El voto 54-46 en el Senado acabo con la esperanza de al menos 12 millones de indocumentados de regularizar su situación migratoria en los Estados Unidos. Si bien es cierto la propuesta legislativa que se discutía no era perfecta, incluso algunos sectores progresistas pro inmigrantes la consideraban perjudicial, por conceder mucho en materia de militarización y seguridad fronteriza, además del aumento de la represión y la aplicación de las leyes de inmigración a nivel interno, a cambio de una legalización temporal, un programa de trabajadores invitados cuestionable, un camino lleno de trabas a la residencia permanente y un futuro incierto hacia la ciudadanía.
Pero al menos la discusión otorgaba una luz de esperanza al final del túnel, y hacia pensar a muchos de que, de alguna manera las diferencias entre políticos, grupos pro inmigrantes y anti inmigrantes, podrían ser conciliadas en un proceso de negociación y acuerdos.
Esa luz de esperanza al parecer se desvaneció, al menos temporalmente, y lo lamentable es que los indocumentados tendrán que seguir viviendo a las sombras de la legalidad y la oscuridad de una doble vida, a la cual también de una manera complaciente e indiferente se someten aquellos que se benefician de la mano de obra indocumentada, en la industria de los hoteles, la construcción, los restaurantes, la jardinería, la agricultura, la costura, por solo mencionar algunas. Aquellos que se oponen intensamente a cualquier intento de regularización migratoria, es bueno recordarles que la situación actual es una amnistía de facto.
A los indocumentados les espera un calvario, si continua aplicándose la capacidad represiva del estado tal y como lo ha mostrado el aumento de las redadas y deportaciones durante los últimos meses. Esos operativos policiales me hacían pensar en una estrategia política de la actual administración para ganar votos entre los republicanos conservadores que favorecen mano dura en contra de la inmigración indocumentada. Lo irónico de la situación es que las encuestas de opinión serias mostraban que una mayoría significativa de los ciudadanos americanos favorecían una reforma migratoria que incluyera un camino a la legalización al mismo tiempo que aumentaba la seguridad en las fronteras. Al parecer un grupo muy reducido de senadores, respaldados por un grupo pequeño pero muy articulado y vociferante de anti inmigrantes lograron dominar el debate e ignorar las voces y la opinión de la mayoría.
¿Quién gana y quien pierde en este debate? Obviamente la comunidad indocumentada que continuara siendo explotada y abusada, por empleadores inescrupulosos, y que esta expuesta diariamente a la posibilidad de un arresto y deportación. Pero por otra parte el gran perdedor es el presidente Bush, porque no tendrá nada positivo que dejar como legado de su presidencia. Este aspiraba a emular a Ronald Reagan como el presidente republicano que favoreció a los inmigrantes, y las condiciones para realizarlo eran similares: una desastrosa política internacional de guerra, y un congreso dominado por los demócratas, solo que esta vez, un grupo de senadores de su propio partido se negaron a concederle tan necesitada victoria política, de manera que tendrá que conformarse por ser recordado por su desastroso legado de la guerra con Irak, porque las posibilidades de que el senado considere el tema migratorio durante lo que queda de su administración son muy remotas.
El partido republicano también absorberá parte de la culpa, si bien es cierto que no todos los Senadores demócratas estaban a favor de la reforma migratoria, senadores conservadores del partido republicano como Jim De Mint, Christopher Bond, Isakon, Lindsay Graham, fueron los mas vociferantes en contra de la reforma y los que mas ocuparon titulares de prensa y espacios en la televisión por sus posturas contrarias a cualquier reforma, logrando opacar la presencia y el discurso moderado de los también republicanos McCain y Martínez.
De cara a las elecciones presidenciales del próximo año, los Republicanos tendrán cuesta arriba el sacudirse esa imagen anti inmigrante y anti latina que sus bases conservadoras han sido tan hábiles en construir, y si no pregúntenle a los Republicanos de California quienes gracias a Pete Wilson y la proposición 187, han perdido considerablemente a los votantes latinos y hoy después de mas de una década no se han logrado recuperar. Algo que ignoran los anti inmigrantes, y los Republicanos conservadores, es que esas líneas divisorias entre documentados e indocumentados en la comunidad latina son muy superficiales, la mayoría de nuestras familias están compuestas de ciudadanos americanos de muchas generaciones como es el caso de los México-Americanos, quienes no cruzaron ninguna frontera, sino que la frontera los cruzo a ellos, luego los inmigrantes naturalizados y su hijos que son una fuerza electoral en potencia, tal y como se ha demostrado en las ultimas elecciones, y los residentes legales, y los millones de asilados políticos centroamericanos. Los latinos todos convivimos con los indocumentados en los mismos lugares de trabajo, en las mismas escuelas, en las mismas iglesias. Y eso del estatus migratorio en la comunidad latina es algo que solo se usa al buscar un trabajo, cuando se viaja o cuando se va a votar en una elección.
La capacidad de solidaridad de la comunidad latina es inmensa y en este caso particular los conservadores del partido Republicano podrían estar arrastrando a todo un partido hacia un voto castigo en el 2009. Al ser el partido que la mayoría Latina pueda identificar como el responsable de bloquear toda posibilidad de regularización migratoria a los miembros de nuestras familias, a nuestros amigos, a nuestros vecinos, a nuestros hermanos de fe. Y eso será un estigma que cualquier candidato Republicano tendrá que enfrentar como una espada de Damocles sobre su candidatura al tratar de cortejar el voto Latino.
Ricardo Moreno es un analista político venezolano, presidente de la Simon Bolivar Association de Los Angeles, California, EEUU.
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