Pese a ser la potencia económica más fuerte del mundo con un Producto Interno Bruto de 13 200 billones de dólares, Estados Unidos sufre cíclicas crisis, riesgos de recesión y tropiezos que lo hacen tambalearse constantemente como el actual problema inmobiliario que ha estremecido las estructuras del sistema.
Muchos son los padecimientos del sistema norteamericano que van desde multimillonarios déficit fiscales y comerciales, concentración de capitales en poder de una minoría, crecimiento del número de pobres que ya alcanza a 46 millones de habitantes, caída vertiginosa del valor del dólar, hasta la actual crisis en su mercado hipotecario residencial, por citar algunos.
La administración de Geroge W. Bush se basó en tres aspectos fundamentales para paliar la crisis que padecía el país a principios de este siglo XXI.
Esos tres pilares fueron un exorbitante y progresivo gasto militar para costear guerras y ocupaciones en países como Iraq; las reducciones fiscales para beneficio de la minoría rica del país y de las compañías que se encontraban o amenazaban con la quiebra, y los créditos fáciles para las viviendas con exceso de préstamos hipotecarios que ahora no pueden ser pagados. A la par, se expandió un consumo que no estaba respaldado por el desarrollo productivo local que se ha paliado con la importación de enormes cantidades de mercancía con el consecuente déficit comercial.
Mientras tanto, la brecha entre los préstamos inmobiliarios y los ingresos personales creció sin cesar.
El analista Jorge Berstein indicó en un reciente artículo que “se sumaron las deudas internas y externas, los créditos fáciles, en especial los destinados a las viviendas crecieron de manera desmesurada, el déficit energético se expandió... hacia finales de 2006 la deuda total estadounidense (pública, empresarial y personal) llegaba a los 48 billones de dólares: más de tres veces el Producto Bruto Interno norteamericano y superior al Producto Bruto Mundial. Las deudas con el exterior trepaban a 10 billones de dólares...la cuerda no podía ser estirada indefinidamente.”
En agosto de 2005 la revista inglesa The Economist alertaba sobre la proximidad del estallido de la burbuja inmobiliaria y señalaba las consecuencias mundiales de la inevitable contracción del globo especulativo. En 2006 los precios de las viviendas comenzaron a descender, la burbuja estadounidense se contraía inexorablemente, a partir de ese momento su impacto negativo sobre la demanda y luego sobre el conjunto del Producto Bruto Interno era solo cuestión de tiempo.
Pese a las alertas, el despilfarro financiero continuó y el contagio se extendió a otras potencias económicas.
Un cable de la agencia noticiosa Reuters señala que el mercado hipotecario residencial en Estados Unidos se estima en unos 10,9 billones de dólares. Las hipotecas de alto riesgo (subprima) representan casi un 12% del total, con 1,3 billones de saldo vivo. Dos terceras partes de los créditos para viviendas están contratados por los estadounidenses con bancos comerciales y el resto están en manos de pequeñas entidades que actúan como intermediarios y aprovecharon la burbuja inmobiliaria para hacer caja, concediendo hipotecas a personas con un historial de crédito dudoso. Muchos compradores engañaron deliberadamente a los bancos sobre sus ingresos, para poder acceder a los préstamos. Asimismo, el alza de los tipos de interés agravó una crisis que ya se ha cobrado varias víctimas. En abril, la firma hipotecaria New Century se declaró en suspensión de pagos después de que sus clientes dejaron de pagar sus cuotas, porque no podían soportar las nuevas condiciones de crédito. A continuación le siguió los pasos American Home Mortgage Investment. Se estima que actualmente unas 70 compañías hipotecarias atraviesan en este momento por serios problemas en Estados Unidos, como Luminet y Accredited Home, y una docena se han visto obligadas a liquidar sus negocios en los últimos seis meses. Los grandes bancos de inversión de Wall Street tampoco son ajenos a la crisis. Bears Stearns liquidaba a final de julio dos agencias (hedge fund), por las pérdidas que registraron al realizar apuestas equivocadas en bonos que respaldaban hipotecas subprima. Al debilitado crecimiento económico norteamericano se sumará este año una baja del 1% por la recesión en el sector de la vivienda, y varios bancos de inversión calculan que las pérdidas en el crédito vinculado a las hipotecas subprima llegarían a los 100.000 millones de dólares. Para tratar de contrarrestar esa debacle y estabilizar los mercados financieros debilitados, el Banco Central Europeo (BCE) y la Reserva Federal de estadounidense (FED) han inyectado en los últimos días, más de 200.000 millones de dólares al sistema financiero.
El BCE lanzó decenas de miles de millones de Euros al sistema financiero global después de que el gigantesco banco francés BNP Paribas SA congelara tres de sus fondos de inversión.
La situación se mantiene tensa en Wall Street. Hace pocos días, el grupo reasegurador AIG advirtió que los problemas que desde la pasada primavera se están viviendo en el negocio de las subprima están empezando a trasladarse a otros productos hipotecarios que se consideraban seguros
Incertidumbre y desconfianza aparecen por todas partes. Larry Summers, ex secretario del Tesoro estadounidense de 1999 a 2001 señaló a la AFP que a pesar de las intervenciones de la FED, (Banco Central) y del BCE, el riesgo de recesión de Estados Unidos es el más elevado desde el año 2001 y es todavía demasiado pronto para afirmar que la crisis financiera, consecuencia del exceso de préstamos hipotecarios, esté superada.
Lo más probable es que si las cosas empeoran, los bancos centrales inyectarán más dinero al sistema financiero.
De esta crisis se beneficiaran como siempre ocurre en el sistema capitalista, los ricos que puedan proteger su efectivo mediante diversas transacciones como compra de bonos en divisas extranjeras y el lavado de dinero a la par que se apropiarán de cantidades de activos.
El perjuicio será para las grandes mayorías que están cargadas de compromisos, como numerosos deudores hipotecarios, millones de jóvenes que adeudan préstamos estudiantiles, o trabajadores con cuentas de jubilación patrocinadas por sus empleadores y otros planes de pensión que están combinados con el mercado de valores.
En resumen, otra enorme cifra de estadounidenses (sin contar a los 36 millones de pobres) alcanzarán próximamente la pesadilla del llamado Sueño Americano.