra latina, las actividades se desarrollaron de una manera normal. Y al parecer lo mismo ocurrió en las otras grandes ciudades, donde el boicot pasó casi desapercibido y las marchas se registraron sin números significativos, con la excepción de Chicago donde los líderes y las organizaciones se pusieron de acuerdo y lograron movilizar a 150 mil personas en una sola marcha.

Ojalá que los "líderes" que convocaron al paro económico hayan aprendido la lección, por aquello de que se les ocurra lo del refrán de que a la tercera va la vencida. No es que la huelga o paro no sea un derecho y un arma que puede usarse como último recurso y en casos extremos, como siempre lo ha mostrado la historia de los grandes movimientos del pasado.

En el contexto presente de la lucha por la reforma migratoria, la pelea tiene que darse en un plano diferente, es hacia el Congreso de la Unión y el Presidente donde deben enfocarse las energías. Para esto debe tenerse una estrategia coordinada, al fin y al cabo hay que convencer a 213 representantes y a 60 senadores, y esos señores sólo responden al dinero de sus donantes y a los votantes de sus distritos y estados.

La consigna de quienes marchamos en las calles "hoy marchamos, mañana votamos" debe convertirse en una realidad, hasta que los políticos antiinmigrantes en ambos partidos no sientan el voto de castigo como una espada de Damocles sobre sus cabezas. Es muy poco lo que se podrá avanzar en la reforma migratoria, y seguirán sintiéndose cómodos en sus puestos con su retórica y acciones antiinmigrantes.

Es crucial incrementar el número de residentes legales que cumplen los requisitos y que se convierten en ciudadanos, aumentar el número de ciudadanos que se registran y movilizarlos para que salgan a votar. Hay que inundar las oficinas de los congresistas con llamadas y cartas, reunirse con ellos en sus oficinas locales y en Washington, D.C. Estas son herramientas básicas de participación cívica que están casi ausentes de la retórica y de la práctica de los que convocaron el llamado al segundo "gran boicot americano".

Por otra parte, debemos aumentar la presencia y el apoyo de anglosajones progresistas y centristas, de la comunidad afroamericana, de la comunidad judía, de los otros grupos de inmigrantes asiáticos, europeos, africanos y del Medio Oriente. El tema de la reforma migratoria justa y humana debe de dejar de ser un asunto latino y pasar a ser uno de los grandes debates de la sociedad estadounidense y uno de los temas electorales de importancia. Sólo así lograremos lo que por ahora las marchas y los boicots parciales no han logrado.


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Ricardo Moreno

Ex-director general del despacho del viceministro para América del Norte de la Cancillería de la República Bolivariana de Venezuela. Ex-presidente de la Asociación Simón Bolívar de Los Ángeles, California, EEUU.

 rvenezolano@yahoo.com      @Rvenezolano

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